Campos recién cosechados durante una fuerte sequía en Teba, Málaga. REUTERS / JON NAZCA
«Desde Andalucía, y en sintonía con los problemas del mundo en que vivimos, se pone claramente de manifiesto la necesidad de otras maneras de entender la economía que […] se construyan sobre bases que permitan transitar hacia formas alternativas de organizar la vida». Esta es la base de un manifiesto impulsado por profesoras y profesores de las universidades andaluzas para afrontar el escenario que se abre tras los peores momentos de la pandemia.
El manifiesto es un llamamiento a un cambio profundo de lo que se ha venido entendiendo por economía: «Una economía parasitaria y dependiente de dos ámbitos cuya explotación queda encubierta tras el velo de lo monetario: la naturaleza, y el trabajo de cuidados y tareas domésticas desempeñadas mayoritariamente por las mujeres».
Quienes impulsan el documento explican que la COVID-19 ha hecho más evidente que la reproducción y expansión de este orden global solo es posible a costa de empeorar las condiciones en las que la vida se desenvuelve; y que, por tanto, estamos en el camino hacia el precipicio social y ecológico al que llevan «la modernidad y el capitalismo en su fase terminal».
Así, entre las propuestas para una transición ecosocial, destacan la urgencia de una economía ecológica: hacer que decrezca el deterioro de materiales y energía generado como consecuencia de la extracción de recursos y la emisión de residuos, promoviendo el uso de energías renovables y la conservación y el reciclaje de materiales y reduciendo el uso de los no renovables, desactivando el consumismo.
Un ejemplo es la agroecología, puesta en marcha ya en múltiples experiencias. Esta –explica el documento– supone una forma de replantear lo alimentario desde una perspectiva de la reproducción de la vida, añadiendo a la dimensión ecológica y tecnoagronómica la cultural y la sociopolítica, rescatando y democratizando los espacios de toma de decisiones en el ámbito de las comunidades rurales y estableciendo alianzas con el resto de grupos sociales.
La proximidad es otro de los principios sobre los que se construye esta forma de entender la economía, añade el manifiesto. «Los mercados locales y los circuitos cortos de distribución pueden ser garantía de sostenibilidad social y ecológica, propiciando un modelo de movilidad y transporte muy diferente al basado en las largas distancias, las grandes infraestructuras y el uso de energías no renovables».