¿Aprobado general por coronavirus? La ministra de educación italiana, Lucia Azzolina, lo ha explicado en una rueda de prensa. Con esta decisión pretenden asegurar el año escolar. En su comparecencia, Azzolina aclaró que su objetivo no es “el seis político”, es decir, el aprobado incondicional para cualquier alumno o alumna. La norma, que no ha sido aún oficializada, asegurará el paso de curso, pero no eliminará la evaluación. Tampoco los contenidos: los temarios que lo requieran serán reforzados y compensados en septiembre.
En España, el Ministerio de Educación se muestra reacio a proponer algo similar. Ninguna comunidad autónoma está haciendo este planteamiento. Pero desde el ministerio señalan la conferencia sectorial del día 15 como una fecha clave para avanzar acontecimientos. ¿Se debería tomar una decisión parecida aquí? La opinión está dividida entre los expertos, profesorado y alumnado, y escapa de la dicotomía del “sí” o el “no”. CANAE, la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes, ha solicitado que nadie repita curso. Una demanda compartida por el Sindicato de Estudiantes, cuya secretaria general, Coral Latorre, ha criticado que el alumnado pueda verse examinado en estas circunstancias. El periodo evaluable debe ser, para ellos, solo el que se pudo impartir de forma presencial.
El Consejo Escolar del Estado (un órgano consultivo sin capacidad de decisión) ha rechazado la propuesta de Canae. No obstante, sí aconseja limitar la repetición de curso a los casos que sean “realmente extraordinarios”. En esta entrevista, su presidente, Enrique Roca, describe la situación educativa española como muy diferente a la de Francia, Italia o Gran Bretaña, países en los que la repetición de curso es muy infrecuente. Según datos oficiales, un 15% de los alumnos de Primaria y un 38,1% de los de Secundaria han repetido alguna vez. Entiende, por ello, que adelantarse sería “no hacer un favor a los alumnos”.
Francisco Esteban, profesor de la Universidad de Barcelona, comparte ese punto de vista. Considera que el mensaje que se podría transmitir “es nocivo desde el punto de vista de la filosofía de la educación”. Entiende que en un momento en el que la sociedad se está “esforzando muchísimo” se le está diciendo a las nuevas generaciones “todo lo contrario”. Marinela Barrajón, pedagoga y estudiante de Educación Primaria, coincide en ello: «El aprobado general es una manera de relajarse. Sabiendo que se lo van a dar no hacen nada. Y yo como alumna me incluyo. A mí cómo me digan ‘aprobado general’ no hago nada. En esta vida las cosas no son así. Hay cosas de las que se tienen que tener unas nociones para pasar cada curso y evolucionar. A las personas que son más trabajadoras no les estás permitiendo desarrollar todas sus capacidades”.
Miguel Álvaro, docente de la ESO, no está de acuerdo. “Yo creo que pensar así responde a un concepto de la educación como domesticación del ciudadano”, que no tendría en cuenta «que las circunstancias no son igual para todos». Lo que a uno le cuesta «muchísimo esfuerzo», a otros no. “Yo tengo alumnos que no se han conectado ni una sola vez a ninguna de las clases que hemos programado los profesores. No tienen una familia que esté encima de ellos. Corremos el riesgo de favorecer a los alumnos que tienen un entorno favorable para el aprendizaje”, advierte. Propone, por ello, dar por terminado el curso a nivel calificatorio y adaptar “las programaciones a la evaluación inicial, que es lo que tendría que hacerse siempre”.
Andrea Henry, presidenta de CANAE, reconoce que estamos ante una situación “nueva y difícil”, pero niega que un posible aprobado general vaya a acarrear la relajación de nadie. “No creemos que vaya a provocar que no se esfuercen los estudiantes. Los estudiantes se están esforzando mucho más que antes de la cuarentena”. Considera que lo importante es la “adquisición de competencias”. Y coincide con Miguel Álvaro: cree que, de no tomar esas medidas, sería complicado garantizar “la igualdad de oportunidades”.
En el Ministerio de Educación son conscientes del problema. “Existe una brecha que no es tanto digital como social. No hablamos solo de carencias digitales, que serían relativamente más sencillas de paliar. Hablamos de una brecha social que es mucho más compleja y mucho más difícil. No es algo nuevo, pero todas las acciones de gobierno han ido encaminadas a mitigar el efecto en las personas más vulnerables”, indican.
A vueltas con la evaluación
Para Francisco Esteban, uno de los problemas que conllevaría este aprobado general sería que los conocimientos no serían testados. “Un sistema educativo ha de garantizar que uno pueda demostrar lo que aprende. En muchos sentidos. No solo desde un punto de vista de conocimientos, sino de habilidades, de técnicas, de competencias, de todo lo que queramos. ¿Por qué? Porque luego uno quiere ir por la calle y cruzarse con un buen médico, un buen ingeniero, un buen abogado, una buena maestra. Y esto lo garantiza el hecho de la evaluación. Nos gustará más o menos, pero llega un punto en el que uno ha de demostrar que está a la altura. El aprobado general esto lo corta de raíz, porque al estudiante le estás diciendo: oye, aprende pero con tranquilidad porque luego nadie te va a decir nada”.
La presidenta de CANAE cree, sin embargo, que pueden aplicarse otros métodos para motivar al alumnado y mantenerlo atento. “En ningún caso se debería incentivar mediante la nota. Tiene que ser que los propios estudiantes se sientan bien con las clases online, la educación telemática y la adquisición de conocimientos”. Miguel Álvaro se muestra de acuerdo. “Yo lo que le cuento a mis chicos cada vez que les veo por videoconferencia es que el año que viene, el que sepa más cosas, está en ventaja frente al que no sepa nada. La obsesión debe ser aprender, no aprobar”. Entiende que, de hecho, centrarse demasiado en la evaluación puede favorecer a los “malos alumnos” en estas circunstancias. “Hacer un examen ahora es lo más absurdo que hay. No tiene ningún sentido. ¿Cómo evalúas que el alumno ha aprendido o no aprendido? ¿Cómo sabes si es justo?”. Barrajón, en este caso, coincide con ellos, y apuesta por las fichas o los trabajos. «Me parece más viable sustituir el típico examen por una práctica obligatoria”.
El Ministerio de Educación admite, en este sentido, que la modalidad de examen oral está más instaurada en Italia o el mundo anglosajón. No se han planteado esa posibilidad, de momento, en la convocatoria de la EBAU, sobre la cual sí que han tomado una decisión en firme: se ha optado por cambiar el calendario y por tratar de enfocar las preguntas al contenido impartido en los trimestres presenciales. “Lo que queremos es asegurar las posibilidades de que se les pregunte sobre aquello que saben y no sobre lo que no saben. Se les va a adaptar el examen a la situación extraordinaria que están viviendo”, explican desde el organismo.
La discusión, de momento, sigue abierta en los medios, las redes (por ejemplo, bajo el hastag #FinDelCursoYa) y la comunidad educativa. Veremos si el Gobierno se acerca o se aleja de la estela italiana.