La Diada número ocho de la era independentista inaugurada el 11 de septiembre de 2012 fue, un año más, una exhibición de fuerza de los independentistas catalanes. Pese a la desunión que reina entre los partidos soberanistas, las calles del centro de Barcelona volvieron a llenarse hoy de cientos de miles de manifestantes que, por encima de todo, quisieron evidenciar que siguen estando ahí.
Fueron, seguramente, algunos miles menos que el año pasado. Las cifras, como siempre, difieren según quien las ofrezca, y la Guardia Urbana de Barcelona habló hoy de 600.000 personas frente al millón del año pasado.
“La Guardia Urbana dice 600.000… 600.000 está bien, ¿no?”, le dijo una manifestante a otra camino ya de casa, en uno de los trenes que unen la capital catalana con el resto de la provincia.
“Pero hoy no hemos cantado tanto”, añadió la misma mujer un tanto contrariada.
Efectivamente, en la marcha de hoy se oyeron menos cánticos y menos risas. El entusiasmo fue menor y el hartazgo, probablemente mayor.
“Mira lo que dice ahí, exitcat. Me gusta. Eso es lo que tenemos que hacer. Irnos así, catapún”, apuntó durante la manifestación una señora enfundada en la camiseta azul verdoso con la que los organizadores vistieron este año la Diada.
Desde que en 2012 la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural asumieron la organización del evento, uniformar a los manifestantes con un mismo color simbólico ha sido una constante casi tan firme como los lemas y los dibujos en los trazados, que han ido desde la V de 2014 hasta la estrella de este año, pasando por la cadena humana de 400 kilómetros que unió los dos extremos de Cataluña en 2013.
“Cataluña, nuevo Estado de Europa”, rezaba el emblema de la primera gran manifestación de la Diada, la de 2012. “Vía libre a la República catalana”, decía el de 2015. “Objetivo independencia”, era el de esta Diada, “la más difícil” de todas, según Elisenda Paluzie, la presidenta de la ANC.
La dificultad deviene del enrarecido clima que reina desde que Esquerra Republicana y Crida Nacional per la República -la nueva denominación de la formación liderada por el ex presidente Carles Puigdemont- decidieron no esconder sus diferencias estratégicas, y la ANC optó por desmarcarse de los partidos políticos y trazar su propio camino.
La desunión entre los diferentes actores independentistas fue, de hecho, el principal rasgo diferenciador de la Diada de este año respecto a las siete anteriores, que también organizó la ANC con el respaldo de Òmnium Cultural.
“Políticos, dais pena”, rezaba en una de sus caras la pancarta de un manifestante. “Unión ya”, decía en la otra, en consonancia con el mensaje lanzado por la ANC.
“Necesitamos aquella unidad que prioriza los objetivos políticos del movimiento independentista, la que nos llevó a las grandes victorias pese a la represión, las amenazas y confiscaciones. ¡Acabemos juntos lo que comenzamos juntos!”, afirmó desde el escenario situado en la plaza de Espanya Paluzie, enfundada también en su camiseta azul verdoso, el color del horizonte que persiguen.
«Pasos atrás»
La líder de la principal organización civil soberanista reprochó también a los políticos el retroceso que, en su opinión, ha experimentado el movimiento independentista en los últimos meses por sus diferencias sobre cómo alcanzar la secesión.
“En estos dos años no sólo no hemos avanzado, sino que hemos dado pasos atrás: discuten en público por migajas, se deslegitima el referéndum que hicimos y la única vía que nos ha permitido llegar a donde no habíamos llegado nunca, la unilateral, se desarma día a día”, sostuvo Paluzie. “A nuestros dirigentes os pedimos que no nos desarméis”, continuó.
Los dirigentes políticos, sin embargo, no escucharon sus palabras desde el espacio que se les había reservado en las anteriores Diadas. Este año, los organizadores decidieron no darles ningún trato especial. Muchos, como Quim Torra, el presidente de la Generalitat, y Roger Torrent, el presidente del Parlament, acudieron a la cita. Pero no tuvieron un lugar privilegiado. Hoy, el movimiento independentista no tuvo más líderes que los sociales, que ya apuntaron a la próxima gran movilización: la que, esperan, se genere ante la sentencia del juicio del procés.
“Organicemos la respuesta a la sentencia”, decía una de las dos pancartas desplegadas por los organizadores en la Plaza Espanya. “Tsunami democrático”, rezaba la otra, a modo quizá de respuesta.
En catalán el “organitzem” de la primera puede ser traducido también en presente, es decir, organizamos, lo que indicaría que la ANC ya prepara la reacción a una sentencia que auguran condenatoria y dura. Entonces, sobre mediados del próximo octubre, el músculo y la unión del movimiento independentista se volverá a medir.
En #LaMarea72 incluimos un especial sobre Cataluña con entrevistas sosegadas, desde distintos ámbitos, para reflexionar más allá de la próxima sentencia del ‘procés’. Consíguela aquí.