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Nadie elige vivir en la calle
Programas como Housing First, que garantiza una casa a las personas en situación de sinhogarismo, son la vía más eficaz y económica para que puedan recuperar su autonomía y la autodeterminación, explica el autor.
Gonzalo Caro, responsable de incidencia política de HOGAR SÍ* y miembro del observatorio HATEnto
“Los sin techo son la mayor degradación de la condición humana”. Así comienza el artículo que publica La Razón bajo el titular “Banco de datos: Los «sin techo», la otra clase”.
Asistimos en estos tiempos a un preocupante aumento de falta de empatía y de compasión en nuestras sociedades. La empatía es la capacidad de entender el sufrimiento del otro, mientras que la compasión va más allá, y es un mecanismo que nos impulsa a intentar neutralizar y hacer desaparecer ese dolor.
Artículos como el publicado en el diario La Razón el pasado 5 de septiembre son un perfecto ejemplo de esta falta de empatía y compasión. Falta de empatía porque, aunque presenta una amalgama de datos con poco contexto sobre el número de personas en situación de sinhogarismo, ignora un hecho fundamental y es el de que nadie elige vivir en la calle. Descontextualiza un fenómeno cuyo origen está fundamentalmente en el incumplimiento del derecho humano al acceso a la vivienda y que tiene además su raíz en otras causas, como la desigualdad económica, los procesos de exclusión social o la falta de acceso a otros derechos básicos. Finalmente, la invisibilización y estigmatización que sufre el colectivo de personas en situación de sinhogarismo, como el que practica el artículo antes citado, dificulta enormemente que se dé un debate público en las condiciones adecuadas para resolver este problema.
El artículo plantea lo difícil que es dimensionar el tamaño de este colectivo, culpabilizando a estas personas por una supuesta reticencia a ser censadas, cuando la realidad es que es el propio sistema público el que dificulta o impide que se inscriban en el mismo padrón en el que nos inscribimos cualquiera, lo que les lleva a verse excluidos de los sistemas de atención de servicios sociales y también de muchos servicios de salud. Ignora también el artículo que los datos de la encuesta a la que se refiere proceden del estudio del INE que se elaboró en 2012 y que no volverá a realizarse probablemente hasta finales del año 2021 o principios de 2022. En definitiva, el artículo no explica que la responsabilidad de no tener una radiografía más fiable de esta realidad es fundamentalmente de los poderes públicos, que no han hecho durante estos años todo lo que estaba en su mano, ni han cumplido siquiera lo que estaba contemplado en la Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar 2015-2020 que el propio artículo cita.
Ignora también el autor algunos otros datos que podría haber ofrecido a los lectores y lectoras para dar una imagen más fiel de este colectivo. Por ejemplo, al hablar de la violencia que sufren podría haber mencionado que según un informe de 2015 del Observatorio HATEnto que lideramos desde HOGAR SÍ, el 47,1% de las personas en situación de sinhogarismo han sido víctima de un incidente o delito de odio y que el 80% de esas víctimas lo han sido más de una vez. También elude hablar de que la esperanza de vida de este colectivo es 30 años menor que el del conjunto de la población y en su lugar prefiere estigmatizar y relacionar sinhogarismo con la falta de higiene, el alcoholismo o los trastornos psíquicos. El dedo y la luna.
Pero como hemos dicho, el artículo adolece también de falta de compasión, pues hace afirmaciones como que el sinhogarismo supone un “túnel sin salida” o afirma que “nadie tiene más solución que la de apostar por la prosperidad y las ayudas sociales”. Sugiere, además, que la solución pudiera ser volver a soluciones dignas de la época victoriana, como recluir a las personas en situación de pobreza y exclusión vulnerando todavía más sus derechos.
Frente a esos planteamientos se opone la realidad de que, desde hace años en distintos países, diversas organizaciones estamos proponiendo soluciones efectivas al sinhogarismo, como los programas Housing First. Estos modelos pasan por entender que éste no es un problema que deba atenderse desde la perspectiva de la emergencia social, sino desde un enfoque que ponga la cuestión de la vivienda en el centro y que garantice de manera prioritaria e incondicional el acceso a un hogar. Una vez se cubre la necesidad humana de seguridad y permite desplegar con una mayor probabilidad de éxito todos los apoyos e intervenciones que estas personas pudieran necesitar.
Alguien pudiera pensar que estas medidas son utópicas, pero no es lo que demuestran las rigurosas evaluaciones a las que se someten estos programas y que muestran tasas de éxito en algunos casos de más del 90% en la retención de la vivienda por parte de estas personas. Otra muestra son los datos de Finlandia, país que ha apostado ambiciosamente por este enfoque reconvirtiendo sus alojamientos colectivos, y hoy en día es el único país de la Unión Europea en el que el número de personas en situación de sinhogarismo tiene una tendencia descendente. También se podría defender que estos proyectos son demasiado caros, pero además de que garantizar los derechos fundamentales y atajar el enorme sufrimiento de estas personas no debería ser una cuestión de dinero, las evaluaciones de estos programas están demostrando también que tener a personas en las calles o institucionalizadas es más caro que apostar por enfoques basados en la vivienda, en la autonomía y la autodeterminación de las personas.
Solucionar el sinhogarismo en países como España es una cuestión de voluntad política: esta injusticia social en nuestro país se podría reducir drásticamente en una legislatura y erradicar en dos contando con las políticas públicas adecuadas. La única muestra de degradación del ser humano es que no seamos capaces de reunir la empatía y la compasión suficientes para hacerlo y que apostemos por enfoques que aumentan el sufrimiento de estas personas solo para no enfrentarnos a ello.
Gonzalo Caro, responsable de incidencia política de HOGAR SÍ* y miembro del observatorio HATEnto
* HOGAR SÍ, anteriormente conocida como Fundación RAIS, es una entidad de iniciativa social, no lucrativa, independiente y plural, de ámbito estatal creada en 1998. HOGAR SÍ existe para conseguir que ninguna persona viva en la calle
Buenos días Sergio, lo primero muchísimas gracias por tus comentarios y me alegra que te haya gustado el artículo. Voy a intentar contestarte para ver si consigo que te raspen esas cosas un poco menos:
Creo que la manera en la que utilizo o defino la empatía podría caber en la acepción nº 2 que utilizas de la RAE aunque es verdad que es una forma de definirlo un poco más restringida. Por otro lado, tal y como utilizo la compasión es su acepción por parte de algunas corrientes de la psicología y que he tenido la oportunidad de aprender gracias a algunas compañeras y compañeros que trabajan directamente con personas en situación de sinhogarismo. La RAE es una magnífica herramienta, pero no siempre contempla todas las palabras que utilizamos en nuestro día a día o todas las acepciones en su forma exacta. Fíjate por ejemplo que hasta 2017 la RAE no incluyó la palabra «aporofobia» en su diccionario, y que a día de hoy, la palabra «sinhogarismo» sigue sin estar recogida en la RAE, aunque sí lo está en otros diccionarios como el que elabora Fundéu (aunque en HOGAR SÍ vamos a trabajar para que también aparezca en la RAE).
Respecto a mi uso de la palabra «colectivo» voy a usar ahora yo de la RAE:
1. adj. Perteneciente o relativo a una agrupación de individuos.
Y por agrupación entenderíamos:
2. f. Conjunto de personas o cosas agrupadas.
Es verdad que no uso el término «colectivo» como si pensara en las personas en situación de sinhogarismo como una agrupación organizada que debate y realiza actividades. Aun así, estas personas pueden ser agrupadas, al menos para ser descritas, alrededor de una característica fundamental que comparten: la extrema violación que sufren de sus derechos debido a su situación de exclusión residencial . De todas formas, si buscas en internet podrás encontrar varias exeriencias de grupos de personas en situación de sinhogarismo organizadas en colectivos reivindicativos y que organizan actividades para dar a conocer su situación o hacer propuestas para resolverlas, las personas en situación de sinhogarismo pueden y deben ser también sujetos para la transformación de su realidad.
Muchas gracias Sergio por tus comentarios, el tiempo que has dedicado a realizarlos y los tendré en cuenta para futuros artículos.
Muy buen artículo por el fondo de lo que trata, con lo que estoy totalmente de acuerdo, sin embargo hay algunas cosillas que me raspan los oídos.
Empatía, creo que lo definen mal, dice: » La empatía es la capacidad de entender el sufrimiento del otro» y en realidad la definición de la RAE es:
1. f. Sentimiento de identificación con algo o alguien.
2. f. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.
y la otra palabra que tb creo está mal definida es: compasión, que el autor la define como «compasión va más allá, y es un mecanismo que nos impulsa a intentar neutralizar y hacer desaparecer ese dolor.» y el diccionario dice:
1. f. Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien.
por lo tanto si la define el autor a su gusto, no es lo que todo el mundo piensa…
hay muchos que sienten compasión por alguien, pero no hacen nada por esa persona… en particular muchos creyentes.
igualmente el autor habla como colectivo por los que viven en la calle, lo que en gral, creo que está lejos de ser un colectivo, un colectivo igualmente es algo bien particular, gente que se reúne, debate toma decisiones en conjunto. y en este caso la gran mayoría anda cada uno por su lado. Por último seria una agrupación de individuos, no una categoría de gente.
si se usan mal los términos, mal serán las soluciones
Saludos cordiales