Kirsten Dunlop es la directora general de Climate-KIC, definida como una “comunidad” creada para hacer frente al cambio climático a través de la innovación. Desde su fundación en 2010, la empresa cuenta con especialistas en múltiples sectores como la educación, la administración o la tecnología, y cuenta con el apoyo del EIT (Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, en sus siglas en inglés). Tiene sedes repartidas en 27 países, entre ellos España, y centenares de organizaciones. Todas ellas buscan acelerar el proceso hacia la mitigación del cambio climático y el fomento de una economía circular y la descarbonización. Dunlop, que ha visitado recientemente Barcelona para dar una conferencia organizada por Fundació Catalunya Europa para la platafoma Re-City, charla con La Marea sobre sus objetivos y la importancia de la experimentación para descubrir nuevas soluciones al problema al que se enfrenta el planeta.
¿Cómo describiría el proceso que aplican a una idea desde que se presenta hasta que se convierte en realidad?
Hay muchas dimensiones en el trabajo que hacemos. Está compuesto por actividades empresariales, actividades educacionales e innovación. Tenemos diferentes programas, como por ejemplo una escuela de verano, que se llama Journey, en la que se da la oportunidad de ir a diferentes lugares y trabajar con gente experta en maneras en las que la innovación climática podría marcar la diferencia. Y en ese tipo de iniciativas, a veces, se les ocurren nuevas ideas que podemos ayudar a desarrollar. Una vez esas ideas empiezan a parecer algo que puede tener tanto posibilidades técnicas como sociales, reunimos un equipo y puede acabar presentándose en alguna de las iniciativas empresariales que dirigimos. Nos asesora gente experta en Europa, externa e independiente a Climate-KIC. Ahora nuestro proceso de selección está menos concentrado en proyectos individuales y más en la combinación de estos para cambiar el sistema por completo. Este proceso de toma de decisiones es totalmente transparente para que financiadores y socios puedan ser partícipes de nuestras decisiones.
¿Cuáles son los desafíos a la hora de intentar mejorar países que tienen una situación medioambiental difícil, como China?
El enfoque de nuestra financiación a través del EIT es hacia socios europeos y la innovación del continente. Sin embargo, algunos de estos socios tienen recursos innovadores que pueden ayudar la situación de países de África. En Tanzania, por ejemplo, están examinando soluciones para 25.000 granjeros que suministran a supermercados europeos y están en una situación muy frágil, expuestos a la pérdida de producción. Nos preocupa mucho la situación de África, porque su relación con Europa es crucial, así que estamos pensando en cómo actuar y comprometernos sin caer en el paternalismo. El caso de China es diferente. Otros de nuestros socios están trabajando activamente allí para la reducción de carbono. También estamos liderando una iniciativa en nombre de todas las sedes de Climate-KIC para establecer una oficina en China para representar al EIT allí, así que estamos intentando establecer un diálogo más estructurado con el país.
¿Es posible el crecimiento económico para aquellas empresas que actualmente no son sostenibles, pero podrían serlo?
La cuestión es menos el crecimiento económico y más repensar y renovar el modelo de negocio para crear un sistema de actividad más sostenible. Y esa es probablemente una de las mejores oportunidades para las industrias, pero también el desafío más grande. Aunque vemos muchas compañías intentando cumplir ese desafío. Hemos colaborado con una iniciativa que se llama Project X y llevan un tiempo intentando identificar cuáles son las diez cadenas de suministro más dañinas en el mundo y qué corporaciones están detrás de ellas para trabajar sistemáticamente con el objetivo de conseguir sostenibilidad.
De todos los proyectos en los que trabajan, ¿cuál le gusta más y cree que será viable en un futuro?
Creo que ningún proyecto tendrá una repercusión lo suficientemente grande como para frenar el cambio climático a tiempo. Es la combinación de proyectos y el coraje de hacer posible esa combinación lo que más me ilusiona. Me inspira la voluntad de combinar soluciones para invertir en la relación entre el cambio climático y la igualdad social y el desarrollo económico. Este tipo de problemas es el que debemos resolver juntos. El cambio no sucederá porque algún experto en tecnología nos diga qué es bueno. Ocurrirá si las personas actúan juntas y están dispuestas a cambiar su relación. No se trata de una transformación del planeta, sino de una transformación humana.
¿Se debe culpar a los ciudadanos por el cambio climático y, por tanto, deben tomar la responsabilidad por sus acciones individuales, o son las grandes compañías quienes deberían cambiar la forma en que producen?
Hablamos de cambio, evolución y transformación en literalmente cada aspecto en el que los humanos viven, trabajan, se mueven y definen sus valores. No es una cuestión de que alguien tenga que hacer esto o aquello o tenga la culpa. Cada cosa que pueda ser alterable en nosotros, la debemos cambiar. Una gran compañía que tiene un importante alcance e impacto, tiene una responsabilidad porque está sirviendo a gente que toma pequeñas decisiones para comprar cosas cada día de su vida. Nuestra esperanza en la transformación se fomenta en el cambio entre la compañía y su clientela.
¿Qué opina sobre el rol que los políticos toman frente al cambio climático?
La política no presta suficiente atención a este problema y eso está muy evidente. Mi preocupación es que tenemos un sistema político que se comporta como uno financiero, que está estructuralmente atado a un pensamiento y unos intereses a corto plazo. La manera en que hacemos política no concuerda con la manera en que tenemos que actuar frente a este problema. Interactuar y modelar una agenda basada en el diálogo es mucho más fructífero que decir que tienen que ser los políticos los que solucionen esto por nosotros.
¿Qué necesita una ciudad para ser ecológica y resiliente?
Las ciudades tienen necesidades y preocupaciones muy específicas. En Europa, probablemente el mayor problema sea cómo nos relacionamos con nuestros hogares y edificios. El agua también es otro gran problema. Casi todo lo que estamos aprendiendo sugiere que necesitamos sustituir el mecanismo de circulación de agua actual por uno que sea más distributivo. Y ese es un gran desafío porque la estructura física de una ciudad está diseñada para la concentración, no la distribución. También hay grandes oportunidades en el campo de la biomimética. Tenemos que empezar a pensar en la naturaleza y en cómo nos puede ayudar. Por ejemplo, aprender sobre los sistemas y formas que pueden captar agua para reducir o aumentar la circulación de aire para reducir así el calor. Y luego, por supuesto, hay otras preocupaciones como la necesidad de alimentarse o de tratar el desperdicio de comida, las infraestructuras, la movilidad… El cambio climático es una transformación social también, y esto incluye la desigualdad social, la migración o la pobreza. Hay muchas ciudades que están haciendo grandes cambios o que se están desafiando a sí mismas para reconocer cuál es su problema y combatirlo.
¿Qué ha cambiado en Climate-KIC desde sus orígenes y qué ha aprendido en estos años como directora general y trabajadora industrial? ¿Cuáles son vuestros objetivos?
Climate-KIC está en un proceso de evolución. Hemos aprendido cómo de difícil es tratar de innovar cuando estás entre industrias. No hay una industria del cambio climático, así que no es fácil en algunos aspectos. El mayor reto es desafiarnos para trabajar en problemas más específicos. Hemos creado nuevos proyectos, empresarios con una buena educación y actores especializados en la innovación climática. Queremos seguir haciendo lo mismo durante los próximos diez años. Y no seremos capaces de decir que fuimos una parte crítica de la solución, pero sí que habremos producido mil o dos mil proyectos nuevos. Nuestro objetivo para el futuro es empezar a mostrar que es posible trabajar de manera diferente y crear un enfoque diferente hacia el apoyo a la innovación.
Este proceso de transformación frente al cambio climático es complicado y lento. ¿De verdad cree que todavía tenemos tiempo de arreglar el planeta?
No, pero tenemos esperanza.