En una democracia de baja intensidad como la nuestra pareciera que hoy debemos celebrar que unos cuantos presos políticos catalanes y líderes de movimientos sociales vayan a ser trasladados a Catalunya para que sus familias, muchas de ellas con niños y niñas de corta edad, no tengan que viajar 1.200 quilómetros para ver unos pocos minutos a sus seres queridos. Algunos representantes del PSC, como el diputado en el Congreso José Zaragoza, ya se han vanagloriado públicamente de tal decisión gubernamental afirmando que “es una gran noticia para las familias”. No obstante, la tónica general por parte del centroizquierda fuera de Catalunya es intentar que el tema pase lo más desapercibido posible. Lo demuestra el silencio sobre la cuestión en las cuentas oficiales de PSOE y Podemos en Twitter, que supongo que prefieren no darle mucho protagonismo a la decisión del Ministerio del Interior, que es quien tiene competencia vía Instituciones Penitenciarias, no sea que vayan a perder votos. Finalmente, la derecha, cómo no, ha atacado la decisión acusando al gobierno de estar en manos de los golpistas catalanes. Nada nuevo en la España de Sánchez.
Sigue el esperpento retrógrado, aún vive esa España en la que los que no desean formar parte de ella deben dar gracias al poder central por sus migajas después de que sus derechos y sus legítimas aspiraciones hayan sido aplastadas por el rodillo del 78. ¡Pero que a los que creemos en una democracia moderna y avanzada no nos falte el orgullo! Nada de dar las gracias por el acercamiento de presos políticos. Nada de dar las gracias a una clase política incapaz de impulsar la persecución judicial de los crímenes de la dictadura, con total desinterés por abrir un nuevo proceso constitutivo que rompa de una vez por todas con el franquismo y el Borbón y que permita a las distintas comunidades del Estado decidir en libertad su futuro. Nos quieren humillados y agradecidos, como en la poseía de Vicent Andrés Estellés…
Ofés, humiliat i ple de sang i fang
no podia dir res. Correctament dempeus
acceptava els insults: sí, senyor. Sí, senyor.
Té tota la raó. Li pregue que em perdone.
Ja no ho faré mai més. Sí, senyor. Moltes gràcies.
Pot disposar de mi per a tota la vida.
Sí, senyor. Sí, senyor. Sí, senyor. Sí, senyor.
[Ofendido, humillado y lleno de sangre y barro
no podía decir nada. Correctamente de pie
aceptaba los insultos: sí, señor. Sí, señor.
Tiene toda la razón. Le pido que me perdone.
Ya no lo haré nunca más. Sí, señor. Muchas gracias.
Puede disponer de mí para toda la vida.
Sí, señor. Sí, señor. Sí, señor. Sí, señor.]
Pues vamos a decir no, señor. No vamos a celebrar que personas injustamente acusadas y aún más injustamente encarceladas de forma preventiva (que nadie lo olvide) continúen privadas de libertad, pero ahora en su tierra. No me voy a alegrar de que continúe habiendo hijos e hijas, algunos muy pequeños, madres y padres, maridos y esposas, con el corazón roto al ver a sus seres queridos entre rejas acusados nada más ni nada menos que de rebelión, de un jodido golpe de Estado, que sólo vieron los ojos de la enfermiza caverna españolista. Solo desde el hooliganismo españolista, representado por el Partido Popular, C’s, parte importante de la prensa y ciertos estamentos judiciales, se puede hablar seriamente de golpe de Estado, de rebelión o de sedición. Cuando lo explica la prensa en el extranjero, la gente no se lo cree. Nos comparan, y con razón, con Turquía. Jueces de media Europa, a la espera de conocer decisiones definitivas en algunos países, no ven ningún tipo de delito en lo que hicieron los líderes independentistas exiliados, pero claro, el retrógrado nacionalista español sólo puede ver en eso una conspiración (¿judeomasónica, quizás?) contra España, no vaya a ser que el relato de la violenta rebelión golpista que nadie vio y de la que nadie fuera de España jamás ha informado vaya a caerse como un castillo de naipes.
Vivimos en un país en el que una mentira tan grave y surrealista, como que en Catalunya ha habido un golpe de Estado, es ciegamente creída por una parte significativa de la población, sin que la izquierda institucional muestre especial preocupación por un fenómeno que admite como parte del debate -es mucho más grave que los independentistas catalanes creyeran que podrían proclamar la República, por supuesto-. Vivimos en un país en el que desde hace meses hay presos políticos por llevar a cabo las promesas incluidas en sus programas electorales. Vivimos en un país que hace oídos sordos a millones de personas, todas ellas de una misma región, que reclaman desde 2010 votar, simplemente, votar, votar sí o votar no, pero votar. Vamos a repetir la palabra, a ver si va entrando en las cabecitas de los demócratas a los que aún espanta el derecho a decidir. Uve. O. Te. A. Erre. Votar. Y por procurar que la gente vote, hay siete hombres y dos mujeres encarcelados, a la espera de juicio, y otros tantos en el exilio, pintando la cara a la justicia española desde la vieja Europa.
Hoy no debemos celebrar nada. Debemos, si a caso, continuar reclamando la libertad de los presos políticos catalanes, víctimas de una venganza judicial y estatal, en manos de los que creen que hay que amedrentar a los catalanes sea como sea, para que con miedo y temor se olviden de su legítimo proyecto político. Té tota la raó. Li pregue que em perdone. Ja no ho faré mai més. Sí, senyor. Moltes gràcies. Se habla de familias rotas y del quebrantamiento de la ley por culpa del procés. Yo no conozco familias más rotas que las de los presos políticos y no conozco ley más mancillada que la Ley Orgánica del Código Penal (10/1995) y la Ley Orgánica General Penitenciaria (1/1979) que determinan claramente que la rebelión es un delito aplicable a aquellos que “se alzaren violenta y públicamente” con unos fines muy determinados (que no incluyen una protesta por un registro judicial) y que el encarcelamiento debe impedir el desarraigo social, es decir, debe facilitar el emplazamiento de los reos cerca de su residencia. Ni vamos a dar ahora las gracias porque se cumpla el artículo 12.1 de la LO 1/1979 ni vamos a dar las gracias el día que se retiren, por voluntad propia o forzados por la justicia internacional, las acusaciones vertidas amparándose en el artículo 472 (rebelión) o 544 (sedición) de la LO 10/1995. Faltaría más.