El ‘Marianne’ concluye en Lisboa su primera etapa ibérica

LISBOA // El Marianne, uno de los barcos que componen la Flotilla de la Libertad, ha llegado esta tarde a Lisboa tras dos días de navegación bordeando la costa portuguesa. Allí está previsto que abandone la embarcación Ana Miranda (eurodiputada por el Bloque Nacionalista Galego) junto a un par de activistas escandinavos, para dar paso a nuevos tripulantes, que pondrán, tras dos jornadas de descanso, rumbo a Motril (Granada).

El capitán, Joel Opperdoes, ha guiado al barco la mayor parte del tiempo lejos de la costa para tratar de evitar un gran oleaje. El Marianne, un pesquero con más de tres décadas a sus espaldas, experimenta un vaivén intenso. De este modo, todo se convierte en una prueba, tal y como bromean sus tripulantes: acciones simples como servirse un vaso de agua o coger algo de la nevera implican tomarse un tiempo para evitar accidentes.

Sin embargo, la tripulación del barco mantiene la moral alta. Neils, el cocinero, prepara platos muy elaborados y pasteles que provocan continuos elogios. Este activista, que ya sobrepasa los cincuenta años, ha colaborado con centros sociales ocupados en su país, Suecia, ha trabajado de modelo y suele cocinar en organizaciones para gente sin hogar. Detrás de cada uno de los tripulantes hay una historia de compromiso con diferentes causas sociales y políticas.

Algunos de ellos han pisado las cárceles israelíes. Es el caso de Charlie Andréasson, uno de los tres activistas que han acondicionado el Marianne con varios camarotes, cocina y sala comedor. Intentó llegar a Gaza con la II Fotilla de la Libertad, a bordo del barco Estelle. En otra ocasión, estando en Gaza, estuvo a punto de morir alcanzado por bombas israelíes mientras reparaba una embarcación, que quedó totalmente destruida.

Los que harán el viaje completo hasta Gaza explican que practicarán la resistencia pasiva cuando sean asaltados por soldados israelíes. Si bien algunos creen que esta vez conseguirán llegar a la costa, otros están convencidos de que no será posible. Sin embargo, el hecho de intentarlo ya es en sí mismo un objetivo. «Tenemos que creer en que lo lograremos, aunque las probabilidades sean pequeñas, porque si no esto no tendría sentido», enfatiza Andréasson. El Marianne transporta placas solares y material humanitario. También el barco en sí mismo es parte de la donación: la idea es dejarlo allí para que lo usen los pescadores palestinos.