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Pensionado de arañas

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Opinión | OTRAS NOTICIAS

Pensionado de arañas

En este proceso de desnaturalización animal, se termina desdibujando qué son y cómo y de qué viven los animales

Antonio G. Valdecasas
12 enero 2015 Una lectura de 4 minutos
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[Artículo a propósito de una exposición de arañas vivas en el MNCN]

A una hora determinada, Paul (nombre ficticio) levanta una a una las tapas de las vitrinas que definen los límites del mundo de unas arañas expuestas en un entorno artificial a un público curioso y quizás ansioso de emociones fuertes, para renovar el alimento y el agua. Hacía un instante, los animales, más o menos visibles o retraídos en algún rincón o pliegue del paisaje, no respondían de la manera esperada a los estímulos del visitante que, desilusionado, pasaba a la siguiente vitrina a probar más suerte.

Situaciones semejantes se pueden asistir en zoos, casas de fieras y otras instalaciones donde la sociedad ha recluido en espacios limitados y artificiales a animales de diversa procedencia, indiferentes a su entorno e inactivos hasta que el momento de la comida interrumpe un tiempo igual a sí mismo.

Todo esto ha sido analizado con agudeza y profundidad por John Berger en su ensayo clásico Why look at animals (Por qué mirar a los animales; 1980), una demoledora mirada al declive del mundo natural por la acción humana, sustituido por remedos de hastío como los ya mencionados.

En un corto apunte incluido en Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, Sánchez Ferlosio utilizó el adjetivo «pensionado» para referirse a la situación de un león bostezante visto en el zoo de Lyon, como ha recordado recientemente Ignacio Echevarría en las páginas de El Cultural, con motivo del hombre que se adentró en el foso de los leones en Barcelona, para ser atacado por la leona del conjunto familiar. Berger relata, por su parte, que en este proceso de desnaturalización animal, se termina desdibujando qué son y cómo y de qué viven los animales, proceso en el que la humanización de los animales en los dibujos animados de la factoría Disney y similares ha jugado un papel determinante. El caso de Bárbara Carter –cuenta Berger-, que como premio en un concurso televisivo pidió besar y abrazar a un león, para ser llevada urgentemente al hospital con un desgarramiento importante en la garganta, es sintomático de la pérdida de nuestro sentido de naturaleza.

Y este pensionado de arañas del que ahora me ocupo, es extensible a los diversos pensionados a los que nos vemos obligados si no queremos que especies emblemáticas, desde el oso al buitre, pasando por el lobo, el lince y tantos otros, desaparezcan de nuestro horizonte de forma definitiva y adopta distintas formas de facilitar explícitamente el espacio, pareja y comida a animales que, de otra manera difícilmente tendrían acceso a ellas. Que se dé en un ambiente rural y no urbano, no le quita punto de artificialidad.

La paradoja es que, para aquellas especies no emblemáticas, el 99% de la biodiversidad restante, que por su tamaño y hábitats recónditos, como son, por ejemplo, las que habitan las aguas de los ríos a la salida de las grandes urbes, que llevan en solución ingentes cantidades de compuestos farmacéuticos, industriales, domésticos a los que sólo algunos organismos son capaces de resistir, aquí no hay pensionado posible. En cualquier caso, con o sin pensionado, el mundo natural va siendo reducido de forma acelerada a un vestigio de lo que fue no hace tantos años, y las proyecciones para los años venideros de crecimiento de población, demanda de recursos como el agua y el espacio, así como la producción de residuos, nos permiten anticipar que llegará el momento de Cero Biodiversidad, entendiendo por tal, el momento en el que todo aquello que no sea mantenido de forma explícita – todo aquello a lo que no se le dé un espacio y medios de vida- , desaparecerá.

Y es ahí donde nos podemos preguntar: ¿Para qué sirven los museos? ¿Qué nos deben trasmitir? ¿De qué cosas conviene guardar registro? ¿Qué organismo y cómo se deben mostrar? ¿No se va a poder sustituir todo lo vivido y lo viviente por la realización del potencial ilimitado de recrear formas pasadas y dar vida a formas nuevas –nunca vistas sobre la superficie de la tierra- como promete la manipulación de la Biología Molecular? ¿Se podrá contar entonces con algún mecanismo por el que los nuevos organismos exhibidos sean más receptivos a los estímulos de los visitantes en los nuevos Templos de la Cultura?

Puede que llegados a ese punto, el material expuesto no sea lo más natural –que también eso se puede discutir– pero desde luego va a ser mucho más divertido.

Referencias

Echevarría, I. 2014 Los leones de Barcelona. El Cultural, pág. 22 (19/12/2014)

Sánchez Ferlosio, R. 1993. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos. Ediciones Destino.

Berger, J. 2009 (1980). Why look at animals? Penguin Books.

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Comentarios
  1. tubal dice:
    13/01/2015 a las 21:13

    La relación hombre-animal (me refiero al género humano, no vaya a venirme ahora alguna feminista diciendome que las mujeres tambien se relacionan con los animales), está completamente distorsionada y corrompida. Jamas se había puesto en peligro a tantas especies ¡que dejarán de existir para siempre! como ahora. A los animales se les acosa y esquilma en sus habitat naturales, que es donde deben ser protegidos e incluso muchos «defensores» de los animales, los humanizan tanto que llegan a olvidar que un animal no es una persona. Un animal debe ser protegido, protegiendo su entorno. El problema es que nos hemos metido demasiado en su vida, metiendolos en la nuestra, cuando ellos tienen la suya propia, que debemos respetar. Alejandonos de ellos y dejandolos tranquilos, ya les estamos ayudando.

    Responder
    • Ygritte dice:
      26/03/2015 a las 06:22

      Y si te refieres al género humano por qué no lo escribes así en vez de utilizar «hombre» que excluye al 50% de ese género humano. Te ahorrabas el paréntesis, su contenido y que alguna feminista impertinente te hiciera la observación que tu mismo adelantas.

      Responder

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