VALENCIA // Miércoles 15 de febrero de 2012. Un grupo de escolares del Instituto Lluís Vives de Valencia cortan el tráfico de una de las arterias principales de la ciudad. Son cerca de las 15.00 horas y, como cada día desde hace varios, protestan así contra los impagos del Consell que preside Alberto Fabra. La idea es cortar el tráfico durante 5 ó 10 minutos y volver a clase. Pero ese día la policía no está dispuesta a permitirlo.
Efectivos de la policía nacional intervienen para quitar a los niños y jóvenes de la calzada. Las imágenes son tremendas, mochilas por el suelo, escolares agarrados a las piernas de policías de más de un metro ochenta y un menor detenido. Acaba de encenderse la mecha de un movimiento que pronto se denominó como primavera valenciana.
Hoy se cumple un año de esas imágenes y por ese motivo una manifestación va a recorrer las calles del centro de Valencia. El lema de la marcha tiene una triple vertiente: por un lado, pedir la dimisión de la delegada del Gobierno, Paula Sánchez de león; por otro, criticar la brutalidad policial; y, finalmente, mostrar le rechazo a los recortes en educación. Con esta manifestación comenzarán los actos de conmemoración de esos últimos 15 días de febrero.
Una semana de detenciones y cargas policiales
Y es que el día 15 solo fue el pistoletazo de salida de unas jornadas en las que el centro de la ciudad se convirtió en una batalla campal entre policía y estudiantes. Aún hoy se recuerda las imágenes de varias menores entrando en un supermercado con el miedo en la cara mientras varios policías las perseguían porra en mano. Era el año 2012.
Tras las protestas del 15, el día siguiente se repitió la concentración ante el instituto. Esta vez se saldó con la detención de ocho jóvenes por “resistencia y desobediencia a la autoridad” que protestaban por la detención el día anterior de su compañero. En ese momento, las protestas se extendieron por toda la ciudad. Por la tarde, ante la Delegación del Gobierno, siguieron las cargas policiales y las detenciones.
Las protestas continuaron al día siguiente ante la comisaría de policía donde estaban detenidos los menores y los jóvenes. Allí los antidisturbios cercaron a los manifestantes y comenzaron una identificación masiva que acabó con nuevas detenciones, esta vez por “delitos de desorden público, resistencia y desobediencia a la autoridad”.
El peor día fue el lunes 20. De nuevo una concentración ante el Lluís Vives acaba a golpes cuando los jóvenes intentan cortar el tráfico en la Gran Vía Fernando el Católico. La Policía actúa de forma desproporcionada. Se suceden las imágenes de lecheras con sirenas por cualquier calle y policías saltando de ellas porra en mano. La situación se ha desbocado totalmente.
A estas alturas, las protestas ya superan a la comunidad educativa. Se producen las primeras concentraciones de la ciudadanía escandalizada por la brutalidad policial de estos días.
Los estudiantes, el enemigo
Y por si no fuera suficiente sale a escena Antonio Moreno, jefe superior de la Policía de Valencia. En una rueda de prensa, justifica la actuación policial alegando que “las concentraciones son ilegales al no estar debidamente comunicadas”. A continuación, preguntado por el número de efectivos, lanza una frase lapidaria, «no es prudente decir al enemigo cuáles son nuestras fuerzas y debilidades». Moreno fue ascendido meses después y trasladado.
Sus palabras tuvieron su efecto. Periodistas agredidos, encierros en la Facultad de Geografía, manifestaciones, quema de contenedores. El encargado de apagar el fuego había echado más gasolina a las calles.
La ciudadanía reacciona y los días siguientes las calles de Valencia se llenan de protestas tanto por los recortes sociales como por la brutalidad policial. Salen personas de todas las edades con sus libros en la mano. La policía baja su intensidad, llegan refuerzos de otros lugares, furgonetas antidisturbios de Zaragoza.
Una semana después de esa sentada el 15 de abril, como si de un parte de guerra se tratase, la batalla campal entre jóvenes estudiantes y policías se salda con 40 arrestados y multitud de heridos de diversa consideración.
Hoy, un año después siguen en pie varios procedimientos judiciales de aquellos días, multas, sanciones administrativas y una querella contra Sánchez de León y los mandos que ordenaron las cargas policiales esos días.
El Vives se ha convertido ya en un símbolo de resistencia por eso todas las actividades conmemorativas girarán en torno al Instituto. El recuerdo de esa semana de carreras y cargas policiales estará muy presente.