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“Pagamos IVA de lujo por las compresas porque los que diseñan la fiscalidad no tienen la regla”

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“Pagamos IVA de lujo por las compresas porque los que diseñan la fiscalidad no tienen la regla”

Lina Gálvez, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Pablo de Olavide, desmonta el mito de la libre elección en diez 'por qués': "No es suficiente con una educación más igualitaria; es necesario desarrollar políticas públicas que fomenten la corresponsabilidad de los hombres".

Lina Gálvez
Olivia Carballar
25 julio 2016 Una lectura de 6 minutos
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«Una niña puede tener vocación para una profesión determinada pero si cuando llega al mercado de trabajo ve que no hay mujeres en esa profesión o que las que hay no hacen carrera, pues es posible que elija cambiar de opción profesional. Lo mismo ocurre si embarcarse en esa opción profesional le va a impedir ser madre, mientras que para sus colegas es un plus ser padre». Con ese sencillo ejemplo, Lina Gálvez, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide, desmonta el mito de la libre elección. Tras dirigir un curso de verano sobre la igualdad de género en el contexto neoliberal, responde a La Marea diez por qués sobre cuestiones obvias que sufren las mujeres a diario y que la sociedad y los gobiernos siguen sin querer ver. «No se tienen en cuenta las pre-condiciones materiales de esa libre elección, la socialización diferenciada que tienen los individuos o las oportunidades reales que condicionan nuestras elecciones, que además pueden ser adaptativas, en el sentido que podemos cambiarlas dependiendo de las opciones reales que tengamos», concluye.

¿Por qué no existe la conciliación o por qué lo llaman conciliación cuando quieren decir reventón?

La conciliación es algo muy complicado de conseguir puesto que entran en liza dos lógicas diferenciadas, como son la de la acumulación y la del cuidado. Sin embargo, no es imposible o al menos no es imposible que la conciliación acabe en reventón. Para ello tenemos que avanzar en una organización social del cuidado donde toda la sociedad adquiera conciencia de la importancia de ese trabajo y se corresponsabilice con las mujeres que históricamente han llevado la carga. En primer lugar, la corresponsabilidad tiene que venir de los poderes públicos desarrollando legislación laboral que permita la no discriminación, nos aleje de la precarización y donde la flexibilidad que requiere precisamente la conciliación no sea exclusivamente la que le interesa al empresario sino también la que le interesa al trabajador/a, y sobre todo, para que la conciliación no sea una manera de apartar a las mujeres del mercado de trabajo sino que se regule también para los hombres. Los poderes públicos también tienen que corresponsabilizarse presupuestariamente, sobre todo a través del desarrollo de servicios sociales accesibles y de calidad.

En segundo lugar, tienen que corresponsabilizarse las empresas, invirtiendo en sus trabajadores y trabajadoras y facilitando la conciliación acabando con la dañina cultura presentista y remunerar y premiar con la promoción cuando se cumplen objetivos y no por el simple hecho de estar presente. En tercer lugar, esa responsabilidad también recae en los sindicatos que deben utilizar la negociación colectiva para favorecer la igualdad de hombres y mujeres, negociando otros ítems distintos que las subidas salariales a cambio de más presencia en la empresa, ya que sabemos que la brecha salarial se agranda tremendamente en los pluses por la mayor disponibilidad del varón libre de responsabilidades de cuidado. Y por último, pero no por ello menos importante, se tienen que corresponsabilizar los hombres. Para ello, creo que no es suficiente con una educación más igualitaria, que sin duda es básica, también es necesario desarrollar políticas públicas que lo fomenten. Además de las ya mencionadas vinculadas a mercados de trabajo menos discriminatorios, los servicios sociales y en definitiva una actividad presupuestaria y fiscal sensible al género, es importante que se desarrollen políticas concretas como por ejemplo una muy efectiva como el permiso igual y no transferible y remunerado para ambos progenitores, que no solo desarrolla la cultura del cuidado entre los hombres sino que además comienza a dar la señal de que la mochila del cuidado también la llevan los hombres.

¿Por qué ningún gobierno aprueba esos permisos?

Bueno, Islandia ya casi los tiene y con resultados increíbles. ¡Hasta juegan mejor al fútbol! Porque el sistema actual les cuadra y entra perfectamente dentro de las políticas macroeconómicas neoliberales. Para que esto funcionara, el Estado se tendría que hacer cargo en una parte importante del cuidado a través de los permisos remunerados pero también de los servicios públicos. Pero ¿cómo se come esto con la austeridad que busca precisamente el adelgazamiento del sector público a través de la privatización y el traspaso de la responsabilidad a los individuos? Dentro de ese modelo austericida que además hace disminuir cada vez más los salarios y deja a los individuos cada vez más dependientes de su participación en los mercados, es cortoplacistamente más eficiente para los Estados traspasar la responsabilidad del cuidado a los hogares, y dentro de estos a las mujeres que sirvan como mecanismos de ajuste a los cambios del sistema.

¿Por qué se hablaron solo 22 segundos sobre violencia de género en el debate electoral?

Y no hay que olvidarse de los dos silencios. Creo que los políticos que participaron en ese debate no tienen una reflexión clara sobre la igualdad de género y temían meter la pata. Unos más que otros. Supongo que creen que eso es un problema de “otros” y de “otras” muy alejados de sus círculos sociales y, claro está, se equivocan. Pero eso pasa porque la sociedad lo tolera. Y la violencia machista sigue sin estar entre las principales preocupaciones de la ciudadanía en las encuestas del CIS.

¿Por qué hay hombres y mujeres que no se consideran feministas?

Porque estamos en una sociedad patriarcal y es mucho más cómodo estar en la norma. Y porque el antifeminismo siempre ha sido más potente que el feminismo, que seguramente tampoco hayamos explicado bien.

¿Por qué hay brecha salarial a pesar de las denuncias?

Es normal que la haya. Mujeres y hombres no estamos en los mismos trabajos, ni en los mismos sectores, ni tenemos la misma disponibilidad horaria, ni somos vistos como iguales trabajadores. La igualdad salarial no es una cosa que podamos conseguir por decreto. Para conseguirla necesitamos que la carga del cuidado se comparta de verdad, que haya servicios sociales que permitan a las mujeres participar en los mercados de trabajo con mayor igualdad, pero también necesitamos que las empresas sean menos jerárquicas e, insisto, con culturas menos presentistas, que dejen de responder a la horma de un trabajador varón y acepten que los y las trabajadoras también son cuidadoras y esperemos que un día, cuidadores. Porque todos somos seres vulnerables e interdependientes.

¿Por qué los periódicos se siguen lucrando con los anuncios de prostitución?

Porque tienen ingresos muy cuantiosos y los principios se aparcan cuando se habla de dinero. Lo ven como algo lejano, que no le pasará a las hijas o nietas de quienes están tomando esas decisiones porque nunca tendrán la necesidad económica de hacerlo. Porque es posible que esos mismos ejecutivos sean clientes frecuentes o esporádicos de esos servicios. Y porque los lectores y lectoras, y las instituciones siguen comprando esos periódicos a pesar de los anuncios.

¿Por qué parece que la igualdad es cosa de mujeres?

Porque nos beneficia a nosotras principalmente e implica la pérdida de algunos privilegios para los hombres. Sin embargo, yo creo firmemente que la igualdad también favorece a los hombres y a la sociedad en general. Los niños que no se adaptan a la masculinidad de la norma son los primeros damnificados en los patios de los colegios siendo excluidos, llamados nenazas o sufriendo bullying. Hombres que quieren cuidar de sus hijos e hijas no tienen la capacidad de hacerlo porque en su contexto laboral sería impensable y así podríamos seguir eternamente, hasta llegar a los beneficios que supondría tener parejas que son tus iguales y no individuas a las que pretendes dominar por una superioridad que la sociedad da al varón.

¿Por qué las empleadas de hogar cotizan en un régimen especial?

Eso es una vergüenza. Pero es que el trabajo doméstico y de cuidados, al haberse realizado normalmente de manera gratuita por parte de las mujeres, cuando se mercantiliza lo hace de manera precaria y sin derechos. Todo entra dentro de la filosofía de que el cuidado es un asunto particular de las familias, ya sea de manera remunerada o no remunerada.

¿Por qué se incumplen sistemáticamente las leyes de igualdad?

Porque no se han dotado de suficiente presupuesto, porque no hay organismos de rango superior que velen por ellas, porque no se han previsto auténticos sistemas de monitoreo de las mismas… y, en definitiva, porque no hay una suficiente presión social que haga que se cumplan. Se siguen votando partidos que cuando han estado en el poder las han incumplido, lo cual transmite a modo de cascada al resto de la sociedad que no es algo importante, sino prescindible.

¿Por qué tenemos que pagar un IVA de lujo por la compresas?

Será que la mayoría de los responsables de diseñar nuestra fiscalidad no tienen todos los meses la regla y piensan que no se trata de un artículo de primera necesidad. Me parece una barbaridad que artículos de primera necesidad como los tampones y las compresas para más de la mitad de la población durante una etapa prolongada de nuestro ciclo vital no sean considerados artículos de primera necesidad con IVA reducido, como ya ocurre en otros países. En este caso, como en los demás, no hay suficiente presión ciudadana para que las cosas se hagan de otra manera. Y sin voluntad política y sin presión ciudadana que haga virar esa voluntad política hacia intereses específicos o de la mayoría, la voluntad política siempre estará del lado de las personas que tengan mayor capacidad de revelar sus preferencias que son aquellas personas con más poder e ingresos, donde están concentrados en mayor medida los seres humanos que no tienen regla.

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