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Pablo, Albert: despertad

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Opinión | OTRAS NOTICIAS | Política

Pablo, Albert: despertad

"Desde hace semanas ambas formaciones han querido obviar todo lo que comparten y dedicarse a coquetear con los partidos de la vieja política. Es decir: a postularse como muletas del bipartidismo al que tanto criticaban".

Pablo Iglesias y Albert Rivera se abrazan tras un debate de la precampaña pasada en la Universidad Carlos III de Madrid.
Toño Fraguas
02 febrero 2016 Una lectura de 4 minutos
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Iban a acabar con el bipartidismo pero, a fuerza de darse la espalda Iglesias y Rivera, Podemos se perfila como muleta del PSOE y Ciudadanos como muleta del PSOE y del PP. Una alta traición a sus votantes que, si algo querían, era el fin del bipartidismo (es decir: que no tenga que haber forzosamente un presidente del PSOE o uno del PP).

Aunque a nadie parezca interesarle hablar de ello, Podemos y Ciudadanos se han mostrado siempre de acuerdo en grandes cuestiones de fondo. Ésas que atañen al diagnóstico de los problemas de España y a las reglas del juego. Cuestiones que, en realidad, no deberían ser ni de izquierdas ni de derechas: necesidad de una reforma de la Ley Electoral, urgencia de un Tribunal de Cuentas ágil; despolitización del Poder Judicial, limitación de mandatos, revisión de la figura del indulto, endurecimiento del régimen de incompatibilidades, dotación de más medios a la Agencia Tributaria para lograr mayor eficacia en la recaudación, lucha contra la evasión y los paraísos fiscales, prioridad a las medidas de transparencia, reforma del Senado…

Pablo Iglesias lo dijo en varias ocasiones, aunque ya se nos haya olvidado: “En cuestiones de regeneración y transparencia el acuerdo con Ciudadanos sería fácil”. También Albert Rivera afirmó algo parecido: “En el futuro, en este país, habrá que coincidir en algunas cosas”. Sin embargo, tras visitar al Rey ayer, por segunda vez, tanto Rivera como Iglesias se vetaron mutuamente. Desde hace semanas ambas formaciones han querido obviar todo lo que comparten y dedicarse a coquetear con los partidos de la vieja política. Es decir: a postularse como muletas del bipartidismo al que tanto criticaban.

Lo más grave es que tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias saben que España no puede permitirse desistir de las reformas enumeradas más arriba. No podemos permitírnoslo porque las consecuencias de no abordar una actualización y saneamiento democráticos de las estructuras del Estado serán una aun mayor desafección política de la ciudadanía, un mayor cuestionamiento de las instituciones y, en el peor de los escenarios, la excusa ideal que están esperando formaciones extremistas para ampliar su base electoral de votantes desencantados.

Además, tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias saben que si no lideran ellos esa regeneración, nadie lo hará; pero, asombrosa y escandalosamente, en lugar de ponerse manos a la obra dejando en un segundo plano las diferencias, han decidido entrar en el juego de sus mayores, traicionando así las aspiraciones políticas de millones de votantes que sienten como única prioridad el saneamiento profundo del armazón legislativo del Estado.

Ambas formaciones suman 107 escaños en el Congreso. Si elaboraran de manera conjunta una batería de medidas por la regeneración democrática, lograría el apoyo de muchos otros partidos y, lo que es más necesario, o bien arrastrarían a los grandes partidos o bien se explicitaría hasta qué punto la única apuesta del PP y el PSOE es el inmovilismo.

En aras de un consenso mayor, Podemos y Ciudadanos deberían dejar fuera (de momento) cuestiones territoriales, laborales y económicas (es decir, aquellas áreas en las que existen diferencias irreconciliables), y concentrarse en el diagnóstico compartido sobre los males de la vieja política. Una vez saneada la democracia, ya llegará el tiempo de la rivalidad política y del disenso.

Pero de momento se trataría, pues, de reeditar el manoseado espíritu de la Transición y que fueran esos dos jóvenes líderes, al unísono, los que pusieran a bailar al resto de fuerzas. Para ello es necesario que por un tiempo aparquen el eje diferencial izquierda/derecha y activen el eje regeneración/continuismo, en el que tantas cosas comparten. Nadie dice que deban intentar gobernar juntos, pero urge una escenificación de dicha sintonía. Urge una pequeña gran coalición de la nueva política frente al bipartidismo o, de lo contrario, el bipartidismo se merendará (como ya empiezan a vaticinar las encuestas) a las formaciones emergentes.

Sin embargo, tanto Podemos como Ciudadanos se han olvidado de la causas profundas que suscitaron un movimiento como el 15-M. Las causas profundas que, en definitiva, han permitido que sus respectivas formaciones políticas emerjan y obtengan el favor del electorado. Ahora que se ven sumados al entramado institucional, parece que se gustan demasiado y les divierte sobremanera bailar al son de la vieja política. Podemos, obsesionado con amaestrar al PSOE; Ciudadanos, obsesionado con garantizar un Gobierno del PP o del PSOE. Ambos, en definitiva, dando oxígeno al bipartidismo.

Y mientras tanto, la mejor España posible va a perder una oportunidad de oro, quizá la única y la última, para echar a andar. Los votantes ya han hecho su parte: llevar a Rivera y a Podemos al Parlamento con un importante número de escaños. Si la regeneración no se pone en marcha, no busquen responsables en la vieja política: los responsables son Iglesias y Rivera; adormecidos por los cantos de sirena del bipartidismo que, taimadamente, respira aliviado y disfruta viendo las aparentemente insalvables diferencias entre Podemos y Ciudadanos. Pablo, Albert, por favor: despertad.

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