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Birmania amanece con la esperanza del cambio prometido

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Birmania amanece con la esperanza del cambio prometido

A falta de conocerse los resultados oficiales de las elecciones, el gobierno de la Junta Militar concede que ha ganado la oposición liderada por Aung San Suu Kyi.

Aung San Suu Kyi.
Pablo L. Orosa
09 noviembre 2015 Una lectura de 4 minutos
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YANGON (BIRMANIA) // En el barrio portuario de Yangon las calles han amanecido secas. No hay rastro ya de la tormenta que esta noche apaciguó las celebraciones por las primeras elecciones semilibres desde 1990. “Hoy es un buen día. Estamos contentos”, asegura el joven recepcionista de hotel que no pierde detalle de las informaciones que, a cuenta gotas, van apareciendo en la televisión. Aunque los colegios electorales cerraron a las 16:00 horas del domingo, con una participación masiva que superó el 80%, los resultados todavía no son oficiales.

No obstante, pocos dudan de la victoria de la National League for Democracy’s (NLD) de Aung San Suu Kyi. Su nombre era el único que en ocasiones se escapaba ayer entre los votantes que aguardaban durante horas para votar en unos comicios históricos. El presidente en funciones del partido gobernante, Partido para la Unión, Solidaridad y Desarrollo (PUSD), Htay Oo, ha reconocido públicamente la derrota. Esta misma mañana, Shwe Mann, expresidente del Parlamento, ha reconocido la victoria de la NLD en su distrito, un detalle que ilustra el futuro que se abre ahora en Birmania: militares y oposición están obligados a entenderse.

Aung San Suu Kyi tiene el apoyo del pueblo bamar, la mayoritaria de las etnias en Birmania, pero no de las minorías del norte, donde los partidos locales se alzarán con buena parte de los 200 escaños en juego, algo menos de la mitad del total de asientos en disputa en el país. Para lograr una mayoría parlamentaria suficiente, la NLD debería obtener el 67% de los votos, una frontera mágica que permitiría a “La Dama” promover un Ejecutivo propio. Es este umbral el que marca la victoria o la derrota de la NLD.

Aunque logre conquistar las urnas, las limitaciones constitucionales impuestas por la Junta Militar garantizan al Ejército el control del país: el 25% de los escaños están reservados a los militares; los ministros de Defensa y Fronteras deben ser miembros del Tatmadaw; y los generales se reservan el derecho de veto sobre cualquier reforma de la Constitución, lo que en teoría impediría retirar la prohibición que impide a la premio Nobel optar a la Presidencia del país.

En este escenario, el acuerdo entre en NLD y el PUSD parece la única alternativa posible para garantizar la estabilidad. Durante toda la campaña electoral, Aung San Suu Kyi ha enviado un mensaje conciliador, tratando de calmar las inquietudes de los generales. “Incluso aunque ganemos el 100% de los votos queremos pactar un gobierno de reconciliación nacional”, ha asegurado. Obviando las controversias sobre la minoría rohingya, las denuncias de fraude electoral o la amenaza de la violencia sectaria, la líder opositora ha logrado ganarse el apoyo de la rama más moderada del PUSD, la liderada por el expresidente del Parlamento, Shwe Mann, quien pese a ser degradado víctima de una purga interna ordenada por el Presidente Thein Sein mantiene una gran ascendencia sobre el partido. El acuerdo con Shwe Mann, quien ya ha declarado públicamente su disposición a pactar con Aung San Suu Kyi, podría ofrecer a la premio Nobel una salida para liderar el cambio tras varias décadas de lucha política que le llevaron a pasar 15 años en arresto domiciliario.

En las calles de Yangon, la más poblada de las ciudades de Birmania, todos confían en que, a diferencia de lo que ocurrió en 1990, en esta ocasión los militares acepten la victoria de Aung San Suu Kyi. Hasta ahora, la cúpula militar liderada por el propio Thein Sein y el poderoso jefe del Ejército, el general Min Aung Hlaing, han rechazado cualquier injerencia de los uniformados. «Aceptaremos el deseo de los votantes, cualquier que sea. Lo más importante es que haya estabilidad y desarrollo en el país”, ha afirmado el Presidente tras depositar su voto en un colegio de Naipyidó, la megalómana capital del país. El propio U Wirathu, el líder religioso de los budistas birmanos, ha asegurado en una entrevista en GARA que los militares no debería intervenir “siempre que no haya disturbios en las calles o se desmorone la Unión”.

Las elecciones de este domingo son el último paso del denominado camino a la democracia emprendido hace más de un década por el pequeño país asiático, uno de los más pobres del mundo con un PIB per capita anual de apenas 5.100 dólares, para dejar atrás más de medio siglo de guerras civiles y dictadura militar.Pese a los esfuerzos por alcanzar la paz, los enfrentamientos entre el Ejército y las guerrillas étnicas siguen causando centenares de muertos y miles de desplazados. De hecho, en más de 400 localidades del norte del país no se pudieron celebrar ayer las elecciones a causa de la tensión bélica. “En Banmaw, los kachin, que llevan más de 4 años viviendo en estos campos de desplazados, no han podido votar. En muchas otras zonas controladas por el Kachin Independence Organization (KIO) tampoco se han celebrado las elecciones”, ha denunciado Khon Ja de la Kachin Peace Network.

Alcanzar un acuerdo nacional de alto al fuego y resolver la tensión religiosa que amenaza con resquebrajar el país serán los grandes retos del nuevo Ejecutivo que no se formará presumiblemente hasta el próximo mes de marzo, tras una votación indirecta entre los candidatos propuestos por el Parlamento, el Senado y el jefe del Ejército. Aunque Aung San Suu Kyi continúa vetada para el cargo, ella misma se ha encargado de garantizar que si la “NLD gana y forma gobierno” “yo estaré por encima del Presidente”. Es el sueño con el que Yangon ha amanecido esta mañana.

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