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Las razones y miedos de los partidarios de votar sí en el referéndum de Grecia

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Las razones y miedos de los partidarios de votar sí en el referéndum de Grecia

Los partidarios del 'sí' en el referéndum griego de este domingo lo justifican al grito de "Grecia, Europa, democracia". Entre los helenos crece la idea de que todo lo que no sea asumir las reglas de juego del establisment llevaría a una situación de apocalipsis

Alberto Pradilla
02 julio 2015 Una lectura de 4 minutos
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ATENAS // «Somos parte de Europa. Creemos en la democracia. Hemos luchado duro por estar en Europa y, si gana el ‘no’ podemos quedarnos fuera. No queremos probar». Christos, profesor de primaria en una escuela pública de Atenas, resume en cuatro frases el abc de aquellos que votarán «sí» en el referéndum del domingo en Grecia. Identifican el rechazo a las políticas de austeridad con una segura salida de Europa en la que no quieren ni pensar. Aborrecen el Gobierno de Syriza antes incluso de que Alexis Tsipras hubiese sido elegido primer ministro y consideran que el sistema político está peligro. Tienen miedo. Una sensación que comparten con compatriotas que abogan por seguir la consigna de Syriza y votar «no». Aunque algunos de los asistentes a la marcha por el «sí» le añaden un plus: creen que todavía tienen algo que perder. Como Yanis, programador informático y convencido de que «la gente que hemos accedido a un nivel de vida razonable no queremos arriesgarnos».

El primero de los argumentos, el de la posible salida de Europa, es el más repetido por los detractores del Ejecutivo heleno. Hace dos días algunos de ellos todavía soñaban con no tener que enfrentarse a las urnas. Ahora, tras el discurso televisado del primer ministro, Alexis Tsipras, tienen claro que la pugna será con papeletas. Acostumbrados a cinco años de continuo apretarse el cinturón, creen que todo lo que no sea asumir las reglas de juego del establisment llevaría a una situación de apocalipsis, donde el remedio siempre sería peor que la enfermedad.

«No quiero ni imaginar qué ocurriría si sale que no»», afirmaba Eleni, jubilada, que se santigua con cara de apuro. «Dios no lo quiera», insiste. Para personas como ella, el control de capitales impuesto por el Gobierno griego como respuesta a la congelación de liquidez para los bancos decretada por el BCE es el principio de una larga y profunda espiral: corralito, impago, dracma y miseria. No conciben otra cosa. Como alternativa establecen un paralelismo entre la desfensa del estatus quo y el europeísmo. Así podía comprobarse el pasado martes, donde las banderas azules con las doce estrellas amarillas competían en número con las enseñas griegas. Además, el principal grito era «Grecia, Europa, democracia». Un eslogan que, por otra parte, seguro que también firmarían los partidarios del Gobierno, aunque con un significado completamente distinto.

«Si gana el ‘no’ tenemos el gran riesgo de salir de Europa». Defteris es contable y observa la conversación de sus amigos Spiros y Yanis con cautela. Los tres van bien vestidos aunque sin estridencias. Comparada con la marcha del lunes, la que protestaba contra la autoridad, la celebrada el martes tenía un cierto superavit de polos y tonos claros. Otra estética. Aunque tampoco era una caricatura. Quizás el discurso de Defteris era de los más previsibles. «No queremos que nuestro país se convierta en Cuba». Tras la obligatoria mención sobre Podemos, advirtiendo con gesto serio de que Pablo Iglesias sigue la hoja de ruta de Tsipras, el joven insistía: en su opinión, Atenas y Madrid podían acabar «como Cuba y Venezuela». Signifique lo que eso signifique. Para concluir, el joven termina con una frase fácilmente reconocible: «los recortes son necesarios. No se puede gastar más de lo que uno tiene».

No hay que sorprenderse por el éxito de movilizaciones como la del pasado martes. Al final, si se hacen números, se observa cómo Nueva Democracia, del depauperado Georgios Samaras, obtuvo hace cinco meses 76 escaños de 300. Es decir, quedó a 23 de los 99 de Syriza, que se impone por los 50 que se añaden al partido más votado. Paradojas de la vida, una medida inventada al comienzo del hundimiento griego para dotar de «estabilidad» a los ejecutivos que cumplían con la Troika ha terminado reforzando a su peor enemigo. Que hayan sido derrotados en las urnas no quiere decir que los rivales de Syriza hayan desaparecido.

Tampoco se puede pensar que quienes rechazan romper la baraja o reestructurar la deuda no son críticos con el pasado reciente de Grecia. Reparten culpas entre todos. Solo que a muchos les puede el miedo. Cuando uno tiene algo es más fácil que se preocupe por no perderlo. Es lo que opina Costas, que se dedica a la exportación. «La gente como yo somos proeuropeos. Lo contrario es malo para los negocios», afirma desde el aeropuerto de Atenas. Tiene pocos minutos antes de tomar un vuelo. Es el segundo día de control cambiario, pero él no está preocupado. En su compañía, con ramas en diferentes países, le facilitan una tarjeta de crédito búlgara. Así que no está limitado por los 60 euros diarios. Otra cosa son sus trabajadores. Tras amagar asegurando que no podrían cobrar y terminar reconociendo que abonará religiosamente porque las transferencias no están vetadas, insiste: «pero solo podrán sacar 60 euros».

La intranquilidad hacia el futuro es el sentimiento que más mueve a este sector. Lo de buscar responsables vendrá luego. Si llega. Mike, responsable en una multinacional (no quiere dar más datos), reparte mandobles entre los líderes corruptos, un sistema ineficaz y unas instituciones que han ahogado a Grecia. Hasta ahí, un votante de Syriza estaría de acuerdo. El problema llega en las recetas: en su opinión, «Grecia es demasiado pequeño para hacer de Don Quijote ante la UE, el FMI y el BCE». Además, cree que Tsipras ha utilizado la situación para alzarse con el poder «con mentiras»: «Sabía que no iba a poder cumplir», afirma, mientras se manifiesta para que, precisamente, el primer ministro heleno no pueda cumplir.

Las encuestas no permiten establecer un vaticinio certero sobre si se impondrán los partidarios de la austeridad, que cuentan con el apoyo exterior de las instituciones o quienes rechazan la austeridad. Hasta que las urnas decidan, quienes ya tienen la papeleta del «sí» en el bolsillo se aferran a su idea de Europa. Saben que, en caso de ganar, la segunda pelea vendrá a partir del lunes. Habrá elecciones y podrían cumplir su sueño de ver a Tsipras fuera del Gobierno lo antes posible.

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