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Reflexiones de un lector en el Día de Andalucía

Carta a la redacción
28 febrero 2015 Una lectura de 4 minutos
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Jairo García Jaramillo // Hagamos un poco de memoria reciente. El 1 de marzo de 2008, la entonces vicesecretaria general de organización del Partido Popular, Ana Mato, declaró ante la prensa que los niños andaluces eran “casi analfabetos” y tres años después, el 25 de octubre de 2011, se ratificó asegurando que en las fotos era muy frecuente verlos “por los suelos”. El 11 de enero de 2009 la diputada del PP Monserrat Nebrera afirmó públicamente que el acento de la ministra de Fomento, la socialista gaditana Magdalena Álvarez, “parece un chiste”, y un año y medio después, el 18 de agosto de 2010, Juan Soler, portavoz adjunto del PP en la Asamblea de Madrid, calificó a la también socialista Trinidad Jiménez, aspirante a la presidencia de la Comunidad de Madrid, como “más apta por su acento para Dos Hermanas o Vélez-Málaga”. Un año después, el 30 de septiembre de 2011 supimos que el presidente de la Generalitat de Catalunya, Artur Mas, afirmó en el Parlament que “en Sevilla y Málaga hablan el castellano, efectivamente, pero a veces a algunos no se les entiende”. Nosotros a él sí que lo entendimos, aunque lo dijo en catalán… será que estamos acostumbrados a verlas venir.

El 23 de marzo de 2010 la presidenta de la Comunidad de Madrid y célebre lideresa del PP, Esperanza Aguirre, aseguró que en Andalucía el dinero de los contribuyentes se utilizaba “para hacer pitas, pitas” entre los jornaleros, como se hace con las gallinas. Joan Puigcercós, líder de ERC, afirmó el 14 de noviembre de ese año que en Andalucía “no paga impuestos ni Dios” y Duran i Lleida, dirigente de CiU, dijo el día 8 de octubre de 2011 que los campesinos andaluces reciben ayudas “para pasar la mañana o toda la jornada en el bar del pueblo”. Hasta Cayetano Martínez de Irujo, el menor de los hijos de la fallecida duquesa de Alba, afirmó en televisión el 11 de diciembre de 2011 que los andaluces, a diferencia del resto de España, “no tienen ganas de trabajar”, especialmente la gente joven, que “no tiene el menor ánimo de progresar”. Y así hasta hace sólo unos días en que el joven presidente de Ciutadans, Albert Rivera, se sumó a este elenco del disparate afirmando que si su partido gobierna en Andalucía, “va a enseñar a pescar a los andaluces, en lugar de repartir pescado”, como si concurrir a nuestras elecciones fuese algo parecido a un programa de cooperación para el desarrollo en el Tercer Mundo.

Pero la cosa no acaba aquí. Algunos intelectuales se han sumado últimamente a esta nueva campaña de linchamiento andaluz, por ejemplo el escritor Luis Racionero, otrora director de la Biblioteca Nacional de España durante el gobierno de Aznar, que el 29 de noviembre de 2014 publicaba en La Vanguardia una invectiva titulada, muy significativamente, «La Andalucía insolidaria», donde afirmaba ser “chocante” para él que con los niveles de paro de Andalucía, “los viveros de Almería los trabajen marroquíes y subsaharianos y que los aceituneros de Jaén no sean todos “altivos”, como los cantaba García Lorca (sic), sino inmigrantes”. Que confunda a Federico con Miguel Hernández no es tan alarmante como el vergonzoso ataque a Cádiz que dejaba caer al final y con el que terminaba de retratarse: “Como son los más graciosos tienen un 47% de parados, supongo que para darles tiempo de componer chirigotas”. Pero al trapo llevan tiempo entrando otros muchos, como el reputado economista Ramón Tamames, que en una reciente entrevista para el diario canario La Provincia aseguraba que los trabajadores españoles en Suiza son estupendos, mientras que “en Andalucía no dan ni golpe”.

Este apresurado inventario es sólo una muestra de lo que nos llega, de cuando en cuando, a través de los medios. La realidad de lo que se dice y piensa de nosotros debe ser aún más escandalosa. De nada sirve que algunos se hayan retractado si para obtener rédito electoral y atacar al partido del gobierno, o para buscar el aplauso puntual de un auditorio de convencidos, acudieron previamente a la vileza de ofender a todos los andaluces. En todo caso, los insultos no son nuevos, ni tampoco quien los profiere. Dan igual los nombres concretos, sus palabras son las mismas que han utilizado los señoritos del norte toda la vida, las de quienes esquilmaron, saquearon y humillaron esta tierra desde tiempo inmemorial, sólo que ahora no van a caballo sino en automóviles de 50.000 euros. Son las derechas de siempre, que, renovados el desprecio y la altanería, siguen culpando a los trabajadores del atraso andaluz, de la miseria, del desempleo, acusando a ocho millones y medio de ciudadanos de vagos, juerguistas y analfabetos. El hazmerreír de España, la Andalucía del chiste. Que no sabemos hablar, dicen. Que les robamos, que les costamos muy caro. Y pretenden hacernos creer en sus nacionalísimas identidades de cartón piedra –¡a nosotros, que somos hijos de la encrucijada!? con el clasismo y la superioridad de quienes son educados para mandar desde pequeños, para reírse del prójimo, para utilizar los estereotipos de la más baja calaña, desconociendo las dificultades políticas, culturales e ideológicas del pueblo andaluz, las causas históricas del subdesarrollo, la dinámica profunda de la explotación.

Como escribió Blas Infante, todavía el latifundismo triunfa en lo ideológico, y la prueba es que el propio padre de la patria andaluza, luchador infatigable por las libertades –lo cual, no lo olvidemos, le costó ser fusilado por los golpistas en agosto del 36-, fue llamado “cretino integral”, “grotesco” y “estrafalario” el 31 de octubre de 2007 por el entonces eurodiputado del PP Vidal-Quadras, lo que desencadenó una rápida rectificación del presidente de su partido, Mariano Rajoy. ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? Hace tiempo que el poeta Javier Egea respondió con firmeza a esta larga historia de infamia, y está bien recordar sus versos hoy, 35 años después de aquel 28F, ante este tipo de declaraciones algo más que desafortunadas: “La saliva es un don: cuando se escupe”.

———————–

Jairo García Jaramillo (Granada, 1982) es profesor de Secundaria, escritor, investigador y columnista. Es autor de La poesía de Javier Egea (Granada: Zumaya, 2010) y La mitad ignorada. En torno a las mujeres intelectuales de la Segunda República (Madrid: Devenir, 2013), obra con la que obtuvo el XIII Premio de Ensayo “Miguel de Unamuno” del Ayuntamiento de Bilbao en 2011.

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Comentarios
  1. Jordi dice:
    28/02/2015 a las 18:06

    Saludos desde Barcelona.
    Sin duda, los prejuicios siguen alimentando la política y enfrentando a unos pueblos contra otros para desviar la atención de los verdaderos conflictos (propiedad de medios de producción y límites del planeta).
    Quizá, el día en que se acaben los latifundios físicos en Andalucía y la tierra se reparta entre quienes la trabajan, empezarán a desaparecer los latifundios mentales.

    Responder

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