Recomendaciones literarias de Bob Pop

Publicado en el número de enero de La Marea, disponible en nuestra tienda virtual

Big Brother

Lionel Shriver (Anagrama)

Cerrado por asuntos familiares de peso podría ser un buen lema para este estupendo libro que, una vez abierto, desvela mucho más y nos arrastra a una fabulosa historia a varios tiempos. Una historia que es pura necesidad de narrarse y elegir un camino literario en la encrucijada; alguno de los que no elegimos al vivir. Porque escribirnos es, también, una forma de sentir que alguien nos mira mientras sobrevivimos, que todo tiene un sentido, que nada es para nada. Porque este Gran  Hermano es Orwell, es televisión y es un hermano mayor obeso. Y mucho más.

  Canciones de amor a quemarropa

Nickolas Butler (Libros del asteroide)

Entran tantas ganas de quedarse a vivir para siempre en Wisconsin con este libro que es una canción de amigos a muchas voces, un lugar que nos guarece y nos hace desear que la lectura no acabe.
¿Que es una historia que ya nos han contado antes? Sí y no. Da igual: nos hacía mucha falta. Uno de esos libros donde guarecerse de uno mismo. Una acogedora delicia.

El monstruo de Hawkline

Richard Brautigan (Blackie Books)

Brautigan juega al western gótico con este divertimento intergénero (literario) que más que una parodia es una brillante disección de cierta clase de artilugios literarios que funcionan gracias a su perfecta combinación de elementos. El monstruo de Hawkline es tan resultón como un buen libro malo pero es tan bueno que no nos deja resaca culpable.

Impostores

Sarah Burton (Alba Editorial)

En estos malos tiempos de impostura e impostores (un beso, Pequeño Nicolás), resulta muy recomendable este ensayo que cruza los apasionantes relatos de grandes farsantes de la historia con un acertadísimo análisis, no sólo de sus razones íntimas sino del espacio que hemos ido creando entre todos para acoger y amar a aquellos que se fingen quienes no son.

Cartas de amor

Fernando Pessoa (Funambulista)

Sólo por leer a un Pessoa enamorado en diminutivos cursis, vale la pena disfrutar de estas cartas de amor (que son ridículas, como todas las cartas de amor, ya lo escribió él mismo con otro nombre en un poema) donde se cruzan pensamientos elevados, cuestiones prácticas y mucho arrobamiento de un hombre que se descubre amante avergonzado. Y son maravillosas.