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Una cifra que no para de crecer: 533 víctimas de violencia machista al día

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Sociedad

Una cifra que no para de crecer: 533 víctimas de violencia machista al día

El número de mujeres víctimas de violencia de género aumenta un 10% en 2023, una tendencia que viene dándose desde 2013, con la única excepción del año de la pandemia, según el CGPJ.

Una mujer en una protesta del 25-N. GUILLERMO GUTIÉRREZ / REUTERS
La Marea
20 marzo 2024 Una lectura de 6 minutos
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194.658 mujeres fueron víctimas de violencia de género en 2023, un 10,30% más que en 2022, según el informe anual del Observatorio contra la violencia doméstica y de género del Consejo General del Poder Judicial. La cifra también puede leerse de la siguiente manera: 533 mujeres víctimas cada día. El incremento de víctimas, salvo el año duro de la pandemia de COVID (2020), viene ocurriendo de forma continuada desde 2013. Dos de cada tres mujeres víctimas (65,22%) eran españolas. La mayoría de hombres condenados en los juzgados de violencia sobre la mujer también eran españoles: 18.720 frente a 8.507 de nacionalidad extranjera.

Según el informe, los órganos judiciales recibieron 199.282 denuncias por violencia de género, un 9,46% más que en 2022, cuando se registraron 182.065. La suma de las órdenes de protección acordadas ascendió a 35.551, un 8,24% más que en 2022, mientras que las sentencias dictadas fueron 60.172, un 5,4% más. El 80,64% de esas resoluciones contenían un fallo condenatorio, lo que marca un nuevo máximo anual en la serie histórica.

Un año más, indica el Observatorio, siete de cada diez denuncias (70,93%) fueron presentadas por las propias mujeres, bien en el juzgado o en comisaría, cifra que sigue siendo muy superior a la de las denuncias presentadas por el entorno de la víctima, apenas un 1,82% del total. Las denuncias derivadas directamente de atestados policiales representaron el 15,89%; las originadas por partes de lesiones, el 7,94%; y las presentadas por terceras personas, el 3,43%.

La tasa de víctimas de violencia de género

La tasa de víctimas de violencia de género por cada 10.000 mujeres fue de 79,4 en toda España, seis puntos y medio más alta que en 2022. Por encima de la media nacional se situaron Baleares, con una ratio de 124,8; Murcia, con 114,5; Comunidad Valenciana, con 106,5; Canarias, con 102,1; Andalucía y Navarra, con 88,8; y Madrid, con 80,9. Las tasas más bajas se contabilizaron en Castilla y León, con 52,5 víctimas por cada 10.000 mujeres; Galicia, con 53,1; País Vasco, con 56,8; La Rioja, con 58,9; Catalunya, con 61,5; Castilla-La Mancha, con 62; Asturias, con 65,3; Aragón, con 72,8; Cantabria, con 76,7, y Extremadura, con 77. 

El 10% de las víctimas renunció a declarar contra su agresor

El porcentaje de mujeres víctimas que se acogieron a la dispensa de la obligación legal de declarar aumentó un 15,38% respecto a 2022: un total de 19.500 víctimas renunciaron a prestar declaración contra sus agresores. Pese al incremento en el número total, el porcentaje de víctimas que se acogió a la dispensa (10,02%) fue muy similar al de 2022 (9,58%). De ellas, 9.540 eran españolas y 7.299 de otras nacionalidades.

En 2023 se solicitaron en los órganos judiciales 50.806 órdenes de protección. De ellas, fueron acordadas 35.551, un 8,24% más que en 2022 y se denegaron otras 15.067, un 5,6% más que en el año anterior. Un año más, los órganos judiciales acordaron siete de cada diez órdenes de protección, un 69,97%

Del total de órdenes de protección dictadas por los órganos judiciales, 29.177 lo fueron por los juzgados de violencia sobre la mujer, que acordaron el 68,7% de las solicitudes que recibieron; las otras 6.374 (el 77% de las solicitadas) correspondieron a los juzgados de guardia.

En el 46,3% de los casos, la relación de pareja (cónyuge o relación afectiva) se mantenía en el momento de solicitud de la orden de protección, porcentaje levemente inferior al de 2022 (48,4%).

Dos de cada tres mujeres (64,8%) que solicitaron protección eran españolas y un 2,1% del total (españolas y extranjeras) eran menores de edad. En ambos casos, los porcentajes son similares a los registrados en 2022. 

Medidas judiciales penales y civiles de protección

Los órganos judiciales acordaron también, derivadas de las órdenes de protección y de otras medidas cautelares, 64.914 medidas judiciales penales de protección de las víctimas (mujeres y menores). En el ámbito penal, las más frecuentes fueron las órdenes de alejamiento (25.137), que representaron el 67,37% del total de órdenes de protección y medidas cautelares acordadas, y la prohibición de comunicación (24.270), un 65,25%.

Por otra parte, los órganos judiciales dictaron un total de 20.757 medidas cautelares civiles, cuya finalidad es la protección de la mujer y de los menores en tanto se resuelve el proceso penal. Las más frecuentes fueron las relacionadas con la prestación de alimentos (6.471), seguidas por las relacionadas con la atribución de la vivienda (4.550), la suspensión del régimen de visitas (4.026) y la suspensión de la guardia y custodia (2.411).

Ocho de cada diez sentencias fueron condenatorias

El pasado año, el porcentaje de sentencias condenatorias dictadas por los órganos judiciales (juzgados de violencia sobre la mujer, juzgados de lo penal y audiencias provinciales) en procesos relativos a violencia de género aumentó más de tres puntos respecto a 2022 y se situó en el 80,64 % del total.

El número total de sentencias dictadas en 2023 fue de 60.172 y, de ellas, 48.525 fueron condenatorias y 11.647 (el 19,36 %), absolutorias.

El mayor porcentaje de condenas a maltratadores se produjo, como en años anteriores, en los juzgados de violencia sobre la mujer, con el 92,56%, y en las audiencias provinciales, con el 81,02% del total de sentencias dictadas. Los juzgados de lo penal impusieron condenas en el 69,08% de los casos enjuiciados.

La presidenta del Observatorio, Ángeles Carmona, recalca que la capacidad de reunir el material probatorio necesario para alcanzar un fallo condenatorio se hace siempre, y en cualquier caso, con el máximo rigor en la protección de todos los derechos que asisten al investigado. “Que haya un mayor porcentaje de fallos condenatorios implica que no hay impunidad en estos delitos y que la credibilidad de la víctima en su declaración se valora siguiendo el criterio establecido por la jurisprudencia del Tribunal Supremo”, añade.

Carmona insiste en la necesidad de mantener los altos niveles de formación y profesionalidad de quienes hacen posible que la Justicia funcione dando una respuesta a la víctima. «El Estado debe seguir apostando por la lucha contra la violencia de género y debe seguir aportando los medios necesarios, por lo que hoy más que nunca es imprescindible que los partidos políticos dejen a un lado sus diferencias con el fin de reeditar tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado un pacto de Estado que, como el de 2017, nos permita seguir siendo puntas de lanza a nivel internacional en esta materia», sostiene en un comunicado.

Para Carmona, los datos de 2023 tienen, por un lado, una lectura positiva, en la medida en que muestran que las mujeres confían en la justicia y dan el duro paso de denunciar a su agresor. Pero también muestran con toda la frialdad que permiten los números que la violencia contra las mujeres sigue muy presente en nuestra sociedad, con una media superior a las quinientas denuncias y víctimas al día a lo largo del año.

Principales datos del cuarto trimestre de 2022

Los principales indicadores de la violencia de género mostraron, durante el cuarto trimestre del año pasado, la tendencia al alza de toda la anualidad. El número de mujeres víctimas de la violencia machista, 49.780, fue un 14,43% más que en el mismo periodo de 2022, en el que sumaron 43.504. Dos de cada tres víctimas (65,49%) tenía nacionalidad española.

También se incrementaron, en un 13,43%, las denuncias, que sumaron 51.132 frente a las 45.078 del último trimestre de 2022. Tres de cada cuatro de esas denuncias, el 70,02%, fueron presentadas por la propia víctima, mientras que su entorno familiar denunció los hechos en un 1,7% de los casos. 

El número de mujeres que se acogieron a la dispensa del deber legal de prestar declaración aumentó en un 4,69% respecto al año anterior. En total, fueron 4.795 mujeres, es decir, el 9,63% de las víctimas.

Los juzgados de violencia sobre la mujer adoptaron entre octubre y diciembre de 2023 un total de 6.991 órdenes de protección, el 67,3% de las 10.386 solicitadas ante estos órganos judiciales. A éstas se añaden las 1.670 órdenes adoptadas por los juzgados en funciones de guardia, el 77% de las 2.169 peticiones recibidas.

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Comentarios
  1. Jesus Olmo dice:
    06/06/2025 a las 10:02

    Fragmento de la introducción del libro “Aspirante a asesino. Un estudio clínico”, de Vamik D. Volkan:

    ¿Qué lleva a que en nuestro mundo «desarrollado» personas de diverso nivel cultural y social cometan homicidios y asesinatos más o menos coherentemente «justificados»? ¿Qué ideas, fantasías, emociones o sentimientos están en la base psicológica de esas acciones, las más «patológicas» que pueden darse dentro de la especie? ¿Qué piensan, qué sienten, qué fantasean esas personas cuando se deciden a hacerlo o cuando lo están planificando con mayor o menor coherencia? Siglos o milenios de acostumbramiento a las guerras en la belicosa Europa casi nos impiden hoy atender al tema con cierta amplitud de miras y casi favorecen el no preguntarse por los motivos y, menos aún, por aquellos personales e íntimos. Mucho más con la banalización de la violencia y la muerte de seres humanos que se desarrolla en los media, y en particular las televisiones, películas, series y vídeojuegos. ¿Esas personas son tan solo «monstruos anormales»? ¿Y no es monstruoso que un acto tan grave como decidir matar a la propia esposa o a la propia pareja o expareja se vea como algo que no tiene antecedentes, como si no hubiera unos factores de riesgo graves previos, como si no hubiera actividades preventivas o clínicas que realizar también con los uxoricidas y con los asesinos u homicidas en potencia? ¿Hay alguien que pueda pensar que decidir matar con un hacha, una katana, a golpes brutales, a tiros, rociándolas con líquidos inflamables, etc. a la pareja o expareja o a sus hijos, símbolos de la creatividad y el desarrollo, puede hacerse como un «cortocircuito», sin toda una serie de representaciones mentales, fantasías y sentimientos detrás? ¿Cuáles pueden ser estos? ¿Cómo pueden ser tenidos en cuenta para prevenir más muertes (seguidas de los frecuentísimos suicidios posteriores)? Mantenemos exactamente lo contrario: para que una persona llegue a matar o a pensar en matar a otra, en nuestras sociedades y en este momento histórico, hay que estar muy mortificado en el mundo interno. Se tienen que dar —o se han dado— poderosas, atemorizantes o iracundas fantasías y deseos, imágenes y fantasías terroríficas, disparatadas y llamativas… (…) No son situaciones tan raras como podemos creernos, sino, más bien, poco oídas y atendidas. (…) Entonces, ¿por qué temer tanto a las vivencias y explicaciones de sujetos con psicosis o con desintegraciones psicóticas por drogas o contextos sociales? (…) Por mucho que nos asusten, e incluso paralicen nuestras emociones y pensamientos, también los asesinos en potencia o los homicidas hablan y tienen cosas que contar. Tenemos cosas que aprender de ellos y con ellos, más allá de rígidas actitudes de negación y marginación fascistizante. Otra cosa diferente es que, para hacerlo, deban darse unos cuidados técnicos en la relación, así como unas teorías o hipótesis en las cuales encuadrar lo que vemos y oímos. Pero en el primer momento es indispensable observar, escuchar (dentro de un encuadre) y dejarnos impactar por sus vivencias, fantasías y delirios. También tenemos que aprender de ellos y con ellos. Incluso de homicidas y asesinos, como muestra Volkan en este libro. Y, por supuesto, de sus víctimas. Oírlas con tiempo y cuidado y reflexionar. Reflexionar y no solo imponer «soluciones», «medidas» o «dogmas». Es la triada víctima-victimario-contexto social entera la que debe ser replanteada. En este libro, Vamik Volkan, con el valor personal y científico que lo caracteriza, muestra el trabajo y la investigación realizada por él mismo y por Atis, un asesino en potencia que solo detuvo su hacha en el último instante, y que siguió acariciando deseos homicidas tanto hacia su esposa como hacia otras personas… incluso hacia el propio terapeuta. Un cuasiasesino que creía que poseía tres penes y dos vaginas, como Volkan narra a lo largo de este volumen. Decíamos que esa actitud de observación y reflexión conjunta cuidadosa es de gran importancia porque a menudo, en el fragor cultural e ideológico de las graves repercusiones del machismo de nuestras sociedades, con consecuencias de muerte en ocasiones, se puede perder de vista la individualidad de los participantes: tanto la individualidad de las víctimas, como, más aún, la individualidad de los victimarios. Por razones políticas, pero también jurídicas, se tiende a contraponer la comprensión de la víctima y el victimario con el necesario proceso de despatriarcalización y desfascistización de nuestras sociedades idealizadamente «democráticas». Sin embargo, algunos profesionales y muchos ciudadanos pensamos que el combate cultural y político actual del feminismo, con sus variantes, contradicciones y conflictos, es necesario e inevitable; pero también que no está en contradicción —sino que podría enriquecerse— con la comprensión del mundo interno de víctimas y victimarios, cosa que es aún más difícil en otro tipo de homicidios y asesinatos. En definitiva, si no nos dejamos dominar por el pensamiento «unidimensional», también en nuestra reflexión sobre estos temas, hemos de tener claro algo muy elemental: para decidir matar a una persona, al menos en nuestras sociedades europeas actuales, tienen que darse unas fantasías, emociones, conflictos y representaciones mentales particulares, muy diferentes y mucho más idiosincráticas que el machismo, el autoritarismo o el fascismo mental. Cuando se ha tenido contacto con estas terribles muestras de la imperfección de nuestras sociedades, se sabe que en muchos —si no en todos— los que perpetran los crímenes machistas (y más aún, los «asesinos de masas» o «en serie») hay psicopatología, es decir, desarrollos psicológicos anómalos. En general, desde el punto de vista psicopatológico, encontramos sujetos dominados por fantasías y temores psicóticos, o por los efectos de determinadas drogas, además del machismo, el fascismo y otros extremismos culturales y políticos. No obstante, en cualquier caso, cada una de al menos esas tres posibilidades y sus combinaciones actúan sobre la base de determinadas vulnerabilidades personales. No es el simple «la mató». Ni siquiera «otro crimen machista». Esa realidad es siempre compleja, como ahora sabemos si tenemos en cuenta, por ejemplo, los frecuentísimos intentos de suicidio posteriores al asesinato machista o de género. Lejos del simplismo de «la maté porque era mía» con el que acríticamente se aceptaba a nivel popular la explicación (y que ha dado lugar a innumerables coplas, tangos, rocks y baladas) hemos de comenzar a aceptar una realidad más compleja. Por ejemplo, la combinación de esa motivación con la opuesta: “la maté porque no era mía” (porque era más sensible, más capaz, más creativa que yo; porque me podía dejar…). Un largo camino aún no recorrido por parte de la cultura popular y psiquiátrica. No es posible reflexionar sobre los asesinatos de género y machistas, por ejemplo, sin tener en cuenta la importancia de algunas o varias de esas circunstancias en los victimarios: para empezar, que los victimarios pueden estar dominados por la desintegración psicótica más o menos celotípica o paranoide, por la organización psicopatológica incontinente, más o menos reforzada por drogas, o por la relación intrusiva o perversa. Como diríamos desde nuestra perspectiva psicopatológica, en esos sujetos es seguro que habría que explorar sus organizaciones/desorganizaciones psicóticas, así como las «organizaciones psicopatológicas de la relación» incontinentes, perversas y adictas. Si estas variables no se tienen en cuenta, si no se atienden, tendemos a despachar con simplezas como «asesino, machista, drogadicto» a los victimarios. Pero, como decimos, en nuestras sociedades económica e informativamente opulentas, para matar a una persona hemos de pensar que tienen que darse antecedentes, vulnerabilidades y conflictos serios. La realidad de las complejas relaciones víctima-verdugo y, más ampliamente, víctima-verdugo-sociedad, si escuchamos a los tres participantes, puede llevarnos a pensar, por ejemplo, que son necesarios cambios urgentes en la atención social a los problemas de violencia de género. Que ante ellos no hemos de marginar totalmente el pensamiento psicopatológico, ni amputarlo en una estéril descripción de supuestas «enfermedades» o «imputabilidades/inimputabilidades». Más allá y más acá debería desarrollarse una reflexión y un estudio psicopatológico sobre estas personas y estas situaciones que nos permitiera la prevención primaria de esos sucesos (que poco se arreglan con «minutos de silencio») y la prevención secundaria de las consecuencias de algunos trastornos psicopatológicos mal cuidados. Eso no debe significar, como algunos temen, reducir el problema a la psicopatología, ni muchos menos. Por el contrario, el necesario combate cultural contra el machismo y la violencia de género debe ser ampliado y radicalizado. Pero ello no obsta para que, al tiempo, vayamos profundizando en sus componentes, algo para lo cual la psicopatología biocomercial al uso se muestra impotente. Necesitamos otras perspectivas psicopatológicas más basadas en la relación y en el contexto, desde luego. Y solo a partir de esas diferentes aproximaciones podremos perfilar de forma más adecuada los cambios necesarios para disminuir drásticamente esta grave anomalía de nuestras sociedades democráticas. Pero hemos de saber entonces que, además de «minutos de silencio», nuestros políticos y administradores deberían proporcionar formación y servicios adecuadamente financiados y emocionalmente contenidos tanto para los victimarios como para las víctimas. Y también medios para aumentar el apoyo social y comunitario, que van desde los dispositivos electrónicos de detección para los casos de riesgo grave hasta la financiación y apoyo a los grupos de ciudadanas y ciudadanos que estén dispuestos a colaborar en la prevención de tales situaciones.

    Responder
  2. Gus dice:
    24/03/2024 a las 07:58

    Y todavía habrá una reacción patriarcal negacionista más fuerte según se agrave la situación. Los entornos de la víctima están desamparados frente a la amenaza y la venganza del agresor, pudiendo agravar más la suerte de la mujer.

    Responder
  3. Carmen C. dice:
    20/03/2024 a las 22:25

    Yo no entiendo lo que está pasando.
    Es muy fuerte.
    Lo que sí me atrevo a señalar es que la dictadura del capital nos ha despojado a TODES de ideales, de valores, que potencian la autoestima en ellas y en ellos, y los ideales, los valores y la autoestima no suelen llevar al ser humano a estas lamentables e irremediables situaciones.

    Responder

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