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La historia argentina de Lucía Lijtmaer
'Casi nada que ponerte', el último libro de Lucía Lijtmaer, es una narración plural y colectiva sobre su familia y la de todo un país.
La lectura desordenada tiene sus ventajas. Leer el primer trabajo de un autor cuya obra posterior ya se conoce resulta un ejercicio interesante porque ofrece una nueva perspectiva sobre aquello que ya se ha leído a la vez que influye en la recepción que se hace de esa primera obra, que ya no es leída aisladamente, sino que irremediablemente es puesta en diálogo con todo aquello que vino después. Esto es lo que sucede con Casi nada que ponerte, el primer trabajo narrativo de Lucía Lijtmaer, cuya consagración literaria llegó hace apenas un año y medio con Cauterio, novela publicada por Anagrama, sello responsable de reeditar aquel primer libro, publicado a finales de 2015, pero escrito en 2010.
Si bien es cierto que se trata de dos obras radicalmente opuestas, ante todo porque Casi nada que ponerte no es una novela, sino un texto que transita entre la crónica, el relato biográfico y el retrato/perfil periodístico, estos dos libros revelan el carácter observador de Lijtmaer, para quien la escritura está siempre acompañada por un ejercicio de indagación histórica, social y cultural. Si en Cauterio este ejercicio de indagación es más que evidente en la aproximación que realiza Lijtmaer a la figura de Deborah Moody, en Casi nada que ponerte es el punto de partida y, a la vez, el motor de la narración.
Casi nada que ponerte parte de la reconstrucción de la historia de Jorge y Simón, que, en los años setenta, conquistaron la ciudad de Buenos Aires con los trajes que el segundo confeccionaba y vendía en La Colorada, una especie de boutique/atelier que “a mitad de la década de los setenta resultaba suntuoso”. Estamos en los primeros años de la dictadura militar: aniquilada la industria, se promueve la exportación de materias primas y se “juega con la especulación financiera”. De ahí que a la Argentina llegaran “grandes remesas de capital extranjero”. No solo entra mucho dinero, sino que “se hacen grandes fortunas”. En este contexto, La Colorada, “ofrecía todo lo necesario para un tipo de mujer con altísimo poder adquisitivo, pero aislada dentro del país por sus circunstancias políticas”.
Es ese determinado contexto político-económico el que explica, en gran medida, el éxito de Jorge y Simón de la misma manera que es ese mundo cerrado de “agricultores y ganaderos” lo que explica que el joven Simón, a quien no le gustaba jugar a fútbol como a los otros niños y que contaba los días para que llegara el sábado por la noche para ir al cine, hubiera abandonado Villa María para trasladarse a Buenos Aires, ciudad a la que también se trasladó Jorge desde Rosario.
Asimismo, es el contexto político y económico el que explica el lento deterioro de su negocio –ese lugar que no existía, como recuerda una clienta, y que Simón hizo que existiera– a pesar de los intentos desesperados de Simón por resucitarlo: en los noventa, las medidas económicas del primer gobierno de Carlos Medem que, en un inicio, les habían beneficiado, se volvieron a partir de 1996 “en un arma de doble filo para negocios como el de ellos”. Aparecen nuevos compradores con un “gusto por la moda mucho más globalizados”.
Aparecen tiendas en las que se pueden adquirir las marcas extranjeras más que (re)conocidas; los nuevos ricos acuden a Miami a “hacer shopping” y la compra por Internet comienza a devenir algo habitual. Pocos años después, “el descalabro económico de De la Rúa”, terminó por arruinarlo todo. La Colorada cerró definitivamente sus puertas y los otros proyectos acabaron en nada.
La historia de Jorge y Simón es la historia de Argentina durante su último medio siglo. Y es aquí donde su vida –la de los diseñadores– confluye con la de Lijtmaer: su éxito llegó con la dictadura militar que obligó al exilio a los padres de la autora, que llegó a Barcelona con siete meses. “Cuando la cosa se puso pesada”, así resumían sus padres su decisión de marchar. Ellos huían, Jorge y Simón se quedaban y veían cómo su negocio prosperaba.
De aquellos años, apenas quedan recuerdos: pocas fotos, pocas explicaciones y alguna frase suelta con la que resumirlo todo: “Mis padres dejaron atrás un país marcado por la dictadura y empezaron su vida en otra parte”. Pero esta otra parte es para la autora, hija de inmigrantes, “una isla en medio del Pacífico”. El pasado “es una narración”, pero una narración muchas veces llena de vacíos y de la que es necesario apropiarse. El viaje de la autora a la Argentina para indagar la historia de Jorge y Simón se convierte en un viaje hacia su propia historia, hacia esa narración que debe ser completada, comprendida, apropiada.
De esta manera Casi nada que ponerte se convierte en una narración plural y colectiva: es la historia de Jorge y Simón, es la historia de Lijtmaer y la de su familia –la que se exilió y la que se quedó– y es la historia de un país. Es una narración coral hecha de contradicciones –ahí está el lujoso tríplex de Jorge y Simón asomándose a un país empobrecido que se manifiesta en 2001–, de versiones y de experiencias divergentes, pero coincidentes a lo largo del tiempo.
Casi nada que ponerte cuestiona así la idea de pasado: no hay un único pasado, porque no hay una experiencia unánime sobre el mismo. De ahí la relevancia del contexto político y económico, que determina las vidas: el aislamiento de quienes se vieron atrapados en un país frente al aislamiento de quienes tuvieron que huir; el aislamiento acomodado frente al aislamiento marcado por el miedo –la abuela de Lijtmaer recuerda cómo cada noche se aseguraba que el único hijo que no se había marchado estuviera durmiendo en su habitación–. Casi nada que ponerte nos muestra ya a una autora para la cual la literatura es sinónimo de complejidad, para quien la literatura es una indagación en territorios contradictorios y no siempre reconfortantes.
Casi nada que ponerte
Lucía Lijtmaer
Anagrama, 2023
Lxs argentinxs que viven en este país y con lxs que tengo trato me parecen personas cultas e inteligentes y siempre acabo por preguntarles que como es posible que con personas así Argentina vote a gobernantes que dejan bastante que desear así como va la economía. Algunxs me dicen que han huído porque no encajan allí, otrxs me dicen que el problema es que hay mucho ladrón.