‘Stutz’, la aceptación de nuestra vulnerabilidad

FÉLIX ‘EL DUENDE’ // Decidí ver Stutz horas antes de pasar la Nochebuena con mis padres. Estas fechas son complicadas para mí, me asaltan los recuerdos de personas a las que amo y ya no están conmigo. No tenía ganas, por lo tanto, de acudir a ninguna reunión familiar y pensé que la película dirigida por el actor Jonah Hill, de la que había leído buenas críticas, tal vez mejoraría mi estado de ánimo.

El propósito inicial de Hill con su cinta era acercarnos la psicoterapia y dar a conocer el método empleado por su psiquiatra, Phil Stutz. A medida que el rodaje fue avanzando se hizo evidente que la relación tan especial entre ambos daría como resultado algo aún más complejo e intenso: dos personas, terapeuta y paciente, mostrando el uno al otro sin tapujos, con cámaras grabando, sus respectivas vulnerabilidades.

Jonah Hill comenzó a acudir a la consulta de Stutz porque no tenía una autoestima sana, no se encontraba bien consigo mismo. Creció con sobrepeso, sintiendo que su aspecto estaba mal porque así lo determinaba la sociedad. La espera de una disculpa o alguna clase de compensación por todo el dolor padecido no le permitían avanzar. Su temor a las pérdidas y el no ser capaz de procesarlas adecuadamente le suponían también un motivo de angustia. No me fue difícil empatizar con Jonah e identificarme con sus experiencias y su necesidad de buscar ayuda psicológica. Lo que no esperaba era conectar con la figura de Phil Stuzt, y es aquí donde encontramos uno de los mayores logros del documental.

Descubrimos que de niño tuvo inseguridades y sufrió pérdidas que le dejaron una herida que tardó en curar. Fue diagnosticado de párkinson pasada la treintena y ahora, a sus 74 años, y a pesar de todo lo aprendido gracias a su profesión, tiene que esforzarse cada día para no deprimirse y sobrellevar los efectos físicos causados por la enfermedad. Con su propio ejemplo Stutz nos enseña que nadie está libre de problemas, ni siquiera las personas a quienes admiramos y nos parecen de otro mundo. Nadie.

Esa parte que nos avergüenza

La sinceridad con la que conversan los dos protagonistas consigue que demos un voto de confianza a todo lo que propone el doctor Stutz para que mejore nuestra vida: intentar extraer algo positivo de cualquier circunstancia o suceso que nos ocurra, por muy malo que sea, y dejar de perseguir la perfección en nosotros/as y en lo que nos rodea. Que abracemos esa parte nuestra que nos avergüenza y nos esmeramos por ocultar a los demás y que asumamos la existencia de una voz interna que intentará convencernos de que no podremos evolucionar ni mejorar. El seguir adelante a pesar de esta voz es lo que nos hace y nos hará felices.

Stutz está realizada y narrada con una calidez tal que crees estar con él en su oficina, escuchándole atentamente, probablemente observando con disimulo su temblor, tan opuesto a la seguridad y serenidad que transmite al hablar. Yo volví a la realidad al aparecer los créditos finales. Salí entonces de mi casa con mejor humor y en mi cabeza resonaban estas palabras de Phil Stuzt: «Permítete meter la pata. El fracaso y la debilidad nos conectan al resto del mundo». Y disfruté de la cena con los míos.

El documental ‘Stutz’, de Jonah Hill, se emite en la plataforma de Netflix.

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