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Virginia Woolf necesita unas botas de agua

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Cultura

Virginia Woolf necesita unas botas de agua

Aroa Moreno Durán escribe sobre 'Escenas de una vida: matrimonio, amigos y escritura' (Clave Intelectual), una selección de los diarios de Virginia Woolf a cargo de Gonzalo Torné.

Portada de 'Escenas de una vida: matrimonio, amigos y escritura'. CLAVE INTELECTUAL
Aroa Moreno Durán
13 agosto 2021 Una lectura de 3 minutos
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Esta reseña forma parte de El Periscopio, el suplemento cultural de nuestra revista en papel, cuyo último número tienes disponible aquí.

Virginia Woolf (Londres, 1882) escribió diarios desde 1915 hasta su muerte en 1941. Llenó de pensamiento y literatura veintiséis cuadernos en total. Lo hacía entre la hora del té y la de la cena, en un breve tiempo libre que arañaba cada día. Tras su muerte, Leonard Woolf, su marido, extractó algunas páginas relativas a su escritura que llegaron a las librerías en 1953. En español, se pueden leer los diarios completos en la editorial Tres hermanas, que ha traducido más de 1.800 páginas en tres volúmenes. 

Es el escritor Gonzaló Torné el que propone a la editorial Clave Intelectual esta selección que recoge en un solo volumen algunos de los pasajes más interesantes y los organiza, por primera vez, por temas: “las vidas de mis amigos” —donde se registra lo que escribió Woolf a lo largo del tiempo sobre sus amigos hasta conformar varias biografías y sus opiniones sobre otros escritores—, “mis pensamientos” —una especie de aforismos iluminadores—, “mis novelas” —el taller de escritura de Woolf— y “mi matrimonio y mi enfermedad” —donde compone la parte más oscura, íntima y biográfica, rota por su muerte temprana. 

“La conciencia de ser un genio es terrible para un escritor”, escribe. Es Woolf frente al espejo de Woolf y, lejos de reflejarse o de verse a sí misma como un genio, muestra la enorme fragilidad de la escritora. Llega a escribir que quedará para la posteridad como una autora de ocurrencias sin profundidad, sátiras inteligentes y talento para las vulgaridades o confiesa que lo que le impide escribir con ese límite autoimpuesto de 10.000 palabras a la semana es que no tiene cabeza para hacerlo mejor. 

La autoexigencia de Woolf es brutal, y también su reflexión y cuestionamiento literario. Un nivel que no baja cuando disecciona y se mide con las literaturas de sus amigos y coetáneos. Le gustan las visitas y charlas con Katherine Mansfield, pero también el desafío intelectual: “Las dos únicas mujeres con talento suficiente para ofrecer una conversación literaria de interés”. También escribe acerca de Vita Sackville West y sus encuentros y desencuentros físicos a lo largo de los años: “No sé si estoy enamorada de ella, antes que nada, supongo que debería saber qué es el amor”. O de James Joyce: «he terminado de leer Ulises. Ahora estoy convencida de que se trata de un libro fallido».

Pero no todo el libro discurre en el pensamiento literario. Está Woolf, pero también Virginia preparando la cena, haciendo las cuentas de los ingresos de su matrimonio, está la guerra derribando casas, los caminos, las visitas de los buenos amigos, la vida anfibia y la crisálida, la migraña, la bestia salvaje de la rutina y la enfermedad. 

Su plan era sencillo y le parecía infalible cuando se ponía alerta ante la amenaza de la depresión: ser ella misma y vivir como si una niña saliese a correr a campo abierto. “Lo que de verdad me haría feliz sería tener tres libras en el bolsillo y gastarlas en unas botas con suela de goma para pasear por el campo”. Corre, Virginia. 

Dice Woolf que la crítica destruye el placer de la lectura. Me atrevo a contradecirla porque sé que no me va a responder. Yo no sé si esto que estás leyendo ahora mismo es una crítica, pero Escenas de una vida sí es uno de los libros que más he disfrutado en los últimos tiempos. Por fin, además del paseo por una inteligencia y escritura tan aguda y sofisticada, encuentro a la mujer que vive y escribe para vivir, mucho más allá del mito inamovible de la feminista y suicida al que reducimos su memoria. “La única manera que conozco de arrancar de nuevo la escritura es leer buena literatura”, dice Woolf. Aquí tienen un motor inteligente y luminoso sobre la intimidad intelectual de una autora imprescindible y las jornadas de este oficio. 

Escenas de una vida: matrimonio, amigos y escritura
Virginia Woolf, edición de Gonzalo Torné, prólogo de Lucía Lijtmaer
Editorial: Clave Intelectual. 337 páginas

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Comentarios
  1. Carmen C. dice:
    19/08/2021 a las 19:10

    «EDUCANDO» Mercedes de Pablos, «Málaga Hoy».
    Que Freire, Piaget y Freinet nos cojan confesados.
    Dejemos a Alá, Yahvé y la Santísima Trinidad en los lugares de culto y fe y convengamos una serie de valores indispensables e indiscutibles: la igualdad, el respeto, el derecho al conocimiento y al pensamiento crítico. Con lo clarito que lo tenía nuestro paisano Giner de los Ríos y su más que centenaria Institución Libre de Enseñanza.
    A Rosa Bendala (mente preclara y abierta como pocas) le gusta repetir una frase de Ignacio Vázquez Parladé: “La educación de un niño empieza cien años antes”. La educación como tarea de generaciones. Que viene a reforzar otra escuchada en los estupendos cursos de la UPO en Carmona este verano. La pedagoga Nélida Zaitegui recordó (hablando de Igualdad) que educar es un asunto de toda la tribu. Ni de los políticos, ni de los enseñantes, ni de las familias, sino de todos y cada uno. Y que se educa, sobre todo, con el ejemplo.
    A la Educación nos remitimos cada vez que alguna fractura en nuestro sistema de convivencia y de valores enseña las vergüenzas. Desde el egoísmo consumidor del primer mundo -que no se baja del estatus ni con el planeta con señales de alarma- a la violencia contra las mujeres o el uso de los menores de las redes. No estamos educando bien, nos decimos. Para, inmediatamente después, tumbar aquellas leyes que donde pone valores algunos señalan adoctrinamiento.
    El hoy feliz reincorporado profesor de latín Antonio Maíllo, en una de sus últimas apariciones públicas en televisión, puso el dedo en la llaga de ese histórico disenso sobre la Educación y la tendencia a usarla para dividir y nunca para llegar a acuerdos. En España una muy buena parte de la educación pública, mediante los conciertos, se gestiona en las manos privadas de la Iglesia católica. (No ha quedado obsoleto el estupendo ensayo de Ángel Munárriz publicado hace un par de años: Iglesia S.A)

    Responder
  2. María Rasmia dice:
    19/08/2021 a las 13:41

    En situaciones de pobreza y precariedad, desgraciadamente poco margen hay para la cultura.
    Según datos de Maldita.es. el Ayuntamiento de Madrid derivó un 142% más de familias vulnerables a las ONG y al Banco de Alimentos en 2020; mientras que servicios sociales sólo atendió a un 17% más de personas que en 2019.

    Responder

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