lamarea.com
  • La Marea
  • Kiosco
  • Climática
DONA SUSCRÍBETE
SUSCRÍBETE
Iniciar sesión
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
ANTERIOR

Decídselo a los muertos

SIGUIENTE
Este verano refúgiate en La Marea. Suscríbete desde 17€

Opinión

Decídselo a los muertos

"Exceptuando alguna pequeña placa u homenaje, las pérdidas que la pandemia nos ha legado están siendo asumidas con una naturalidad pasmosa", escribe Azahara Palomeque

Vista general del funeral de Estado por las víctimas de la COVID-19. SERGIO PÉREZ / REUTERS
Azahara Palomeque
23 noviembre 2020 Una lectura de 4 minutos
Telegram Linkedin Url

“¡Escribid en las tumbas, tallad en las lápidas que todo fue en vano! Decídselo a los muertos…” –recogía Svetlana Alexiévich en Los muchachos de zinc. Era el grito desesperado, repetido hasta lograr esa voz coral a que acostumbra la Premio Nobel, de los familiares de aquellos caídos en la Guerra afgano-soviética (1978-1992). En torno a la caída del Muro de Berlín y frente a un socialismo fallido como el de la URSS, decenas de testimonios se lamentan no necesariamente de haber perdido a su seres queridos, sino de que la pérdida fue inútil.

En mitad de lo que muchos críticos han llamado ‘la fractura de la postmodernidad’, morir anclados a una causa como la patria había dejado de ser heroico, por lo que los cadáveres –y heridos y mutilados nunca integrados en la convivencia civil– que circulan por estas páginas durísimas no sólo son carne banal y olvidada, sino la prueba de unos ideales que ya no convencen a nadie.  

Alexiévich es una arqueóloga del dolor como pocas ha dejado la literatura universal. En sus escritos sobrecogedores, entre los que destaca Voces de Chernóbil, se describe al milímetro un sufrimiento que se agarra al lector más aún porque no se ornamenta para el deleite intelectual. Lejos de caer en adulteradas artimañas esteticistas, la ilusión de que las palabras provienen de personas reales, de que la autora es más periodista o compiladora que literata, produce un impacto indeleble en quien se acerca a ellas.

Sin embargo, la escritora bielorrusa supera su faceta forense y consigue otros logros notables, como lo es teorizar la historia sin, aparentemente, haberlo querido. Desde la desaparición del bloque soviético, o incluso antes, desde Vietnam, la guerra es algo sucio que no genera medallas sino víctimas, una visión que comienza ya en la Segunda Guerra Mundial con el desastre del Holocausto y la constatación de que no son los soldados quienes fallecen mayoritariamente –como ocurriera en la Primera– sino, fútilmente, la población civil. 

Entre los héroes –muertos anteriores a esa falla– y las víctimas –muertos posteriores, en tragedias que van desde la lid hasta los ataques terroristas– hay otros cuerpos que me interesan y son los caídos por la COVID-19. ¿Está siendo todo en vano? ¿Cómo se memorializan, lloran, duelen estos cuerpos? ¿Qué lugar ocupan en el tejido social, en la esfera pública? Lo pregunto con total sinceridad y desde la preocupación por una pandemia cada vez más devastadora cuyas cifras –de contagios, de adioses– continúan aumentando sin mesura.

Si en un principio esta crisis sanitaria comenzó a describirse con metáforas bélicas, a partir de un ‘enemigo común’ que todos debíamos combatir, con el tiempo esa retórica se ha ido relajando. Nuestra connivencia con el poder destructivo que detenta el virus ha dado paso a una normalización que, para bien, nos permite seguir con nuestras rutinas y, para peor, aniquila doblemente a quienes se han marchado. No hay voluntad política suficiente, las trifulcas partidistas han demostrado la irresponsabilidad fundamental de quien cobra por representar a la ciudadanía; por momentos, la culpa también ha sido personal e intransferible, aunque me cueste más ese señalamiento cuando quien se debe a su función pública directamente la ignora.

Vivo entre dos países y, por esa manía injusta de pensar desde parámetros nacionales, me afectan dos grupos de muertos, aunque racionalmente sé que cada uno y en toda parte cuenta. En España han fenecido más de 40.000 personas, lo cual, si lo concebimos en términos de ciudades, es el equivalente a Soria. Si sigo la comparación y miro los últimos datos, me encuentro con que la gestión de Trump ha dejado en Estados Unidos más de un cuarto de millón de ataúdes llenos, así que a Soria le sumo, por ejemplo, La Coruña, por tirar de una geografía que me es familiar.

A casi 1.500 muertos diarios en tierras norteamericanas, un pueblo pequeño como el mío, Castro del Río, en Córdoba, desaparecería en cinco días y seis noches. A nivel mundial, dos de las ciudades más pobladas de la península, Valencia y Sevilla, se han hundido bajo las infecciosas aguas de esta debacle. El juego no tiene gracia, pero prefiero imaginar esos cuerpos que ya no están con nosotros en territorios que conocemos, situarlos en un hábitat plausible como si, con sus vidas, se enterraran también colegios y tiendas, parques y gimnasios, cafeterías, porque una persona no es una cifra sino los lugares que frecuenta y las relaciones que entabla; una persona, bien sabían las culturas que sepultaban a los suyos con multitud de objetos, es la cotidianidad que construye. Quizá así nos estremezca su ausencia.

Esto no es una guerra antigua, con sus condecoraciones, ni una guerra contemporánea, con sus monumentos ritualistas. Exceptuando alguna pequeña placa u homenaje, las pérdidas que la pandemia nos ha legado están siendo asumidas con una naturalidad pasmosa mientras continúa una inacción política disfrazada de diatribas televisadas. Si la vida en Estados Unidos no vale nada –de ahí la falta de sanidad pública, la rutinaria posesión de armas y el derecho a usarlas caprichosamente– me ha sorprendido lo cerca que se mueve España de las mismas coordenadas morales, aunque sin llegar a emularlas del todo. Más allá, me duelen todos los muertos. Por evitables, por prematuros, porque están dejando mi mapa sentimental cada vez más vacío.  

Telegram Linkedin Url

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

€
  • #covid-19

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Suscríbete dona
Comentarios
  1. Carmen C. dice:
    25/11/2020 a las 11:10

    ¿Qué lugar ocupan en el tejido social, en la esfera pública, las víctimas de la Covid?
    Pues yo ya he visto monumentos y placas en varios sitios. Sí, es muy triste tantas personas muertas por la llamada covid19, así como por actos de violencia, incluída en primer lugar la del sistema que genera las otras violencias, u por otras desgracias, incluídos los desastres naturales; pero cada vez que veo este tipo de homenajes a involuntarias víctimas no deja de entristecerme ver como ignoramos a aquellas otras que arriesgaron años y décadas su vida por defender un mundo más justo, por defender los derechos y las libertades de todxs así como a proteger la Naturaleza y el Medioambiente.
    Esto quizá es una guerra con armas no convencionales. Casi se puede decir que siempre son las guerras del capital.
    España es como una colonia norteamericana, lamentablemente incluso Alberto Garzón -.coordinador de Izquierda Unida- ha manifestado que «de entrada» sí a las bases yankees.

    Responder

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Lo más leído

  • Dos perros callejeros
  • Juan Evaristo Valls: "La gente ya no se cree esa fantasía de realización plena y feliz a través del trabajo"
  • Los abogados del hombre que murió tras ser inmovilizado por un policía: “Han criminalizado a Abderrahim incluso después de muerto”
  • Mamdani, la esperanza de la izquierda demócrata americana
  • Hamás valora con otras fuerzas palestinas el alto el fuego propuesto por Trump

Actualidad

  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Clima
  • Sociedad

Conócenos

  • La Marea
  • Cooperativistas
  • Transparencia
  • Política de cookies
  • Política de privacidad

Kiosco

  • Suscripciones
  • Revistas
  • Libros
  • Cursos
  • Descuentos
  • Contacto

Síguenos

Apúntate a nuestra newsletter

Apúntate
La Marea

La Marea es un medio editado por la cooperativa Más Público. Sin accionistas detrás. Sin publirreportajes. Colabora con una suscripción o una donación

MásPúblico sociedad cooperativa. Licencia CC BY-SA 3.0.

Compartir a través de

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos. Leer más

AceptarResumen de privacidad
Política de Cookies

Resumen de privacidad

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.
Funcionales
Siempre habilitado

Las cookies funcionales son esenciales para garantizar el correcto funcionamiento de nuestro sitio web, ya que proporcionan funcionalidades necesarias. Desactivarlas podría afectar negativamente a la experiencia de navegación y a la operatividad del sitio.

Guardar y aceptar