Memoria histórica
Fotografié a mi bisabuelo 87 años después de su desaparición
Durante cuatro años, Roberto Palomo se dedicó a reconstruir la historia de su bisabuelo. Silvestre fue ejecutado al inicio de la Guerra Civil y esta tragedia marcó a fuego la vida de sus hijas.
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Mi abuela tenía solo tres años cuando perdió a su padre. Dejaron a su madre viuda y embarazada de la hermana pequeña, María. Obviamente, este hecho cambió por completo el destino de sus vidas.
Silvestre Indias Carvajal, mi bisabuelo, desapareció al comienzo de la Guerra Civil española, en 1936. La represión acabó injustamente con la vida de más de 150.000 personas durante la guerra y la posterior dictadura impuesta por Franco.
Nunca supieron qué pasó realmente ni adónde fueron a parar los restos de su padre, más allá de los rumores que corrían por el pueblo. El régimen franquista ocultó el paradero de los desaparecidos e ignoró a los familiares. Con la llegada de la democracia, en 1975, se decidió no remover el pasado e instaurar el silencio y la amnistía.
Ochenta y siete años después de su muerte, un pequeño fragmento de hueso de fémur certificó que Silvestre se encontraba entre las 18 personas exhumadas de un pozo, a 31 metros de profundidad, situado cerca de su pueblo, Feria (Badajoz).
Las labores de recuperación las realizaron los arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, de San Sebastián. Aparte del descenso, tuvieron que acarrear más de cinco metros de rocas que creen que fueron arrojadas al pozo más recientemente, hace unos 20 o 30 años, con la intención de ocultar los cadáveres. Además, Lourdes Herrasti, directora de intervención y exhumación del departamento de arqueología de la sociedad, me explicaba las dificultades que tuvieron para la identificación y devolución de los restos.
«El ascenso y descenso del nivel del agua agua ha hecho que los esqueletos se hayan descompuesto allí mismo y se hayan desarticulado. La diferencia es que, en otras exhumaciones, los esqueletos están articulados y se puede hacer un seguimiento: aquí está el brazo, aquí está la cabeza, aquí está el tronco, etc. En cambio, en este pozo no». Los restos estaban dispersos y mezclados, y hubo que separarlos por tipos de hueso para facilitar una labor ya de por sí complejísima. En una primera prueba se acreditó la identidad de tres personas, entre ellas la de mi bisabuelo.
La herencia de un trauma
Los psicólogos sostienen que una desaparición forzada es un trauma familiar que impacta al menos en tres generaciones. Aseguran que los descendientes heredan o absorben la carga inconsciente del sufrimiento de sus padres y de sus abuelos. Además, los años de silencio y de comportamientos que han servido para esconder las emociones dificultan la comprensión de las manifestaciones del trauma.
Durante cuatro años me dediqué a reconstruir la historia de mi bisabuelo y sus hijas a través de los derechos a la reparación moral y a la recuperación de la memoria personal y familiar de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura. Unos derechos recogidos en las leyes de Memoria Histórica y Democrática y refrendados por las Naciones Unidas en su lucha por garantizar verdad, justicia, reparación, memoria y garantía de no repetición en casos de violación de derechos humanos.
Hoy, los derechos de mis abuelas, y los míos, se ven amenazados por el Partido Popular y Vox, que están atentando contra ellos al pactar la derogación de las leyes de memoria histórica en Extremadura.