Esta es una de las crónicas del número especial de La Marea #AmíTampoco en las que las mujeres explican a los hombres por qué les planteamos esas preguntas. Puedes comprar #AmíTampoco en kioscos y en nuestra tienda online. También puedes suscribirte aquí para que sigamos haciendo periodismo libre y comprometido.
Parece una foto anodina pero es brutal. Se ve algo que es demasiado normal para todos los que cubrimos temas tecnológicos. Probablemente –sí, usted señor– no lo vea. No le culpo. Yo tampoco veía nada, aunque pensaba que espiaba el futuro. Para mí, ir a un evento internacional de tecnología como, pongamos, el Mobile World Congress, implicaba unos preparativos emocionantes: organizar la cobertura informativa, hablar con los redactores, ver qué temas íbamos a cubrir, hablar con las marcas, comprobar los presupuestos y cuadrar todo. Finalmente, preparar mi maleta y gestionar las expectativas: siempre allí había gente interesante a la que entrevistar, otros que te entrevistaban a ti, y podías probar los últimos avances en móviles y tecnologías antes de que nadie empezase siquiera a hablar de ellos. Llegabas, después de pasar por la acreditación, entrabas a la feria y hacías una foto porque estaba aquello desbordante de gente joven, en trajes, exultantes y llenos del mismo entusiasmo contagioso.
Esa foto era tremenda. Año tras año pasaba lo mismo. En cuanto la publicabas alguien comentaba: “¿Dónde están las mujeres?”. Ahí te dabas cuenta de que demasiado normal, en este caso, no era bueno. La respuesta te daba en la frente como un puñetazo: los halls estaban llenos de señores, los hombres estaban en el programa dando sus conferencias y hablando de innovación, y las mujeres en los estands repartiendo bolis con la marca del procesador más potente. Unos con sus trajes, otras con sus faldas cortas y sus tacones. En esa foto y en las demás, en la marea de fotos a los asistentes, era muy difícil divisar alguna mujer. Todo el entusiasmo se desvanecía en medio segundo y aquella nave del futuro te parecía la cueva más retrógrada de la edad del cobre. Empecé a darme cuenta de que era la misma pregunta que intentaban evitar los organizadores de otros eventos sobre tecnología donde era invitada. La pretendida solución para un programa lleno de señores era montar un panel, invariablemente a último momento, cuyo tema era “Las mujeres en la tecnología” o similar.
La primera “mesa de chicas” a la que fui me creó no sensaciones encontradas, sino una abierta lucha libre. Me explicaré, como nos explican los señores: siempre me han fascinado los aparatos, los códigos, los lenguajes y, desde que existe Internet, me conecté una vez, me tiré de cabeza y ya no me he desconectado. ¿Cómo no podía querer vivir en un sitio donde podías hacerlo todo tú, crear tu web, discutir con todo dios, subir tus fotos, leerlo todo, entender cómo funciona el código detrás de cada cosa que ves en la pantalla? Esa era yo, y quería hablar de todo eso. En medio de congresos donde se hablaba del acceso y la democratización de la publicación en línea, de las nuevas formas de consumo de información y la difusión del conocimiento y la cultura, de los datos masivos y la explosión de sus posibilidades, de la singularidad y los robots, te sentabas en la “mesa de chicas”, y un moderador te preguntaba: “¿Cómo es ser una chica en Internet?“. Querido señor, usted no necesita haber estado allí para darse cuenta de que era la mesa más letárgica de todas. Lo último que querías era que el moderador te devolviera al lugar de las “chicas” porque lo que habíamos conseguido en Internet era saber qué se sentía ser iguales.
Puedo entender que a usted nunca se le haya ocurrido pensar en esto, porque incluso cuando a mí me preguntaron dónde estaban las mujeres la primera vez, tampoco se me había ocurrido preguntármelo. Durante un milisegundo hasta me pareció un comentario aguafiestas, en mitad de mi entusiasmo. Pero es una forma muy rápida de darse cuenta si usted se encuentra rodeado de gente que de verdad habla del futuro o que aún está en un periodo antediluviano. Si duda, como yo al escribir este artículo, si ahora hay más conciencia y se está haciendo un esfuerzo por la paridad, observe que de 40 keynote speakers solo 9 son mujeres. Si aún le queda alguna inquietud, señor mío, haga lo que yo: zoom sobre la foto de arriba.