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Sabina Urraca: “Nos hemos vuelto muy productivistas. El objetivo es escribir, publicar va después”

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Cultura

Sabina Urraca: “Nos hemos vuelto muy productivistas. El objetivo es escribir, publicar va después”

La escritora narra en ‘Escribir antes’ (un diario lúdico) los contradictorios sentimientos que le surgieron alrededor de la escritura de ‘El celo’ (una novela difícil). «Esta la única vez en mi vida que he escrito algo autobiográfico», confiesa.

La novelista y editora Sabina Urraca. ANDREA FERNÁNDEZ PLATA
Carlos Madrid
20 julio 2025 Una lectura de 7 minutos
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En mayo de 2024 llegaba a librerías El celo (Alfaguara), libro que la escritora Sabina Urraca llevaba arrastrando siete años. Un tiempo durante el cual no resulta complicado imaginar todos los sentimientos que se despertaron en la autora, todo lo que tuvo que atravesarle. Un proceso que ha dejado en parte documentado en Escribir antes (Comisura, 2025), diario de creación literaria en el que renuncia a toda solemnidad alrededor de la escritura y en el que desvela lo que realmente es: neurosis, miedos, vergüenza, no poder escribir, pero también todo lo contrario. Ya sea en una residencia de artistas idílica o en su casa de Madrid, Sabina Urraca acerca al lector cómo es este proceso con un anhelo de fondo que se repite continuamente: escribir como escribía antes, como cuando era niña, cuando este acto era simplemente un juego, cuando no se esperaba nada de sus creaciones, cuando no había obligaciones, ni fechas de entrega.

¿De dónde nace Escribir antes?

Es la primera vez que yo propongo un libro a una editorial. Hasta ahora siempre me preguntaban qué estaba escribiendo, lo que me forzaba a sacar eso que estaba renqueando. A mí me ha costado mucho siempre publicar, que no escribir. Antes de ponerme con él estaba leyendo muchos diarios, con formatos híbridos, y tuve una confianza en que algo de todo lo que yo escribía en mi diario podía transformarse en un libro. 

Además, se dio la coincidencia de que en la residencia que hice durante la escritura de El celo, en Sanià, nos pidieron si podíamos publicar una parte de los diarios que escribíamos mientras estábamos allí. Al seleccionarlos y verlos en la web, me di cuenta de que tenían otra entidad y que podían ser interesantes. Esto me hizo pensar que quizá podía elegir algunos fragmentos, seleccionarlos, editarlos y se los propuse a Comisura. La obra surge así de una confianza que para mí es extraña: de que se puede hacer un libro más sencillo. Siempre tiendo a los más barrocos, llenos de cosas.

El libro es un diario en el que vas contando los sentimientos que te surgen alrededor de la escritura de El celo. En él podemos leer cómo desidealizas muchos aspectos alrededor de la creación literaria. Como el hecho de escribir en una residencia. El libro arranca en Sanià, un espacio idílico. ¿Funcionan estos lugares como inspiración?

Pueden funcionar, pero no puedes llegar allí con la página en blanco. La gente tiende a idealizar la escritura, como si en estos lugares sucediera algo mágico y tú dejaras de ser la persona que eres y te convirtieras en un ser maravilloso que escribe sin parar. Eso es mentira: tú sigues siendo tú, e incluso lo eres más. Hay muchas personas que ni siquiera aguantan las residencias. Eso me ha pasado a mí también. No son unas vacaciones. Pasas mucho rato a solas tú y tu neurosis, si la tienes, pero al ser escritor es muy probable que tengas esa tendencia. Y esa tendencia va a ir a más porque tiene todo el campo libre. Es un lugar en el que hay que domesticarse mucho. Yo agradezco muchísimo todas las residencias a las que me han invitado, pero es verdad que tienes que tener la cabeza… bien. Si no estás en un buen momento, es mejor que te quedes en casa cerca de los tuyos. 

Cuentas en el libro que tú escribes más cómoda en el parque, en el móvil o en tu casa.

En Sanià escribí mucho, también porque tenía que hacerlo por las fechas de entrega. Pero pienso que la escritura no tiene por qué suceder en un lugar sacrosanto. Yo escribo todo el rato: dando un paseo, en el metro, en el móvil… Con esto no quiero decir que en las residencias no se escriba, jamás podría decir eso, sino que puedes estar escribiendo todo el tiempo y que da igual dónde sea. La gente idealiza la típica escena de un escritorio, una taza de café, el mar enfrente. A mí eso me espeluzna un poco. Está bien tener ese tiempo y espacio, pero para no paralizarte. Tienes que haber hecho antes el trabajo.

Aun así, aunque escribas todo el tiempo, tú sí que viviste con un pavor recurrente durante la creación de El celo. Cuentas cómo te hizo sentirte más pequeña y haces la analogía de que es como enfrentarte a una persona que te gusta.

Sí. Me sentía como en ese momento en el que conoces a la persona que te gusta y de repente se te va engrasando el pelo, te empiezan a salir brillos en la cara, sudas… De pronto te vuelves feo y horrible para tu novela, incapaz. Eso me sucedió porque era un libro que me importaba mucho. Por eso, Escribir antes se me hizo liberador. Al principio no sentía que me fuera la vida en ello, era más un juego. Era un libro que no me importaba muchísimo; algo que puede parecer malo, pero que es muy importante para mí. Ahora se ha transformado en todo lo contrario.

Aparte de esa relación que vives con el libro, también hablas de los miedos que te supone y de la vergüenza de contarle todo eso a un extraño. A muchos extraños.

Yo siempre tengo ese miedo. Pero creo que es algo que tiene cualquier persona que, como dice una amiga mía, es lenguaraz: cuando te juntas con gente, sobre todo que no conoces, y te pones a hablar y hablar. Al acostarte te preguntas qué habrás dicho. Una novela recién publicada puede despertar un sentimiento muy similar. Hay una felicidad, pero también te asomas a un abismo: no porque hayas contando cosas autobiográficas, sino porque has abierto una puerta a tu imaginación. Algo que da mucho más pavor.

El abrir las puertas a tu imaginación, el publicar libros, te ha costado muchos problemas con tu madre.

Con Escribir antes creo que es la única vez en mi vida que he escrito algo autobiográfico. Y, por lo tanto, la primera vez que he sentido verdadero miedo de exponerme. Aun así, los problemas que muestro con mi madre no van en tono de recriminación, sino que me parecía interesante enfrentar esta cuestión del miedo. En mis talleres mucha gente me lo comenta. Antes de escribir una sola línea, hay personas que están tiritando porque no quieren que su familia les lea. Y puedo entenderlo. Por eso para mí es importante dar ese paso y decir «esto es lo que soy yo». Entendía que había que arriesgar ante ciertas cosas que son complicadas y enfrentarlas. De todas formas, me parece más peligroso que mi madre me diga que escriba ficción antes que autoficción, algo que realmente no sé lo que es. Cuanta más ficción escriba, más expuesta queda mi imaginación, que, como la de casi cualquier persona, es absolutamente perversa. 

Según la lectura del libro, escribir parece muchas veces más una lucha contra uno mismo que un placer. Y otras que es un torrente que no puedes parar.

Después de El celo soy mucho más feliz. Me estoy dejando llevar, algo así como volver a casa borracha y no recordar cómo has llegado. Eso ha cambiado un poco, pero algunas veces he tenido que escribir “excesivamente sobria” –entiéndase la metáfora–: muy tensa, sentada al borde de la silla, preocupada de hacerlo bien. Así, lo más probable es que no escribas bien. En cambio, cuando estás desentendida de ti, cuando te da un poco igual, ahí es cuando sucede algo. Al menos eso es lo que me pasa a mí. También hay otras escritoras para las que es totalmente diferente.

Ese Escribir antes que da título al libro hace referencia a cuando no existía la “obligación” de escribir, cuando no había unas fechas, ni expectativas.

De ahí nace toda la idea del libro, el hilo que lo une todo. Un título que me gusta mucho. Escribí un poema hace unos años que hablaba de esto y luego se transformó en un mantra que me decía a mí misma: escribir antes como cuando eras niña y me lo pasaba bien. Hay veces que me importa tanto la escritura, cómo habla la gente, que me surge un deseo de ser analfabeta. Un deseo de ser niña o animal, porque ellos no saben escribir y se comunican de otras formas. Algo que me parece mágico. Esta idea de Escribir antes cuando no se podía escribir, cuando casi nadie lo hacía. Es algo que utilizo mucho en los talleres. Animo a la gente a acercarse más al juego y a olvidarse de cosas perversas como la obsesión por publicar. Cuando empecé a dar talleres, la gente no pensaba tanto en ello. Pero en los últimos tiempos nos hemos vuelto muy productivistas. Este no debe ser el objetivo, sino escribir. Publicar va después, es el resultado de un proceso mucho más bello e interesante.

¿Qué se siente al terminar un libro que ha supuesto tanto?

Después de estos siete años de arrastrarlo, no de escribirlo, he vivido un alivio muy grande, pero creo que nunca volveré a hacerlo: creo que no es beneficioso para la narración. Si me dieran El celo y un mes de residencia, lo editaría entero. Lo estaría editando hasta destruirlo. Por eso es muy bueno que alguien te diga hasta aquí, como hizo mi editora. Ahora sí que me estoy divirtiendo con el nuevo libro; es todo mucho más ligero. Al menos en este momento, no siento que se me ensucie el pelo, ni que sude mucho, ni que empiece a tartamudear y a decir cosas ridículas como me pasaba con El celo.

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