Sociedad
“Bailar twerk me puso frente a mis propios prejuicios como hombre”
Pasada la cincuentena, Santiago Botana se decidió a probar una clase de 'twerk', un baile donde el culo es la parte del cuerpo fundamental y que le ha llevado a cuestionarse su mirada e, incluso, identidad.
Santiago Botana fue entrevistado para el reportaje sobre el twerk publicado en#LaMarea106. Puede conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y apoyar el periodismo independiente.
Santiago Botana tiene 55 años, es un informático de profesión y una persona que transmite una imagen seria y pausada. Es quizá por eso que a la mayoría de la gente le asombra verlo en pantalón corto y agitando sus nalgas a ritmo de reguetón. A él mismo, de hecho, también le ha sorprendido sentirse como pez en el agua en este nuevo hobby, que se ha convertido en un disparador del cambio en su vida.
Creo que tenía ganas de esta entrevista. ¿Por qué?
La verdad es que sí. Desde que hice la primera clase de twerk (julio del 2022) quise compartir mi nueva afición. Yo tenía un Instagram que era como el de un montañero, con fotos de senderismo y CrossFit; y de pronto se llenó de culos pegando botes. He recibido muy buenas reacciones pero también muchas negativas de gente que se sorprendía y reaccionaba un poco feo. Y no solo en redes; un entrenador de halterofilia me dijo déjate de esos bailes de mierda. Por eso creo que puedo aportar algo desde mi posición extraña de un hombre de más de 50 años que empieza a bailar twerk.
¿Cuáles son las críticas más habituales?
Las peores reacciones han venido de hombres de mi edad que no entendían qué hacía ahí. Si estás en la cincuentena y quieres bailar, se supone que vas a bailes de salón o, como mucho, a salsa. Son las diversiones adultas serias. Muchos presuponen que por bailar estas cosas, eres gay, así que ahí aparece la homofobia. También me han preguntado qué hacía relacionándome con gente tan joven y esto viene de esta construcción social de lo que es la adultez, que te dice que un adulto ya lo sabe todo y, si algo tienes que aprender, desde luego no será de alguien más joven. En mi caso, no es que yo buscara esa franja de edad pero es la que me he encontrado. En la academia Dancehall Center de Irie Queen somos 140 personas, la mayoría de entre 20 y 30 y pico años (y solo seis hombres) y puedo decir que aprendo todos los días de ellas.
¿Por qué se decidió a probarlo?
Unas amigas de crossfit propusieron probar una clase de perreo. Me puse a buscar por internet y lo que encontré fue clases de twerking, sin saber muy bien qué era. Fuimos a una clase en 2022 y me pareció súper divertido aunque difícil (tu cerebro no sabe a qué músculo enviarle la orden de moverse) y decidí apuntarme a las clases regulares. Al principio, bailar twerk me puso frente a mis propios prejuicios como hombre porque, como muchos, yo también pensaba que esos bailes se hacían para excitar a quien observaba, y no entendía que eso se pudiera hacer para el disfrute propio.
«Lo que ‘escandaliza’ del twerk es que las mujeres bailan solas, sin depender de un hombre»
¿Cuándo cambió esa visión?
Al practicarlo y ponerme al lado de ellas, ves que lo que ‘escandaliza’ es que un baile sensual, como la bachata, no se hace en pareja. Entonces, de pronto aquí tenemos un baile muy llamativo que hacen las mujeres solas y donde no dependen de hacerlo con un hombre. Quizá por eso hay una mirada masculina que piensa que es para provocar. Además, cuando empiezas a bailar esto, cuando lo experimentas en tu cuerpo, descubres lo que hay de disfrute, lo liberador que es. Cómo empiezan a moverse cosas que antes no se movían, porque es que tenemos la pelvis y las caderas completamente bloqueadas. Te das cuenta de que es algo que te aporta tanto a ti mismo que esa es la razón de hacerlo.
Hablamos de la mirada masculina y surge una pregunta: ¿alguna de sus compañeras le ha comentado que se siente incómoda con su presencia?
Varias me han dicho que les transmito calma (quizás por mi temperamento tranquilo). Sí que me han dicho que, la primera vez me vieron en clase, les sorprendió. De todas formas, yo intento tener cuidado de no coger mucho espacio y transmitir mi respeto. En talleres de fin de semana, donde puede haber mujeres que no me conocen, intento que no se note mucho mi presencia, no mirar para no incomodar, ser más discreto… Incluso he decidido no apuntarme a alguno de estos talleres para dar a las participantes su espacio, porque muchas veces se acaban generando momentos de catarsis donde la gente se rompe, se abren confesiones, se libera peso… Algunas compañeras han acabando contando que han sido víctimas de abusos o que siempre han vivido con un complejo. Son momentos muy íntimos y vulnerables que Irie Queen conduce y acompaña, y en los que doy un paso atrás.
En su caso, ¿se ha sentido juzgado por las miradas externas?
Sí. A veces hacemos actuaciones de fin de curso, y también hacemos lo que llamamos las excursiones de perreo, que es salir a bailar de noche. Es muy curiosa la cara que muchos me ponen. Vas con esa ropa de twerk y la quieres lucir, claro, e inevitablemente notas algunos ojos clavados en ti. Pero también recibo comentarios bonitos de gente que me felicita o baila contigo. Algunos hasta se quieren hacer una foto conmigo porque soy como su padre pero vestido de twerk (risas).
Otras veces estoy de observador y veo lo que tienen que sufrir las mujeres en las discotecas. Cada noche que salimos, hay un idiota o dos que no entiende lo del consentimiento, que una mujer esté ahí bailando como le dé la gana y que eso no es una invitación a que te pegues a ella.
¿Qué es lo más liberador del twerk?
Pues quizás el poder sentirte sexy, algo que jamás me hubiese imaginado que podría ser. Eso es lo más rompedor. También es cierto que es lo que más me ha costado: verme a mí mismo como alguien deseable. Muchas veces esa visión de uno mismo está completamente bloqueada y no solo me pasa a mí; en clase hay gente que, de pronto, se emociona. Irie nos anima mucho a querernos, a vernos con una mirada amable porque es terrible la autopercepción que la mayoría tenemos. Yo he aprendido a entender que hay tres miradas: la que tienes cuando haces algo, la que tienes cuando te ves haciéndolo y la que tienen los demás. Me quedo con la primera, con lo bueno. ¿Por qué una va a valer más que otra?
«Todas las noches hay un idiota o dos que no entiende qué es el consentimiento. Una mujer bailando sola no es una invitación a que te pegues a ella»
¿Su mirada hacia sí mismo ha cambiado?
Sí. Me he dado cuenta de que nunca me he sentido cómodo con lo que se espera que debo hacer por el hecho de ser hombre. Es lo que se llama el género inconforme. Me sigo considerando hombre, pero he comprendido que había en mí una incomodidad latente que ahora se ha manifestado al empezar a bailar twerk, pero que ya existía. ¿Qué más da si quiero mover el culo y ponerme shorts? No hay una única forma de ser hombre.
¿Cree que el twerk puede ser una forma de empoderamiento feminista para las mujeres?
Hay una mirada chunga masculina sobre estos bailes, sí. Pero ¿cuál es la solución que se propone? ¿Que dejen de bailar? No. El feminismo también ha evolucionado en esto. Creo que hay un cambio también social hacia este baile, aunque seguimos con el debate de si el reguetón o el trap es machista.
¿Lo es?
Estela Ortiz, una analista de de temas de comunicación desde una perspectiva feminista, de clase y antirracista, tiene un vídeo sobre el reguetón que está muy bien. Habla de que socialmente se le achaca al reguetón que es machista, pero se pregunta: ¿no hay rock machista? El rollo de las estrellas de rock con las groupies, y también algunas de sus letras. Pensar que un género musical que nace en una parte concreta del planeta es machista, y los otros no, es racista y clasista. Muchas canciones de diversos tipos de música son machistas porque la sociedad lo es.