Opinión
“Proteger al débil, al inocente y al indefenso”
«Las palabras están vacías. Sólo el pueblo salva al pueblo. ¿Qué pueblo?, ¿quiénes son el pueblo?, ¿salvar?, ¿de qué?, ¿de lo extraño?, ¿del enemigo exterior?, ¿quién lo decide?», se pregunta Jorge Dioni López
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Paul Kersey es un arquitecto que lleva una vida tranquila hasta que unos delincuentes agreden a su mujer y a su hija. La primera muere. La segunda queda en coma. En el hospital, la policía le dice que no hay mucho que hacer. No tienen medios. Kersey se siente estafado por el sistema de valores en el que ha confiado y, aunque fue objetor de conciencia en la guerra de Corea, sabe disparar. Decide salir por la noche a defender a personas indefensas, como su mujer y su hija. El «justiciero de la ciudad» pronto aparece en los periódicos y su popularidad incluso hace que el fiscal frene su detención.
Kersey tuvo el rostro de Charles Bronson en cinco películas. Chuck Norris o Clint Eastwood también interpretaron a estos personajes que se tomaban la justicia por su mano porque la administración era incapaz de dar una respuesta. Los delincuentes hacían lo que querían. Entraban por una puerta y salían por otra. Es un cine ambientado en ciudades para gente que ya no vivía en ellas. Al salir del centro comercial, la película te dejaba claro que habías hecho bien al cambiar Baltimore o Pittsburgh por un chalet unifamiliar, y que era necesario un hombre fuerte que supiera lo que hay que hacer. Vietnam, crisis económica, disturbios, asesinos en serie, dimisión del presidente. Los años setenta.
Más que un nuevo cowboy, la tradición estadounidense del justiciero es el Ku Klux Klan, cuya misión era «proteger al débil, al inocente y al indefenso de las indignidades y ofensas de parte de los violentos y brutales proscritos de la ley; rescatar al oprimido y al lastimado; socorrer al que sufre y al desafortunado». Sólo el pueblo salva al pueblo. Como explicaba la serie Watchmen, la tradición del héroe enmascarado que juzga y ejecuta son los caballeros de El nacimiento de una nación que acuden a vengar a Flora Cameron de su violador negro, una escena que los espectadores de la época unían con la muerte de Mary Phagan. La ultraderecha busca hoy esa chispa para que todo arda.
No puedes confiar en nada era también el mensaje del cine de catástrofes. Aeropuerto y sus tres secuelas, Meteoro, Terremoto, Avalancha, El coloso en llamas, La aventura del Poseidón, Montaña rusa o El día del fin del mundo. No salgas de casa porque te puede pasar cualquier cosa. Todo eso de lo que estábamos orgullosos, los rascacielos, los transatlánticos, los centros comerciales o los parques de atracciones, puede ser una trampa mortal y, cuando suceda, sólo un grupo de hombres decididos y valientes resolverá la situación. No confíes en nada ni en nadie y protege lo que más quieres.
El cine de catástrofes volvió a mediados de los noventa, tras la caída del Muro, el triunfo del neoliberalismo y el fin de la historia. Las situaciones concretas (incendios, terremotos, tornados, inundaciones, volcanes) evolucionaron en el siglo XXI hacia el apocalipsis mundial en el que sólo quedan en pie los militares. El cine de zombis abandonó las tramas de terror puro, como el espacio asediado, y desarrolló algo ya planteado por George A. Romero: cómo se organiza ese mundo. En las distopías, se lanza el mensaje de todos contra todos y se renueva la solución del hombre fuerte que sabe lo que hay que hacer. Militarización, virilización, uniformes y jerarquía. La derecha siempre quiere que todo lo solucione el Ejército.
Las palabras están vacías. Sólo el pueblo salva al pueblo. ¿Qué pueblo?, ¿quiénes son el pueblo?, ¿salvar?, ¿de qué?, ¿de lo extraño?, ¿del enemigo exterior?, ¿quién lo decide? El verbo salvar tiene un componente místico que evita todas esas preguntas. Es algo tan malo que va a acabar con nosotros. El nacimiento de una nación se abría con una cita del presidente Wilson que podría firmar Trump: «Los hombres blancos fueron provocados por un mero instinto de supervivencia». Es imposible no ver al Klan en las patrullas que buscan migrantes.
Cuando la derecha usa ese lema no sólo te está diciendo que te busques la vida porque cualquier organización será ineficaz, sino que también está lanzando una advertencia. Los caballeros enmascarados van a patrullar la noche para proteger al débil y hacer justicia. Si no has hecho nada, no tienes que temer. ¿Seguro que no has hecho nada?