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Opinión

Nuestro esfuerzo, su beneficio

"En realidad, lo único que Garamendi y sus amigos conocen es la cultura de la explotación, aquella que permite a una minoría detentar el poder económico y político", escribe Arantxa Tirado.

El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. Europa Press vía Reuters Connect
Arantxa Tirado
02 octubre 2025 Una lectura de 5 minutos
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Las declaraciones del presidente de la patronal española, Antonio Garamendi, reivindicando la cultura del esfuerzo para solucionar el “problema de actitud” que tendría la clase trabajadora española con relación al trabajo, han levantado una lógica indignación. Garamendi se posicionaba, en el marco del Forbes Spain Economic Summit, contra el lema “trabajar menos para vivir mejor”, idea detrás de iniciativas como el fallido proyecto de ley de reducción de la jornada laboral rechazado en el Congreso el 10 de septiembre pasado. Ante esta situación, el líder de la CEOE criticaba al Ministerio de Trabajo por su propuesta de promulgar, de manera urgente, un decreto ley que refuerce el registro horario en las empresas, para que la Inspección de Trabajo pueda conocer las horas extraordinarias que no se contabilizan formalmente y, por tanto, no se pagan. 

En un estudio de CCOO publicado hace un año, estas horas extras no pagadas ascendían a 2,6 millones a la semana, lo que equivale a un robo adicional a la clase trabajadora –sin contar la plusvalía– calculado en 3.254 millones de euros por año. El robo es doble pues afecta también a las arcas públicas, al no abonarse las correspondientes cotizaciones e IRPF de ese tiempo de trabajo que le sale gratis a los empresarios. En el estudio se mencionaba asimismo cómo la sumatoria de todas las horas daría para crear 170.000 empleos de jornada completa. Sería bueno tener en mente estos datos para cuando nos vengan a hablar de pobres y delincuencia. 

«Olvídese de la conciliación familiar y de tener vida propia. Es más, olvídese de cobrar por su trabajo. ¡Viva la esclavitud asalariada!».

A decir de Garamendi, las trabajadoras españolas no deberían preocuparse de estar contando las horas que pasan en sus centros de trabajo, mucho menos aquellas horas fuera de su horario laboral que los empresarios, en la mayoría de casos, no les pagan. Olvídese de la conciliación familiar y de tener vida propia. Es más, olvídese de cobrar por su trabajo. ¡Viva la esclavitud asalariada! 

Pero la desfachatez del parasitario empresariado español no tiene límites. Para dejar claro cuán alejado está de la realidad de la clase trabajadora, Garamendi ejemplificó la cultura del esfuerzo usando la figura del tenista Carlos Alcaraz: “¿Tú crees que Carlitos [Alcaraz] trabaja 37 horas y media a la semana? No. Es la cultura del esfuerzo, de sufrir, de saber qué pierdes y qué ganas”. Como es evidente, cualquier persona que sepa lo que es trabajar de verdad reconoce lo insultante que es comparar la realidad de un deportista de élite con la del conjunto de los trabajadores de uno de los países con mayor precariedad laboral y salarial de la Unión Europea, España. Sólo alguien que vive en una burbuja de privilegios, cobrando 285.000 euros al mes por representar a los grandes empresarios del Estado, puede llegar a creerse que es la “cultura del esfuerzo” la que ha decidido que él tenga tan abultado salario mientras el resto de la plebe apenas puede llegar a fin de mes de manera holgada. 

No es la primera vez que Garamendi nos regala alguna de sus perlas. En la galaxia de la CEOE, esa dimensión paralela que sólo tiene contacto con los humanos de carne y hueso a través de la explotación consagrada en un contrato laboral, el mundo está patas arriba, que diría Galeano. Garamendi es un extraterrestre que viene de un universo plagado de seres extraños, de esos que nunca se avistan en un barrio obrero, que no saben lo que es la cultura de la subsistencia porque nunca han tenido que vivir con las nóminas que pagan, pero que parecen saber mucho sobre la cultura del esfuerzo… ajeno. Aun así, se permiten dar lecciones a la clase trabajadora desde una atalaya de superioridad moral, confundiendo jerarquía económica con valía personal, exigiéndole esfuerzos y sacrificios que, por supuesto, ni ellos ni sus hijos se aplicarán jamás. La pseudo-meritocracia del sistema en estado puro.

«Se permiten dar lecciones a la clase trabajadora desde una atalaya de superioridad moral, confundiendo jerarquía económica con valía personal, exigiéndole esfuerzos y sacrificios que, por supuesto, ni ellos ni sus hijos se aplicarán jamás».

En realidad, lo único que Garamendi y sus amigos conocen es la cultura de la explotación, aquella que permite a una minoría detentar el poder económico y político, teniendo a las instituciones a su servicio, en el marco de un tipo de democracia que limita las posibilidades reales de superación del modo de producción capitalista. Un sistema que está diseñado para que su clase siga enriqueciéndose a costa de la clase trabajadora. En realidad, las relaciones de poder asimétricas entre capital y trabajo que caracterizan a las democracias liberales no son más que el reflejo de la ausencia de democracia real que existe en los centros de trabajo. 

Justo esta semana, la CGT de Catalunya ha presentado un informe demoledor, Erosión del poder adquisitivo en Cataluña y la necesidad de la acción sindical. En él se demuestra cómo el empresariado catalán y español se está enriqueciendo cada día más, en un proceso paralelo, e interrelacionado, de empobrecimiento de la clase trabajadora. Una inflación que no es compensada por las subidas salariales, unos precios desbocados de la vivienda y unas direcciones de los grandes sindicatos, que han apostado por la concertación y el diálogo social con el Ministerio de Trabajo antes que por el conflicto laboral desde la calle o los centros de trabajo, y que han llevado a un escenario donde el poder adquisitivo de la clase trabajadora no hace sino caer. No así los beneficios empresariales. 

Como explica el informe, el valor añadido bruto que se genera en la producción ha aumentado un 32,8% en las empresas del Estado desde 2021. Pero el resultado bruto de explotación, que es la parte del valor añadido que se queda el capital una vez remunerado el factor del trabajo, lo ha hecho un 50,5% en los últimos cinco años. La relación entre ambos indicadores da la medida de los márgenes de beneficio empresarial, que se contabilizan en un aumento del 6,1% desde 2021. En contraste, el salario medio de los trabajadores en el conjunto del Estado es un 3,4% más bajo que en 2021. 

«Convendría recordarle al señor Garamendi que es la clase trabajadora, una vez más, la que puede dar lecciones de auténtica cultura del esfuerzo, no la patronal».

En este contexto de reparto desigual del crecimiento económico, convendría recordarle al señor Garamendi que es la clase trabajadora, una vez más, la que puede dar lecciones de auténtica cultura del esfuerzo, no la patronal. Pero que no se confundan los señores de la CEOE, el aguante de la clase trabajadora también tiene un límite. Quizás algún día no tan lejano, en la clase trabajadora nos cansemos de dar lecciones sobre cultura del esfuerzo y pasemos a protagonizar de nuevo grandes momentos de lucha colectiva, como cuando los antepasados de los empresarios españoles creyeron que podían estirar tanto de la cuerda que acabaron provocando estallidos y revoluciones. No nos provoque, señor Garamendi. 

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