Las cooperativas del mundo agro, un fenómeno inspirado en el cuidado del medio ambiente
Más allá de las habituales cooperativas agrarias, nuevos proyectos ponen el foco en el cuidado del entorno y en el cambio del modelo agroalimentario del país.
La unión hace la fuerza, pero también abarata costes. Desde hace décadas y con esa perspectiva, miles de trabajadores y trabajadoras del campo se organizan en cooperativas para sacar el mayor rendimiento a sus cultivos y animales. Con una gran raigambre a nivel histórico en España, este tipo de empresas permite a sus personas socias decidir los designios que guiarán los próximos pasos a tomar. Más allá de las habituales cooperativas agrarias, nuevos proyectos ponen el foco en el cuidado del entorno y en el cambio del modelo agroalimentario del país, favoreciendo los productos de calidad.
Es el caso de Ana Corredoira, directora desde 2014 de la Granxa A Cernada, una granja de producción lechera que fundaron sus padres a finales de los años 80 e integrada en la cooperativa Sen Mais – As Vacas da Ulloa, en Lugo. “Nuestra producción primaria está ligada a la tierra, es decir, una producción que realiza un aprovechamiento de los recursos pero tratando de hacerlo de una forma respetuosa y sostenible”, introduce esta ganadera de profesión y bióloga de formación.
La cooperativa, por otra parte, también intenta sumar la innovación, el desarrollo y la tecnología para ofrecer valor añadido, productos de consumo de calidad, tratando de promover un modelo de consumo distinto. Correidora describe la creación de As vacas da Ulloa como “un parto muy duro”. Si la fundaron en 2015, hasta 2021 no pudieron salir al mercado: “Los problemas de tipo burocrático nos han jugado muy malas pasadas en el acceso, por ejemplo, a ayudas e inversión”, comenta tras ser preguntada por el principal escollo que han pasado tras decidir constituirse como cooperativa.
En Sen Mais son cuatro personas fundadoras y, actualmente, tres empleadas. Para llegar a este número, primero han tenido que sortear diferentes retos, aunque no lo hicieron sin referentes. “Nos fijamos en nuestras vecinas y compañeras Milhulloa, productoras de aromáticas. Son mujeres emprendedoras que apostaron por la producción ecológica, con ese perfil de mujer formada que decide regresar para poner en valor los recursos propios del territorio”, señala Corredoira.
La misma Corredoira, también concejala del PSOE en Palas del Rey, añade que, asimismo, son importantes las redes, como la Federación de Mujeres Rurales: “Ahí no solo encuentras el apoyo y la logística para la maduración o desarrollo de proyectos, sino que te sientes dentro de un espacio en el que compartir y en el que te das cuenta que muchas veces nos pasa lo mismo a todas”.
Cada vez más mujeres en los órganos decisorios
Cooperativas Agro-alimentarias España es la asociación que representa a 3.669 de estas cooperativas en las que se organizan más de un millón de agricultores y ganadores. Según sus datos, dan empleo a 122.600 personas, principalmente en las zonas rurales. En su memoria de 2023, en donde aparecen los datos más actualizados en algunos aspectos del Observatorio Socioeconómico del Cooperativismo Agroalimentario Español, recogen que el 45% de estas cooperativas es empleo femenino, un porcentaje que se ha elevado en 29 puntos desde 2006.
En este sentido, las mujeres representan un 28,3% de la base social, un 10,1% de la composición de los consejos rectores, el 4,8% ostentan la presidencia y un 14,3% puestos de dirección. En cuanto a los jóvenes, representan un 9,8% de la base social, un 7,9% de la composición de los consejos rectores, el 4,1% ostentan la presidencia y un 7,1% puestos de dirección.
Por otro lado, sobre su actividad ecológica el informe del 2023 señala que “el valor de los productos ecológicos cooperativos representó el 39% del conjunto del valor de la producción ecológica española”. Y según la memoria de actividades de 2024, Castilla y León y Catalunya son de las comunidades autónomas cuyas cooperativas agroalimentarias más facturan. Sin embargo, ningún territorio supera a Andalucía, donde operan 639 de ellas.
Las cooperativas del campo necesitan ser escuchadas
Germán Cantalejo es el gerente de la Sociedad Cooperativa Andaluza Europeos, situada en Cádiz y que cuenta con más de 1.500 socios. “Antes lo hacíamos todo por nuestra cuenta, pero nos percatamos de que sería más fácil si nos organizábamos en cooperativa”, relata. Lo hicieron en 1986, por lo que su experiencia les precede. “Lo primero que hicimos fue conseguir un local para agrupar la cosecha de trigo, cebada y demás cereales de todos los socios”, rememora.
Este tipo de organización entre iguales siempre les ha insuflado un pequeño soplo de aire fresco a la hora de hacer frente a los costes asociados a la producción: “No es lo mismo que cada agricultor compre las semillas individualmente a que lo hagamos desde la cooperativa, al igual que sucede con los abonos y fertilizantes”, ilustra. De todas formas, no solo se trata de la compra de los insumos, sino también de la venta de los productos. Según explica Cantalejo, “los primeros beneficios los dedicamos a crear una almazara para tratar la aceituna y el aceite de oliva virgen extra”.
Por el momento, esta cooperativa gaditana con casi cuatro décadas de historia continúa su andadura. El gerente, en este sentido, reivindica que los legisladores deberían escuchar más a las cooperativas. Desde su punto de vista, “muchas buenas ideas nacen de aquellas personas que conocemos bien el campo, aunque nos veamos en manos de políticos que no tienen ni idea de agricultura, lo que es bastante triste”.
Cantalejo remarca desde Cádiz que Europeos no tendrían sentido si no fuera una cooperativa. Según opina, sería “inviable” crear un sistema agrícola local que no se organizara empresarialmente de esta manera. Y va más allá: “Ya no digo que nos agrupemos en cooperativas, sino que las cooperativas del mismo entorno deberían también agruparse entre sí para hacerse más fuertes”.
La unión entre cooperativas, el futuro
Esta forma de cooperación entre cooperativas es, precisamente, lo que han llevado a cabo en el Valle del Jerte. En una misma agrupación se organizan unas 15 cooperativas del lugar y la de Santa Catalina, en Rebollar, es una de ellas. Se fundó en 1961 y en la actualidad es el paraguas de 130 personas asociadas. Los abuelos de José Luis Serrano, ahora consejero en la cooperativa, fueron unos de los impulsores: “Nos dedicamos principalmente a la cereza, aunque también hay higos, aceitunas y ciruelas”, introduce.
Sin dudarlo, Serrano remarca que lo mejor de ser una cooperativa es poder sacar el máximo rendimiento al producto: “Gracias a eso hemos llegado a unos mercados que, si no, nos hubiera sido imposible”. Aunque para él organizarse de manera cooperativa granjea mucho más beneficios que pérdidas, también admite que mucha otra gente no ha dado el paso por aspectos ligados a la economía sumergida. “El que ha estado por libre ha funcionado como ha podido, aunque eso se está acabando”, apuntilla.
Los cooperativistas cacereños de Santa Catalina, gracias a su unión en la agrupación de Cooperativas Valle del Jerte, reparten mucho más las funciones que en otras organizaciones empresariales de este tipo. “Cada uno recolecta su fruto y lo lleva a la cooperativa, y de ahí pasa a la agrupación, donde se empaqueta a demanda del cliente”, explica el mismo Serrano. El retorno de las ganancias es similar. “Una vez que llega la liquidación, la agrupación paga a la cooperativa y la cooperativa a cada uno de los socios según la cantidad aportada”, completa.
Transformar el sistema alimentario
La larga tradición de cooperativismo en el campo español tiene su porqué en la economía de escala, según Pablo Saralegui. Él es técnico de investigación en Alimentta, una asociación científica centrada en la transición alimentaria, e incide en que cada vez aparecen más cooperativas en las que la innovación es su punta de lanza: “Existen muchas centradas en la gestión de los residuos, la materia orgánica que se puede convertir en compostaje, algo que hasta hace poco ni siquiera se concebía como tal”, ejemplifica. Para este experto, se trata de intentar comunalizar aquellas actividades necesarias para la producción que supondrían demasiada carga a nivel individual a cada agricultor.
A pesar de que este modelo empresarial se caracteriza por una horizontalidad y democracia, eso no es óbice para que la mayoría de cooperativas persigan un mayor rendimiento económico y ahorro de costes. Pero no todas son así: “Hoy cooperativas que intentan innovar a través de los diferentes eslabones de la cadena alimentaria para también relocalizar el comercio”, explica Saralegui.
La innovación ha llegado hasta las industrias artesanales, como los obradores compartidos. “Todo es mucho más fácil si me asocio con alguien y montamos un obrador gestionado de manera democrática, y así nos ahorramos muchos costes, como ya sucede en algunas experiencias en Euskadi”, ilustra el especialista. Tal y como determina, “estos proyectos también persiguen transformar el sistema alimentario y generar una oferta sostenible y saludable”.
De nuevo, la unión se torna esencial para poder cumplir esa meta. “Ya vemos productores locales asociados con cooperativas de consumo, por ejemplo, con una perspectiva muy política a la hora de intentar transformar la alimentación, que tienen la sostenibilidad económica y ecológica como prioridades”, desarrolla el integrante de Alimentta.
Ir más allá del discurso productivista, como consejo
Corredoira, integrante de As vacas da Ulloa en Lugo, es un buen ejemplo de estas iniciativas transformadoras. La ganadera admite que el proyecto lo siente como algo suyo, propio. “El nivel de compromiso y la entrega que tenemos hacia él es lo mejor de la cooperativa”, enfatiza. De todas formas, esa moneda también tiene una cruz: “Al mismo tiempo, las cosas nos duelen el doble y nos afectan de una manera muy distinta. No podemos romantizar los proyectos en exceso”.
Por último, esta gallega deja apuntado un consejo valioso para cualquier persona que quiera replicar un proyecto como el suyo. “Tenemos que prestar más atención a dónde queremos estar, más allá del discurso productivista. Para mí es tan importante dónde estoy que lo que hago aquí. Para poder hacer un buen trabajo, primero tenemos que estar donde queremos”, finaliza.