Internacional | Opinión
Vuelta 2025, la primera mancha en el blanqueamiento de un genocidio
"Por primera vez, una operación de lavado de imagen a través del deporte mancha más que limpia", escribe el autor.
La Alemania de Hitler organizó unos Juegos Olímpicos. La dictadura argentina acogió un Mundial de fútbol en los mismos estadios donde torturaba a los opositores, y Qatar los construyó sin importar las vidas que se perdieran por el camino. A cada rato, Arabia Saudí ficha estrellas galácticas y organiza los torneos más deslumbrantes para ofrecer una imagen moderna de un régimen con prácticas medievales. Hasta ahora, el sportwashing, el lavado de imagen a través del deporte, parecía un plan sin fisuras. Incluso para un gobierno que estuviera perpretando un genocidio al que la población global asistía en directo.
Pero en La Vuelta 2025 se ha derrumbado esa estrategia como a un escalador al que le llega una pájara cuando ya se veía levantando los brazos en la meta. Desde ese puñado de manifestantes con una pancarta que interrumpió la marcha del equipo Israel –Premier Tech en la contrarreloj por equipos en Figueras– se han sucedido protestas en la mayoría de etapas, varias han tenido que reducir su recorrido, hasta la cancelación el domingo de la llegada del pelotón a Madrid y la habitual entrega de trofeos.
Desde luego no es la primera manifestación importante contra los ataques de Israel y en solidaridad con el pueblo palestino en eventos deportivos. En muchos estadios se han realizado acciones, desplegado banderas, cantado consignas, en particular cuando les visitaba un equipo israelí. Pero claro, el ciclismo no es un deporte cualquiera, y las propias características de una competición nómada y abierta –casi la única donde no se cobra por asistir– convierte en incontrolables las protestas.
Se puede vigilar la docena de entradas a un estadio o a un pabellón, pero no los cientos de kilómetros que recorren los ciclistas en ciudades, pueblos y montes durante días. Sin duda, la indignación de buena parte de la sociedad española contra los crímenes del gobierno israelí estaban ahí, sólo faltaba un recorrido que pusiera lugar y hora donde expresarlos.
Hasta el momento, en estos casi dos años que dura el ataque despiadado a la población gazatí, a las organizaciones deportivas internacionales no les había ido del todo mal mirar para otro lado y tratar a los equipos de Israel, sus deportistas o sus patrocinados como si fueran uno más. Israel ha participado sin problemas en los pasados Juegos Olímpicos así como en el reciente Eurobasket. El Maccabi de Tel Aviv sigue jugando la Euroliga de baloncesto, aquí no pasa nada, sigan circulando… Pero la Unión Ciclista Internacional, la patronal de las principales competiciones, ya no puede decir lo mismo.
La Vuelta no sólo ha visto alterado su kilometraje, también su imagen. De hablar sobre tiempos, pendientes, meteorología, etc., la dirección de la carrera ha tenido que tratar temas como genocidio, bombardeos, complicidad, libertad de expresión, niños bombardeados. No debe de ser agradable. Seguro que no lo tenían previsto.
Y supone, además, un aviso importante para quienes organizan todo tipo de eventos deportivos, culturales, académicos: si alguien quiere usarte como esponja para lavar su cara ante el mundo al final vas a parecer tan sucio como aquello que tratan de limpiar. Vuelta Sionista a España ha sido el apodo de la competición durante estos días por permitir la participación de un equipo con el nombre de un país que bombardea hospitales y usa el hambre de dos millones de seres humanos como arma de guerra.
La mejor prueba de que estas protestas han abierto una vía de agua en la estrategia israelí han sido los esfuerzos del Gobierno, incluido el propio Netanyahu, por desacreditar a los manifestantes, vinculándolos –cómo no– con el terrorismo, y la presión diplomática para que el equipo no abandonara la carrera.
Sin embargo, está claro que ya empiezan a dar pasos hacia atrás y desde el propio equipo ya han anunciado que en las próximas carreras seguirán eliminando la palabra Israel de los maillots de sus corredores, tal y como han hecho desde que empezaran las protestas en La Vuelta, de forma que solo se verán sus siglas IPT. Así, es muy probable que los dirigentes israelíes, y sus aliados como el propietario del equipo ciclista, se estén preguntando si más que limpiar su imagen lo que consiguen con este tipo de patrocinios es unir las fuerzas de quienes todavía no se resignan a la impunidad absoluta de su ejército y que se hable aún más de las atrocidades que cometen cada día.
Por tanto, algo ha cambiado en el escenario global para Israel. Una de sus estrategias, seguro que no la más importante, parece tambalearse. Falta por ver si se produce un efecto contagio en otras citas internacionales, pero esa pequeña grieta deja pasar un rayo de esperanza. Al igual que sucedió con el apartheid en Sudáfrica, nadie puede pensar que el Gobierno de Israel dejará en paz a la población palestina por un arrebato de conciencia, sino porque un buen día puedan pensar que en realidad su violencia deja de salirle rentable. Todavía queda mucho para llegar a ese escenario, pero todo camino comienza con una pedalada.