#UnaImagenDelDía
Que no pase como si nada
"La disputa es, como mínimo, por una imagen", dice la escritora Laura Casielles en esta crónica sobre las protestas contra el genocidio del pueblo palestino que hoy en Madrid han obligado a cancelar el final de La Vuelta ciclista a España.
Desde la hora del vermú, las calles del centro de Madrid son rojas, verdes, negras, blancas. Una bandera como peineta, una kufiya sobre los hombros (suelta, que hace mucho calor). Las convocatorias llaman a estar a partir de las cuatro en las zonas de más visibilidad de la llegada de la Vuelta. Desde horas antes, la zona de la estación de Atocha está llena de manifestantes, y a su alrededor se despliega un operativo policial que los telediarios de mediodía dicen que no tiene precedentes en un evento de este tipo. Unas calles más allá, pasando junto al Congreso, la Carrera de San Jerónimo está vallada, pero más despejada de todo -manifestantes y policías-: ¿será un plan B por si hay que cambiar la ruta?
La disputa es, como mínimo, por una imagen: en este momento del día, parece claro que cuando las cámaras apunten al paso por meta, no se podrá evitar la protesta.
Gran Vía va tupiéndose de nuevo de símbolos a medida que se avanza hacia la plaza de Callao. Allí mismo, a eso de las seis y cuarto, se siente el revuelo: acaba de llegar la noticia de que la organización se ha visto obligada a cambiar el recorrido de los ciclistas. Los jaleos de alegría enseguida se ven interrumpidos por el ruido de las cargas policiales; vuela humo blanco sobre el tramo cortado de la calle. Luego escuchamos que está pasando lo mismo un poco más abajo, junto al Jardín Botánico.
Mientras nos movemos por las calles, intentando pensar estratégicamente adónde será mejor ir, cunde la sensación de que hace tiempo que no pasaba algo así: estar en una manifestación con la duda abierta de cómo va a continuar. Con la sensación de que es crucial que la mente colectiva esté ágil para hacer lo que resulte más eficaz. Y de que algo real puede pasar, también.
En la Puerta del Sol hay menos banderas que turistas. No es fácil bajar de nuevo al paseo del Prado; las calles se van cortando y condicionando la deriva. Las noticias dicen que «el recorrido se ha reducido a la mínima expresión». ¿Será mejor intentar llenar Neptuno o intentar llenar Cibeles? Junto a las vallas conviven dos mundos: el de quienes esperan con sus sillitas de cámping al paso de los ciclistas y el de quienes atan sus banderas a cualquier cosa que pueda hacer las veces de mástil. En los bancos hay gente subida para que se vean sus pancartas, y también turistas sentados mirando hacia atrás. «I hate this», dice una de ellas.
Lo que está en juego está claro: que las cosas no puedan pasar como si nada. Que cuando quienes contribuyen (del modo que sea) al genocidio del pueblo palestino están involucrados en un evento —en la imagen de él que llegue al mundo—, mirar hacia otro lado no sea posible.
Y como lo están en tantas cosas, en tantas cosas esto mismo tendría que pasar.
Pero eso será luego.
Ahora estamos aquí.
Al final giramos hacia la plaza de Neptuno. No hay tanta gente como en otras, pero ya está hecho: solo unos minutos más tarde leemos el titular que dice que la etapa ha quedado suspendida.
Mientras las personas que se manifiestan celebran, las que han venido a ver la prueba refunfuñan. Pero es el precio a pagar: como para los aficionados a Eurovisión o quienes han renunciado a estar en festivales este verano. Tampoco es un precio tan alto para decir al mundo que aquí no se transige con la publicidad que legitima a los cómplices.
Después de las protestas, las calles siguen llenas de kufiyas, banderas, camisetas con el mapa de Palestina. El centro de Madrid es un hervor de gente saludándose: conocidos de todos los frentes, de todos los movimientos, pasean con cierta euforia, se abrazan comentando que ha sido emocionante. Mientras, ningún telediario de la noche ha podido elegir no hablar de esto.
Lo que se ha conseguido es lo mínimo que podemos pedirnos: que las cosas no pasen como si nada.
Ni las bicis hoy, ni la atrocidad mañana. Y todos los días de después.