Cultura
El amor, el dolor y el perdón según Abdelá Taia
«Esa justicia que no podemos esperar de los ricos y poderosos nos la ofrece el libro», asegura el escritor marroquí en esta conversación con Bob Pop en torno a su novela ‘El Bastión de las Lágrimas’.
Los textos de Abdelá Taia (Salé, Marruecos, 1973) mantienen un exquisito equilibrio entre la delicadeza y la violencia. Es corrosivo, rebelde, reivindicativo, tanto como poético, nostálgico, amoroso. El origen de sus ficciones está en su propia vida. Así, en El Bastión de las Lágrimas (su última novela, publicada en español por Cabaret Voltaire) narra el regreso a Marruecos de un profesor exiliado en París, al barrio en el que se crio, al paraíso infantil que habitaba junto a sus seis hermanas, también al infierno de unos abusos sexuales que nadie impidió.
Taia fue uno de los primeros escritores árabes en declarar abiertamente su homosexualidad, hace casi 20 años. Desde entonces ha ido componiendo una obra en la que, a partir de su experiencia como outsider (tanto en Marruecos, por ser gay, como en Francia, por ser migrante), ha sabido dibujar nuestras sociedades (hipócritas, racistas, homófobas) con precisión de cirujano.
Me gustaría empezar hablando del significado del perdón en El Bastión de las Lágrimas. Como lector he tenido la sensación de estar leyendo un thriller sobre el perdón, una historia sobre la dificultad de perdonar que, una vez terminado el libro, no sé si el protagonista ha llevado finalmente a cabo.
De alguna manera, la gente del colectivo LGTBIQ+ entiende que los gobiernos, que las personas cishetero no van ayudarnos a obtener justicia. No hablo de justicia en los tribunales, sino de justicia humana hacia nosotres. De modo que cuando las personas del colectivo se dan cuenta de que tienen que obtener esa justicia por ellas mismas, surge la confrontación. Como adulto, hay un momento en el que tienes que enfrentarte a la gente que te hirió o que consintió que te hirieran, también a tus padres, para poder así sanar y ser capaz de crecer. Es importante hablar con esas personas de por qué no nos ayudaron. Porque estaba claro que para mí o para el protagonista de la novela –que sufrió abusos y violaciones por parte de los hombres del vecindario, mientras su familia lo sabía– es muy importante saber por qué aquellos a quienes él amaba se comportaron de un modo tan cruel. Necesitamos saber la verdad y para eso hay que regresar al lugar exacto donde sucedieron aquellas cosas horribles. Y enfrentarnos a esas personas con los ojos bien abiertos, pero también con amor. No las odias, sigues sintiendo amor por ellas. Y las perdonas. O no.
Hay algo en el libro que me sorprende mucho y es cómo su protagonista, Yousef, puede sentir nostalgia por un pasado tan siniestro y violento. Cómo puede combinar la memoria de las violaciones y las palizas con los dulces recuerdos familiares.
No podemos controlar la nostalgia. A partir de los 40 –yo ahora tengo 51– empezamos a sentir nostalgia hacia asuntos que pensábamos que teníamos resueltos. Nunca volveremos a esos lugares, pero es algo biológico que no podemos controlar. En el caso de Yousef es el vínculo que aún mantiene con sus hermanas, una relación de amor por ellas, porque vivieron juntos la pobreza, la miseria. Son supervivientes y él estaba allí con ellas, inventando estrategias para sobrevivir tal y como hace la gente pobre. Y esta pobreza duró muchos, muchos años, y eso creó un vínculo y una solidaridad eterna entre aquellos que son machacados por el poder y por los ricos; ese es el dilema de Yousef. Él sabe que ha imitado las estrategias de su hermana como hombre gay. Pero al mismo tiempo, sus propias hermanas no le ayudaron a escapar de las violaciones. Él sabe que ellas no le aman del mismo modo que él las ama. Yousef reconoce en sus hermanas la libertad y su capacidad para crear belleza en el mundo donde estaban sepultadas: eran transgresoras, eran divas, tenían sexo libre, conquistaban hombres, eran ladronas, eran unas gánsteres. Para él son ejemplos míticos de transgresión y libertad que no puede encontrar de un modo tan poderoso en su vida adulta. De ahí viene su amor.
Al mismo tiempo que las hermanas de Yousef son su fantasía, él necesita crear a través de sus propios sueños. Como si las ensoñaciones de Yousef respondieran a tu propio proceso de escritura.
Yo quería utilizar ese espacio de los sueños como un lugar donde la justicia realmente sucede; deseaba que cada persona pudiera adentrarse en los sueños y en las mentes de los demás, como ocurre en la ciencia ficción. Algo que no esté pasando pero que, al mismo tiempo, esté sucediendo efectivamente. No quería que fuera solo una ilusión, algo que no tuviera impacto en la vida cotidiana, sino que formara parte de la existencia diaria de cada uno.
Otras voces, otros cuerpos, otras memorias. No solo Yousef hablando de sí mismo sino muchas voces hablando de él. Algo que transmite la importancia del significado de la comunidad en tu escritura.
La comunidad, la familia, es fundamental. Y es fundamental que hablen y griten con sus propias voces, sin los límites que la sociedad nos pone enfrente. Y así el libro se convierte en un deseo de justicia con voz propia. Esa justicia que no podemos esperar de los ricos y poderosos nos la ofrece el libro gracias a su posibilidad de hablar por sí mismo.
¿Crees que los libros, en general, ayudan a hacer justicia?
Absolutamente. No mis libros, yo solo los escribo, que ya es en sí una cosa muy loca. Me refiero a los libros de otras y de otros que a mí me han ayudado mucho. No solo de autores y autoras establecidos, occidentales. He encontrado libros en las calles de Rabat, libros viejos, que he comprado y he leído, y que sin ser obras maestras siento que me han ayudado a entender el mundo. Cuando yo estaba en el instituto en Marruecos, en mi clase, había 20 chicas y 10 chicos, y cada chica tenía un cuaderno. Intercambiaban sus cuadernos, sus libretas personales, como un diario, pero no eran diarios. Cada día esas chicas escribían algo para las demás y al final del año escolar tenían un cuaderno lleno de escrituras propias y ajenas.
Eso es precioso.
Sí, es precioso. Me impresionó tanto que me uní al club. Sabía que era un club de chicas, pero quería estar dentro, escribir algo para alguien, escribir algo que ayudara a alguien. Y al final del año tendría un libro con lo que otras chicas habrían querido escribirme. Me pareció el acto más potente sobre la faz de la tierra. Creo que mi deseo de escribir, de convertirme en escritor viene de esa experiencia.
Me fascina el retrato que haces de las mujeres marroquíes (divertidas, libres, rebeldes) y cómo contrasta eso con la imagen estereotipada que tenemos de ellas en Occidente.
Para mí, esa es la experiencia. No utilizo teorías agotadas sobre mujeres. No hablo a partir de lo que aprendí durante mis estudios universitarios en la Sorbona. Olvídate de eso. Tengo muy claras las voces de mi madre, las experiencias de mis hermanas… Como hombre, tengo que darles el lugar desde donde hablar de esa realidad. No explicar quiénes son. Eso sería otra forma de colonización. Como si yo, un tío que vive en París, nacido en Marruecos, con ideas francesas llegara a dar lecciones a mis hermanas marroquíes. Caería de nuevo en el colonialismo francés. Por supuesto que la misoginia y el patriarcado existen en Marruecos, igual que existen en España, en Francia o en Estados Unidos. Lo que no voy a hacer es mostrar a las mujeres marroquíes de un modo que sea aceptable para Occidente.
¿Y los hombres?
Siempre vi a mi padre, a mis hermanos mayores y a los maridos de mis hermanas como malos actores. Sabían que no tenían que esforzarse por representar su papel porque la sociedad se había construido para ellos, porque el poder era suyo. Es como cuando ves a alguien ejerciendo de presidente: solo necesita sentarse en su sillón. Son los demás quienes hacen el trabajo. Son los demás quienes hacen que las cosas cambien.
¿Y qué necesitan entonces tus hermanas, las mujeres, para ser las protagonistas?
Que cambien las leyes, que se siguen haciendo por hombres heterosexuales. Creo que ahora mismo están pasando muchas cosas positivas para las mujeres y para el colectivo LGBTIQ+, pero a la vez están regresando tiempos muy oscuros. Es el momento de estar unidas y de ayudarnos del modo en el que podamos.
¿Crees que hay alguna posibilidad de que los hombres cis heterosexuales no tóxicos empiecen a cambiar las cosas?
Creo que los hombres heterosexuales no quieren cambios. Nuestro trabajo es hacerles sentir que no tienen más remedio. Para eso escribimos libros.
Invertir mucho en religion mantienen las mentes debiles y ha de seguir de esta forma, hay mas de 270 mil mezquitas, universidades no llegan ni 100.