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“A tope con la tele pública”

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Sociedad

“A tope con la tele pública”

Bob Pop y Javier Durán llevan muchos años trabajando en la tele. En la pública y en la privada. Saben de lo que hablan. Aquí lo hacen sobre la televisión pública. Sobre lo que es y sobre lo que debería ser.

Lalachus, Ramón García y Ángela Fernández presentarán Grand Prix, el formato veraniego que enfrenta a pueblos entre pruebas y vaquillas. RTVE
La Marea
09 agosto 2025 Una lectura de 17 minutos
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El artículo ‘A tope con la tele pública’ se publicó originalmente en #LaMarea107. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y seguir apoyando el periodismo independiente.

BOB: ¿Hablamos de la tele pública como herramienta política? En el buen sentido, me refiero.

JAVIER: Es que tiene que ser una herramienta política. Y una herramienta cultural.

BOB: ¿Pero cómo se construye eso? Sobre todo ahora, con un gobierno boicoteado por tierra, mar y aire.

JAVIER: Lo primero, siendo ajeno a todo eso. Es complicado, lo sé, pero si estamos pendientes de los boicots de la derecha y la ultraderecha no haríamos nada en este país. Cualquier cosa que no sea afín a sus ideas van a intentar censurarlo o cargárselo. Hay que estar ajenos a lo que digan. Ajenos incluso al gobierno que esté mandando. Pero, bueno, no vamos a ser naífs. Los gobiernos intentan meter ideología a través de la tele pública. Zapatero lo intentó evitar en su momento, pero cuando Rajoy llegó al Gobierno, lo primero que hizo fue cargarse aquella ley en la que el Congreso elegía los cargos de la televisión pública española. No olvidemos que de ahí viene toda esta mierda. Creo que intentar quedar bien con todo el mundo es un error. Sobre todo ahora, sabiendo lo que viene. La tele pública no debería entrar en ese juego. Debería ser más grande que todo eso.

BOB: Claro. El problema viene, además, cuando una tele que no tiene publicidad empieza a regirse por datos de audiencia. 

JAVIER: La tele pública no debería moverse ni por datos de audiencia ni por datos económicos. La televisión pública es un bien social que pagamos todos, como la sanidad, la educación… o como la tauromaquia. [Risas] A mí me da igual que un programa en la televisión pública haga un 3% o haga un 18% de audiencia.

BOB: De repente, todo el mundo es experto en datos de audiencia televisiva, en share…

JAVIER: Y eso está basado, además, en una gran patraña. En la profesión lo sabemos todos. Las audiencias están basadas en unos audímetros y en un sistema de lectura absolutamente falso, pero todos jugamos a que nos creemos esos datos, empresas publicitarias incluidas. Con unos pocos miles de audímetros no se puede saber lo que le gusta a la gente. Y aparte de eso, hay programas maravillosos que tienen un 2% y otros que son una reverenda mierda que tienen un 18%. Eso no puede ser un baremo para la televisión pública.

«No hablamos de una empresa al uso. El beneficio de la televisión pública son sus contenidos, no sus números». Javier Durán

BOB: Estoy completamente de acuerdo contigo en que la tele pública no puede entrar a competir. Sin embargo, en cuanto la tele pública quiere levantar la audiencia, monta un concurso para salvar el culo.

JAVIER: [Risas] Bueno, entiendo que hay una fiscalización, que hay gente que justifica su labor en la tele pública si sus programas se ven. Y eso es un error, porque no hablamos de una empresa al uso. El beneficio de la televisión pública son sus contenidos, no sus números. La tele pública también tiene que tener un hueco para que determinada gente se sienta representada y que, cuando ponga la tele, pueda ver contenidos aunque no sean rentables. Eso, claro, la televisión privada no lo va a hacer.

Johannes Pietsch (JJ), en 'La revuelta', con David Broncano. RTVE
Johannes Pietsch (JJ), en ‘La revuelta’, con David Broncano. RTVE

BOB: Pero llevemos la conversación más allá. También hay programas que mucha gente considera que no encajan en la tele pública. Como damnificado de La familia de la tele yo siempre defendí que aquella era una apuesta muy inteligente: un programa que la gente asociaba a Telecinco, pero dándole un tono de tele pública, democrático y progresista. El gran problema es que la tele pública nunca acabó de creerse eso. Insisto en que, para mí, el gran error fue no lanzar el programa el mismo día que muere el Papa y montar allí tres horas de tele donde mezcláramos a María Patiño con Paloma Gómez Borrero 2.0 y a una monja que lo sabe todo del papa Francisco con Kiko Matamoros, que es superlisto. El proyecto inicial tenía que ver con mostrar una tele donde se pudiera hablar de todo en términos contemporáneos, incluso de convivencia. Una tele contra esta crispación constante. Y ha sido precisamente esa inquina la que se lo ha cargado, demostrando que, efectivamente, era necesario.

JAVIER: A ver… Me parece que en ese proyecto había muchos factores y sería muy largo de analizar…

BOB: Ahí hubo de todo, sí.

JAVIER: Lo que sí creo es que la tele pública tiene que entretener, ese también es un servicio público. Y ahora ha fichado a un montón de profesionales para hacer entretenimiento y me parece superpositivo. Y con esa gente está generando una dinámica, como la que vivimos nosotros en Movistar, para crear un contenido que esté adaptado a la televisión pública. Pero eso es complicado, sobre todo a corto plazo. No sé la audiencia que tendría La bola de cristal…

BOB: Era algo absolutamente marginal.

JAVIER: Pues eso. Y ahora es un mito. Creo que hay programas que necesitan tiempo para crear un cambio de tendencia. La tele pública tiene que educar a los espectadores mostrando cosas que no muestra la privada, que es mucho más comercial. Necesita crear una impronta, algo como lo que hizo Pilar Miró en su época, que básicamente es: «Vamos a hablar de lo que no hablan otras teles y con otro tono, haciendo lo que nosotros creemos que hay que hacer en la televisión pública». La putada son los plazos con los que funciona hoy la televisión y la crispación que hay. Los proyectos a largo plazo no existen. Y luego está esa falacia que habla de que «son mis impuestos». Con tus impuestos, cariño, estás pagando todo. Desde los coches hasta los toros o la Santa Misa.

BOB: Y las residencias militares. [Risas]

«Dentro de RTVE hay presiones por todas partes, muchas veces más por parte de la oposición que por el partido que manda». Bob Pop

JAVIER: Claro. En la televisión pública tiene que haber alguien al mando que diga: «Pues mira, nosotros lo que queremos es potenciar este tipo de contenidos». Hablo de todo tipo de contenidos, no me refiero a la política. Hablo de una tele entretenida, de calidad, en la que tengan cabida un montón de gente de distintas tendencias. Claro, eso implica mucho tiempo y que los profesionales quieran trabajar en la televisión pública, lo que también es complicado económicamente hablando e ideológicamente, porque te pone en una diana. ¿Cuál es la idea de la televisión pública que tenemos en España? Ahora mismo yo veo que va un poco a la deriva.

BOB: Yo me imagino la televisión pública como un lugar que refleje la diversidad que hay en un parlamento.

JAVIER: Y en la calle. Hay mucha gente que no se ve representada. ¿Dónde están los inmigrantes, por ejemplo?

BOB: De acuerdo, ¿pero cómo hacemos una tele pública que también interpele a la gente de Vox? Porque están en el Congreso y en la calle.

JAVIER: Entiendo que Cifras y letras o La promesa o la vaquilla del Grand Prix también los ve gente de Vox, porque si no es imposible que tengan esas audiencias. No creo que nadie de Vox tenga nada en contra de Grand Prix, más allá de que lo vaya a presentar en verano Lalachus. Tiene que haber un entretenimiento blanco, para la familia tradicional, y también otros contenidos que dinamiten eso. Creo que debe jugar en esa doble vertiente.

BOB: A mí La revuelta me parece un buen ejemplo de tele pública. Ahí he visto todo tipo de gente que se lo pasaba bien, cuando lo normal en un programa es que salga gente sufriendo, víctimas de clase, de racismo, de desigualdad… En cambio, en La revuelta tienen voz, se lo pasan bien, hablan desde gente mayor a gente con discapacidad, personas migrantes, científicos…

JAVIER: O deportistas. O mujeres deportistas. Creo que ese es un buen ejemplo de entretenimiento.

BOB: Exacto. Y sin embargo, sólo se habla de su lucha con El hormiguero.

JAVIER: Eso  es algo que se ha  alimentado por puro morbo desde un lado y desde el otro. Pero con el tiempo La revuelta ha demostrado que es un tipo de televisión pública muy buena, independientemente de que enfrente tenga a El hormiguero, que también la hace bastante a menudo para ser la televisión (privada) que es. Esto de las guerras entre cadenas… Lo hemos hablado mil veces. Yo no compito con el programa que está enfrente. Yo intento hacer el mejor programa dentro de mis posibilidades. Entre Broncano y Pablo Motos se creó una batalla en la que todo el mundo hablaba de quién había ganado, si este por medio punto o el otro. Y es algo que creo que no le interesa a ninguno de los dos.

BOB: A Motos igual sí.

JAVIER: Pero creo que tendríamos que alejarnos de eso. La revuelta sigue siendo un buen programa y está haciendo cosas que se salían del estándar de la televisión pública. Quizás esa sea una de las líneas a seguir. La revuelta se puede permitir el lujo de experimentar porque es un proyecto blindado. Pueden llevar a un científico o que Amaia salga a la calle a cantar. Cosas raras y cosas espectaculares. Y eso no se puede hacer si estás mirando la cifra de audiencia al día siguiente. La tele pública debería funcionar así: haz lo que quieras y cuando acabe la temporada miramos si ha sido buena tele o mala tele.

BOB: Hay un problema, tanto en la pública como en la privada, y es que a veces se nos olvida para quién trabajamos y acabamos pensando que trabajamos para quien nos paga la nómina. Pero no. Nuestros patrones y nuestras patronas son los espectadores.

Belén Esteban, Aitor Albizua, María Patiño e Inés Hernand. Su programa, La familia de la tele, estuvo en antena siete semanas. D. GONZÁLEZ / EFE
Belén Esteban, Aitor Albizua, María Patiño e Inés Hernand. Su programa, La familia de la tele, estuvo en antena siete semanas. D. GONZÁLEZ / EFE

JAVIER: Ese es un problema serio y es un problema nuestro, de los profesionales. Tenemos que cambiar el chip y hacer tele para que la gente la vea y la disfrute. ¡Para que vuelva a verla! Al fin y al cabo, sigue siendo el medio de entretenimiento y de información más espectacular que hay. Hay mucha gente, como Broncano o Buenafuente, que se está pasando a la tele pública por convicción y no tanto por el dinero. Es militancia. Me parece estupendo que la tele pública atraiga todo el talento que pueda y que tenga proyectos a largo plazo que consigan cambiar el chip de lo que creemos que es la televisión. Hace un tiempo, Mara Torres hacía un informativo en La 2 que era espectacular y que era básicamente social. Ahora mismo hay un montón de temas humanos en la calle que no salen en la televisión y a mí eso me entristece. En vez de estar hablando de la última gilipollez que ha soltado el político de turno me interesaría más saber cómo vamos a salvarnos del cambio climático, qué soluciones hay en las ciudades, cómo vamos a relacionarnos con la gente que viene de fuera…

BOB: Por ejemplo, es increíble que no haya un programa sobre vivienda. Un programa semanal o incluso diario de gente buscando casas. O unas tertulias en las que los migrantes no sean personas de quienes se habla sino que hablen ellos mismos, con voz propia.

JAVIER: No hay gente distinta en la tele. Incluso dentro de los equipos de televisión. Una inmigrante que le limpia el culo a una señora de 90 años, que vive encerrada en su habitación y que pone la tele es… como si viera a marcianos.

BOB: Es tele de otros.

JAVIER: Nosotros tenemos que darle un contenido a esa persona que le interese. No me creo que no seamos capaces de hacerlo.

BOB: Es parte del reto. Y otro reto es que la tele sea como un festival de cine, es decir, que dé cabida a nuevos formatos que eduquen el gusto de la gente y que cambien el canon.

JAVIER: La tele pública tiene que abrir ese camino. Bueno, siempre lo ha hecho. Pero hoy faltan muchas cosas en la tele pública. Por ejemplo, no hay teatro.

BOB: Y no solo eso. No hay caras nuevas. Televisión Española acaba de anunciar el fichaje de Mercedes Milá para hacer un programa de entrevistas. ¿De verdad?

JAVIER: Sí, haciendo entrevistas en un jardín. [Risas]

BOB: Eso es. El jardín de Mercedes Milá. En serio, no lo entiendo.

JAVIER: En las televisiones manda quien manda y hay un componente salvaje de dinero muy complicado de gestionar. Pero el futuro de la tele pública pasa por integrar a esa otra gente, porque si no se queda sin espectadores. No quiero decir que la tele pública es solo para la gente mayor que ve La promesa. No, eso no es verdad. Yo veía El Ministerio del Tiempo, de Javier Olivares. ¿Por qué la tele pública no está haciendo eso todo el rato? Y no hablo sólo de ficción. Todos los informativos, los de la pública y los de la privada, abren con las mismas noticias, con las mismas declaraciones que ha dicho no sé quién, con las respuestas a esas declaraciones, y luego hay programas de horas y horas de gente charlando y discutiendo sobre las declaraciones de unos señores que en el fondo no nos importan. Quizás deberían estar hablando de otras cosas. Y luego, además, parece que todo ocurre en Madrid. Y un poquito en Barcelona. Y todo lo demás es España vaciada.

BOB: ¿Por qué no se está hablando de esto? ¿Por qué la discusión se limita a si un programa es un fiasco o no? Tengo la sensación de que es una tele muy poco transversal. A mí me gustaría saber qué papel juega el Ministerio de Cultura, su relación con Televisión Española, que lo desconozco completo. O del Ministerio de Consumo.

JAVIER: Creo que hay un problema cortoplacismo. De decir: «Vamos a intentar petarlo y a hacer un programa que le interese a todo el mundo. Y con esto ya lo justifico. Así la tele va bien». Pero creo que la televisión pública es mucho más que eso. Lo ha sido siempre.

BOB: Una tele que deje algún poso, sí.

JAVIER: Claro. No puede ser que la cifra de audiencia de hoy no nos permita hacer la la tele que debemos hacer para las generaciones futuras. Dentro de 20 años, cuando alguien vea lo que estaba pasando en el mundo y lo que veían en la tele dirá: «No entiendo nada». Necesito algo más que titulares. Necesito que me contéis bien las cosas. Y luego ya me formaré yo una opinión, no necesito que me la deis vosotros.

BOB: El formato actual dificulta que la gente que verdaderamente tiene algo que decir se acerque a la tele.

JAVIER: Ha sido expulsada. Que salga una persona a explicar algo durante tres minutos se considera muy aburrido. Y no tiene por qué serlo. Cuando pasa algo serio en el mundo, la gente pone la televisión pública para enterarse. Y hay un montón de profesionales que te lo explican muy bien. En eso la televisión pública es imbatible y creo que lo pierde en el día a día. Pero la tele pública no puede estar sólo para cuando muere el Papa o hay que hablar de una guerra. Me gustaría saber cuál es la herramienta para solucionarlo, pero no la sé. ¿Un pacto de Estado? Tal y como está el mundo eso es una gilipollez. Quizás haya que atrincherarse en una especie de guerra de guerrillas y intentar sacar a gente que hoy por hoy no tiene cabida. No hay escritores en la tele. ¡Y se lee más que nunca!

BOB: La tele es una apisonadora. Si haces un formato nuevo sobre libros, necesitas darle tiempo para que se afiance. Y si no es así la tele pública deja de ser democrática. Al final, los valores que mandan en ella son otros que no tienen que ver con lo democrático. No tienen que ver con los espectadores ni con las espectadoras y, además, ni siquiera tienen que ver con el poder. Porque en el fondo dentro de Televisión Española, todos lo sabemos, hay presiones por todas partes, muchas veces más por parte de la oposición que por el partido que manda. Tengo la sensación de que hoy lo que domina la tele pública es el miedo.

JAVIER: El miedo y la autocensura. Pensamos: «Si sacamos este corte en redes alguien se puede quejar. Vamos a bajar el tono. Vamos a elegir otra cosa». A mí me pasa todas las semanas. Trabajar así es muy difícil. Hagas lo que hagas siempre va a haber alguien que se queje. La tele blanca no existe y no debe existir. Si quieres ver un programa lo ves y si no, pues no lo ves. Y luego están las teles privadas, que han creado un ecosistema muy nocivo. Y no nos olvidemos: las teles privadas son concesiones públicas que deben cumplir unos baremos de calidad y de contenidos. Y si no los cumplen se les puede quitar la licencia. ¿Pero quién se va a meter en ese jardín? Nadie, pero yo creo que hay un montón de cosas en las televisiones privadas que no deberían emitirse en televisión, porque son nocivas para la convivencia. En ese ecosistema que han creado hay algo perverso: el que más grita es el que más audiencia tiene. O el que dice la gilipollez más grande o la teoría más loca. Había un señor que hablaba del chupacabras y ahora es un referente político. Tú no puedes tener a esa gente diciendo lo que dice.

BOB: Es que establece un canon muy peligroso.

Andreu Buenafuente en un momento de Futuro imperfecto, un espectáculo grabado en directo en el teatro de LaFACT, en Terrassa. RTVE
Andreu Buenafuente en un momento de Futuro imperfecto, un espectáculo grabado en directo en el teatro de LaFACT, en Terrassa. RTVE

JAVIER: Romper esa dinámica es muy difícil, pero no quiero sonar pesimista. Se puede hacer. Se está haciendo, de hecho. Hay un montón de gente que está intentando hacer cosas muy buenas en la televisión pública. Unas que se ven más y otras que se ven muy poco. El camino es reforzar eso. Cuantos más elementos disruptores metas, cuanto más talento atraigas, a la larga la televisión privada se tendrá que subir a ese carro para no quedarse atrás. En cualquier caso, hacer tele ahora es muy complicado.

BOB: No sé si te lo he contado pero es una anécdota que me parece muy reveladora. Un día Lidia Lozano me enseñó su teléfono móvil y me dijo: «Mira, ni un mensaje. Antes, cuando yo salía en Sálvame, todas mis amigas me escribían para comentarme el vestido, el peinado… Pero ahora no me ven porque es la tele de Sánchez». Me parece increíble lo mucho que ha calado esa idea.

JAVIER: Ahora estoy leyendo un libro muy guay que se llama Fe, esperanza y carnicería, que son conversaciones de Nick Cave, y tiene una frase que me parece buenísima para esto: «El gran privilegio es equivocarse». En la tele privada no te puedes equivocar porque te vas a la calle, pero la tele pública te debería dar el privilegio de poder equivocarte. Y el privilegio de decir: «Vamos a intentar hacer cosas nuevas». 

BOB: En realidad, así nunca se pierde dinero porque es un laboratorio. Como el teatro público. Como aquellos lugares donde se pueden hacer cosas que no se pueden hacer en otro lugar por razones económicas o comerciales.

JAVIER: Además, no se puede jugar en igualdad de condiciones con las privadas porque entonces no es una televisión pública. Sí, es una tele pública, pero con el estándar de la tele privada. Y yo no quiero eso.

BOB: Yo tampoco, porque la empobrece mucho.

«Tengo la sensación de que lo que domina la tele pública hoy es el miedo». Bob Pop

JAVIER: No quiero un Telecinco de Hacendado ni un Antena 3 de marca blanca. Quiero justo lo contrario: una tele pública que la vean en Telecinco y Antena 3 y digan…

BOB: «¡Se puede hacer eso! ¡Y funciona!».

JAVIER: Claro, así desarmas sus argumentos.

BOB: O sea, que estamos a tope con la tele pública.

JAVIER: Por supuesto. Y más a tope deberíamos estar. La tele pública tiene que dar un salto y  creerse de verdad que es tele pública y apostar por ser un servicio público y de entretenimiento disruptivo, distinto y que vuelva a atraer gente. Creo que ese es el reto.

BOB: Por favor, que nos sigan llamando de la tele pública. Es que… ¡le hacemos falta! 

JAVIER: Eso es. [Risas].  

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