Análisis | Internacional
¿Por qué, Gaza? Crimen y mentira para no ver el horror
En Gaza han asesinado a más de 200 periodistas. Muchos junto a sus familias. Mientras tanto, en Israel la información proviene casi exclusivamente del Ejército o del Gobierno, aunque algunos medios, como ‘Haaretz’, resisten. En el fondo, se trata del combate por el relato, por el poder de las palabras
Este análisis forma parte de una serie de artículos de Josep Carles Rius dedicados al genocidio de Gaza en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
La primera víctima es la compasión. La segunda, la verdad. La desinformación constituye una de las principales armas en todos los conflictos. Y siempre empieza por el sentido de las palabras. Quien domina el lenguaje, domina el relato, y tiene más posibilidades de ganar la batalla mediática, en este caso, a escala global. Cuando hablamos del conflicto entre Israel y Palestina, las palabras tienen raíces profundas y su sentido alcanza dimensiones históricas, con referencias que van de los tiempos bíblicos a los últimos grandes traumas de la humanidad. Pero en el caso de Gaza, todas las palabras se quedan cortas porque no es una cuestión de relato sino de exterminio de los testigos: el Ejército israelí ha eliminado de forma sistemática a los periodistas palestinos en Gaza.
En Gaza han sido asesinados más de 200 periodistas. Muchos junto a sus familias. Las historias se repiten con una dramática cadencia. “Con sus bombardeos arbitrarios, las fuerzas armadas israelíes están eliminando a un periodista tras otro sin restricciones. Todo ello mientras sus inaceptables comentarios delatan un abierto desprecio por el derecho internacional humanitario”, denunció Jonathan Daghuer, responsable de Reporteros sin Fronteras en Oriente Próximo. ¿Cómo es posible llevar a cabo estos ataques tan precisos contra los periodistas? La reportera de guerra Patricia Simón recoge testimonios que explican que “Israel sabe perfectamente dónde está todo y todo el mundo en Gaza. Lo sabe por las tarjetas de móvil, por satélite, por dron, por la información que tiene recopilada”.
Sólo entre el 7 de octubre y la fecha de la primera pausa humanitaria, el 24 de noviembre, fueron asesinados 57 periodistas, según el recuento del Comité Para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). Hamás acabó con la vida de cuatro periodistas, de los cuales dos se encontraban en un kibutz cercano a la Franja y otros dos en el festival de música Supernova. En los primeros 48 días del castigo a Gaza, el Ejército de Israel mató a 50 periodistas en Gaza y tres en Líbano. Es el conflicto con el mayor número de periodistas asesinados en menos tiempo.
Patricia Simón señala en su reportaje numerosos casos de periodistas asesinados en sus casas junto a sus familias: “Como ocurrió con Abu Hassira, periodista de la agencia de noticias Wafa, de la Autoridad Palestina, asesinado el 7 de noviembre por un ataque israelí contra su vivienda que también mató a 42 de sus familiares”.
El poder del relato y el coraje de ‘Haaretz’
Los periodistas israelíes tienen prohibido por ley entrar en Gaza desde 2006. Su información sobre lo que ocurre allí proviene casi exclusivamente del Ejército o del Gobierno. Una parte mayoritaria de la sociedad acepta estas informaciones como si fueran hechos incuestionables. Cada vez que se produce una gran operación de castigo contra Gaza, las televisiones ofrecen muy pocas imágenes del sufrimiento de la población civil. Los ataques son siempre contra la infraestructura terrorista de Hamás. Los bombardeos de edificios de viviendas o, incluso, hospitales, se justifican por la existencia de puestos de mando y control de la organización islamista o porque escondían depósitos de armamento. Cuando eso no es posible, se afirma que el Ejército respondía al fuego enemigo. Si hay víctimas civiles sin ninguna relación con Hamás, se acusa al enemigo de utilizar escudos humanos.
Así, el apartheid se convierte en una simple separación; la limpieza étnica no es el resultado de una deportación, si no la apertura de corredores humanitarios para salvar a los palestinos. Y en ningún caso son territorios ocupados: son territorios administrados. Cisjordania se transforma en Judea y Samaria; las detenciones indefinidas sin acusación ni juicio son detenciones administrativas. Y, por supuesto, no existe genocidio, sino acciones de seguridad y disuasión que pretenden cambiar la ecuación. Es decir, acabar con los terroristas, aunque represente segar miles y miles de vidas civiles.
Dos vocabularios, dos universos. Pero, por fortuna, existen voces que van a contracorriente. En Israel, tienen un nombre y es Haaretz, un periódico con el coraje de enfrentarse a las pulsiones mayoritarias de la sociedad a la que se dirige. Amira Hass, símbolo del periodismo comprometido con los derechos humanos, tuvo el valor de escribir en 10 de octubre de 2023 en las páginas de Haaretz (Hass 2023) que los israelíes habían sufrido “lo que los palestinos han vivido como una cuestión de rutina durante décadas, y siguen experimentando: incursiones militares, muerte, crueldad, niños asesinados, cadáveres amontonados en las carreteras, asedio, miedo, ansiedad por sus seres queridos, cautiverio, ser objetivos de venganza, fuego letal indiscriminado tanto contra los involucrados en los combates (soldados) como contra los no involucrados (civiles), una posición de inferioridad, destrucción de edificios, vacaciones o celebraciones arruinadas, debilidad e impotencia frente a todos los hombres armados poderosos y una humillación abrasadora”.
El primer editorial escrito por Haaretz tras la matanza perpetrada por Hamás afirmaba que “el desastre que se ha abatido sobre Israel es responsabilidad de una persona: Benjamín Netanyahu. El primer ministro, que se enorgullecía de su vasta experiencia política y su irremplazable sabiduría en asuntos de seguridad, fracasó completamente a la hora de identificar los peligros a los que llevaba a Israel al establecer un gobierno de anexión y desposesión, (…) al tiempo que se embarcaba en una política exterior que ignoraba abiertamente la existencia y los derechos de los palestinos”.
Haaretz lleva años defendiendo los derechos humanos de los palestinos; denunciando la discriminación y el trato que reciben por parte del Estado israelí. Y en un momento tan doloroso y traumático para la sociedad israelí mantuvieron sus principios. El periódico simboliza la capacidad de empatía y compasión en medio de la barbarie y el odio.
Shireen Abu Akleh, crimen de Estado
Desde el año 2000 hasta el 7 de octubre del 2023, el día del ataque terrorista de Hamás, la Federación Internacional de Periodistas, con sede en Bruselas, había documentado 46 periodistas palestinos muertos sin que nadie hubiese rendido cuentas por ello. Pero el 11 de mayo de 2022 uno de estos crímenes tuvo tal impacto internacional que puso en evidencia a las autoridades israelíes. La víctima fue Shireen Abu Akleh. La veterana periodista palestina de la cadena Al Jazeera murió mientras cubría una incursión militar de Israel en la Cisjordania ocupada. Tras 25 años apareciendo en los televisores de millones de personas, era toda una referencia periodística en el mundo árabe.
Uno de los lugares en los que Abu Akleh había trabajado con frecuencia era precisamente Yenín, la ciudad en el norte de la Cisjordania ocupada a la que se desplazó para cubrir una incursión militar israelí en un campo de refugiados. Fue durante aquella cobertura, en la que llevaba chaleco antibalas, casco e iba claramente identificada como reportera, cuando Abu Akleh fue alcanzada por un disparo en la cabeza. Los reporteros que la acompañaban, Al Jazeera, una investigación de la ONU y la Autoridad Palestina aseguraron que el disparo procedía del Ejército israelí, que finalmente admitió haber disparado “por error” contra la reportera.
La muerte de Abu Akleh conmocionó de forma inmediata a buena parte del mundo árabe. La periodista fue homenajeada por la población palestina durante tres días, con multitudes en las calles de Yenín, Jerusalén, Nablus y Ramala, donde se celebró un funeral de Estado. En un vídeo que se hizo viral tras su muerte, Abu Akleh explicaba que había elegido ser periodista “para estar cerca de la gente, porque puede que sea difícil cambiar su realidad, pero al menos podré llevar su voz al mundo”.
Deterioro de la imagen de Israel
Los asesinatos de periodistas intentan preservar la impunidad de Israel a corto plazo. Pero no pueden salvarlo de graves consecuencias para su reputación a largo plazo. En la era de la documentación en teléfonos inteligentes, las acciones de Israel en Gaza han sido captadas digitalmente, difundidas y grabadas ante todo el mundo.
Avi Shlaim es profesor emérito en Oxford y ha escrito algunas de las mejores obras para entender Oriente Próximo, entre ellas, El muro de hierro: Israel y el mundo árabe, y su última obra, Tres mundos: memorias de un judío árabe. Conoce muy bien a las dos comunidades. El nació en el seno de la comunidad judía en Irak, país que la familia tuvo que abandonar cuando era un adolescente. Cumplió el servicio militar en Israel, antes de hacer carrera académica en Gran Bretaña. Ahora concluye que “Israel se ha convertido en un paria internacional por su propia mano”.
A la pregunta sobre cual es el origen de tanto odio respondió en una entrevista que no es un choque de civilizaciones, “este conflicto trata de cosas reales. Trata de dos pueblos en una tierra. Y el motor de este conflicto, el motor de nuestro desplazamiento, fue político; fue el nacionalismo. También el nacionalismo árabe, el que se volvió contra los judíos, no solo en Irak, sino en todo Oriente Próximo”.
El impacto inmediato es evidente en las encuestas de opinión pública globales. Según el Índice de Percepción de la Democracia 2025, Israel se posiciona como el país con la percepción más negativa del mundo. Incluso en Estados Unidos, la opinión pública está cambiando: una encuesta de Pew Research realizada en marzo reveló que el 53 % de los estadounidenses tiene una opinión negativa de Israel, incluyendo al 69 % de los demócratas y a la mitad de los republicanos menores de 50 años.
En Israel y en la comunidad judía en todo el mundo pueden oírse voces de la conciencia que denuncian la política del Gobierno de Netanyahu. Las propias familias de los rehenes en Israel pedían: “No utilicen nuestro dolor para causar más muertes”, y se manifestaban “en contra de la venganza” y para que su gobierno dejara de bombardear Gaza.