Opinión
Contra la banalización del fascismo
"Quienes están en la diana avisan: cualquier día pasará algo grave. Entonces nos preguntaremos en qué hemos fallado", analiza el autor.
El artículo ‘Contra la banalización del fascismo’ se publicó originalmente en #LaMarea107. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y seguir apoyando el periodismo independiente.
Varias encuestas alertan del retroceso que están sufriendo los consensos en materia de derechos humanos y libertades públicas. Se ha logrado instalar la idea de que el feminismo ha ido demasiado lejos, que las personas LGTBIQ+ no tienen razones para reivindicar la igualdad, que la violencia machista no existe y que las personas migrantes son una amenaza. Más allá de la conquista de una parte del sentido común que la extrema derecha está logrando a través de la llamada «batalla cultural», y de tener cada vez más poder en las instituciones, esta nueva forma de fascismo también se está rearmando en las calles.
La sensación de correr peligro físico, de que te agredan o atenten contra tu vida empieza a ser real e incluso habitual. Las agresiones motivadas por el odio racista, homófobo e ideológico han crecido estos últimos años, a la vez que los discursos de odio se extienden impunemente por las redes y las instituciones. Ahora, además, también se señala a los y las periodistas como objetivo. Nuestro compañero Antonio Maestre lleva ya unas cuantas denuncias por varias amenazas de neonazis cuando andaba tranquilamente por la calle. Y ha sido objeto de acoso por parte de uno de los agitadores ultras que, micrófono en mano y cámara detrás, también se dedican a amedrentar a periodistas. No ha sido el único. Otros compañeros y compañeras han sido increpados, perseguidos y agredidos por estos y otros energúmenos. Una práctica que, presentada en sus canales como mero entretenimiento, como parte del espectáculo político, normaliza la agresión sin atender a las consecuencias.
Unos hackers de extrema derecha publicaron recientemente los datos de varios políticos y de unos cuantos periodistas. Jorge Buxadé, el eurodiputado de Vox y uno de sus cabecillas en la actualidad, decía recientemente en redes sociales que no habría clemencia para los periodistas, a quienes pretende hacer responsables de lo que pase en Palacio. Para ellos, en su ofensiva, no hay prisioneros a la hora de derribar todo lo que tenga que ver con la izquierda, apoye o no a Pedro Sánchez.
Aunque el señalamiento de periodistas no es patrimonio única y exclusivamente de la extrema derecha, sí que están liderando el incremento de la violencia verbal, del acoso e incluso los conatos de agresión. Una cosa es la crítica, legítima en democracia, y otra el señalamiento a modo de amenaza velada, con tus datos expuestos.
El peligro de la extrema derecha no es solo que llegue al poder, legisle e institucionalice sus odios, sino que, mientras tanto, están normalizando la violencia contra sus oponentes. Aunque todo se escude tras la hipérbole y la retórica de la comunicación política, el mensaje implícito es evidente, pues tiene consecuencias en la vida de quien se ve señalado o quien se cruza en su camino.
El caso de los matones armados que desahucian por dinero, tan de moda en estos tiempos, es tan solo un síntoma de este escuadrismo fascista normalizado ante el pánico securitario instalado en el imaginario social. Pero es que no están tan lejos de las llamadas al golpe de Estado, a asaltar la sede del partido del gobierno, o incluso la Moncloa, o a derribar las instituciones porque, a su juicio, vivimos en una dictadura.
«Eran neonazis con bates y machetes», dijo una mujer, testigo de lo sucedido en Aldaia el pasado mes de junio, cuando un grupo de 30 hombres armados asaltó una nave industrial abandonada. Allí se habían instalado varias personas migrantes de la zona de l’Horta Sud, en València, la más afectada por la dana que arrasó varias zonas de los alrededores de la capital del Turia. Muchos de los migrantes que se refugiaban en esa nave lo habían perdido todo durante aquella catástrofe. Ahora, el propietario del terreno pretendía echarlos y para ello contrató presuntamente a unos matones.
En estos últimos tiempos han proliferado las empresas que ofrecen sus servicios para desahuciar a quien haga falta. Y es cierto que muchos neonazis han acabado allí, haciendo lo que les gustaba, pero cobrando por ello. Y todo, o casi todo, de manera aparentemente legal. Estas empresas forman parte de las luchas políticas y sociales de nuestros tiempos. Intervienen en la lucha de clases con la formación de escuadrones fascistas al servicio de los propietarios, pero también en la política. Ya sea convocando o participando en manifestaciones o difundiendo bulos y discursos de odio en sus redes sociales o en los platós de algunos programas de televisión.
Hace unos meses, cientos de jóvenes se manifestaban por las calles de Madrid convocados por Falange de las JONS. Sorprendió a muchos ver a tantos jóvenes, la mayoría hombres, gritando consignas nazis y fascistas, levantando el brazo y difundiendo el mantra racista de la remigración, de las deportaciones masivas de migrantes no blancos. Por las mismas fechas, unos encapuchados de la organización neonazi Núcleo Nacional, nacida al calor de las protestas de Ferraz en noviembre de 2023, llamaban a patrullar las calles y a pasar a la acción. Y ahora tenemos Torre Pacheco (Murcia).
Ante esta avalancha de discursos de odio, las hordas fascistas se rearman. Ven el camino despejado, sienten la impunidad. Creen que su momento está cerca, y van haciendo. Tienen buenos padrinos, buenos contactos. Y tienen, sobre todo, quienes avalan sus consignas desde las instituciones. Ellos harán el trabajo sucio y otros los cubrirán. De hecho, ya lo están haciendo.
Si juntas todo esto, si ves la foto completa, la imagen no es nada esperanzadora viendo la escasa e insuficiente reacción institucional. No se toma en serio, o directamente se intenta instrumentalizar para exhibir la amenaza del caos si algo cambia.
En medio quedan aquellos a quienes han puesto una diana, a quienes no paran de advertir que cualquier día pasará algo grave y entonces todos nos preguntaremos en qué hemos fallado. Nosotros llevamos mucho tiempo haciendo periodismo, alertando sobre este auge reaccionario y la violencia creciente. Señalando a quienes la azuzan y a quienes la toleran. Y no nos queda otra que seguir haciéndolo. Porque ese riesgo, ese compromiso con la democracia y esa responsabilidad de defenderla, la asumimos hace ya mucho tiempo.
Salud Chorche,claro que debemos luchar contra el fascismo, en la calle, en el curro, en el mercado, en la sala de espera del médico, … Yalgunxs llevamos años enfrentándolos, como con los de hogar social, con los de hazteoir, del pin parental,mítines de Vox,…. Pero nos machacan a palos, multas, juicios, cárcel joderrr
El buenísimo antifa de discurso en redes no sirve para nada, o como mucho darse la impresión de hacer algo , pero no es nada
La gente de Cadiz, si estxs mismxs que hace poco estaba en la calle luchando por la dignidad de nuestra clase ( a pesar del silencio de los medias como La Marea) , hace años que sembramos conciencia Antifascista y Anticapitalista, en los barrios, con la chavalería, con debates y asambleas, conciertos,…..
Pero para eso hay que levantar su culo de revolucionarixs de salón e ir sobre el terreno, basta de discursos vacíos ( no lo digo por Miquel) y de hipocresía bien pensante de izquierda , es hora de sacar el bate y darle al primate.
Salud y anarkia
Bastante grave es que Los Seis de Zaragoza estén encarcelados, las 7 de Somosaguas imputadas, las 4 de Rebeldía idem, todxs por enfrentarse al fascismo…
Otros más que se me olvidan…
Incluso Pablo Hasel se puede decir que es víctima del fascismo así como también el periodista Pablo González Yagüe y tantos presos comunistas, anarquistas, ect. por hacer frente a este sistema fasciocapitalista.