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Costica Bradatan: “Nos hemos quejado de que el capitalismo nos explota, y pronto nos quejaremos de que no nos da trabajo”

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Cultura

Costica Bradatan: “Nos hemos quejado de que el capitalismo nos explota, y pronto nos quejaremos de que no nos da trabajo”

El filósofo rumano-estadounidense ha publicado recientemente 'Elogio del fracaso' (Anagrama, 2025), un ensayo que cuestiona la cultura del éxito.

Costica Bradatan (Fifth Photo by Robert Danieluk).
Azahara Palomeque
10 julio 2025 Una lectura de 11 minutos
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Costica Bradatan (Dragoiesti, Rumanía, 1971) es filósofo y catedrático de humanidades en la Universidad Texas Tech (Estados Unidos). Es también un señor que habla despacio, con cautela, como si tuviese que filtrar las palabras antes de elegir las correctas: un proceso de decantación en búsqueda de pepitas de oro. Me mira a través de la pantalla y lo primero que afirma es: “No soy un buen orador, tienes que hacerme parecer más inteligente”. Nos reímos. Pero sí lo es, hasta en su segunda lengua, el inglés.

Autor de una docena de libros sobre filosofía, y colaborador de medios tan prestigiosos como The New York Times o The Washington Post, nos reunimos virtualmente para conversar de su ensayo Elogio del fracaso. Cuatro lecciones de humildad, libro de 2023 cuya traducción a español acaba de publicar Anagrama. Antes de comenzar, le digo, como elogio: “No parece un libro académico”. Y es que el tono divulgativo y el espíritu fabulador atrapan desde la primera página. 

¿Qué hizo surgir un libro así, sobre el fracaso?

¿Qué lo desencadenó? Supongo que no es fácil de decir. Es una de esas cosas que vienen de muchas experiencias pasadas de fracaso, de experiencias fallidas. No les prestas atención, simplemente suceden, seguimos adelante… Y, luego, un día, finalmente, te alcanzan, y empiezas el proyecto. Cuando esto ocurre, intelectualmente se parece a cualquier otro proyecto, es sólo un tema, pero luego, internamente… viene desde dentro.

Te voy a dar una pista: originalmente fue un juego. Estaba yo en Portugal, hace muchos años, y alguien me preguntó: ¿qué deberíamos preservar? Era una pregunta que le hacían a varias personas. Intenté ser ingenioso, paradójico, hacer una broma intelectual. Dije que deberíamos preservar nuestra capacidad de fracasar. En ese momento era sólo un juego, y preparé algo mentalmente.

Sin embargo, aquello me atrapó, como una idea inquietante. Volví a casa y escribí un ensayo sobre ese tema en concreto. Más tarde, ese ensayo acabó convirtiéndose en un libro. Bueno, también fue porque recibí buenos comentarios de los compañeros [risas]. Así que fue una de esas cosas que crees que controlas, que te pertenecen, pero en realidad son ellas las que te controlan a ti.

Ahora siento curiosidad por saber más sobre ese juego.

Era una broma privada. Fue en la [Universidad] Nova de Lisboa, para una revista portuguesa; de filosofía, creo. Pero, en vez de decir algo más normal, como que debemos preservar la naturaleza o el aire limpio, dije: bueno, voy a intentar ser listo, y afirmé que deberíamos preservar el fracaso. Luego me convertí en víctima de mi propia broma. ¡Me pasé los siguientes diez años trabajando en eso! Lo que quiero decir es que, a veces, creemos que somos libres para escoger un tema, pero en realidad son los temas quienes nos escogen. Hay algo profundo que nos persigue; no somos libres, estamos predeterminados, en ese sentido. Por cosas de nuestra infancia, de nuestro inconsciente, quién sabe. Yo también tengo mi propia historia de fracasos. No he hablado de eso en el libro. No me siento cómodo hablando de mí. Pero están ahí: como inmigrante…

De Rumanía a EE. UU., ¿verdad?

Sí, desde un lugar muy lejano… Vengo de un entorno humilde, y soñaba a lo grande. Por ejemplo, yo no debería haber ido a la universidad. Bajo una dictadura comunista, tu vida estaba predestinada, era algo preestablecido, elegido por el gobierno; como el número de gente que debía trabajar en fábricas, etc. Y yo estaba en ese camino. Estaba predestinado a fracasar.

Hablas de algunas personas en términos de fracaso, como de Simone Weil, por ejemplo –la filósofa francesa–; pero, para mí, ella tuvo éxito: fue capaz de producir una obra filosófica muy esclarecedora en una época muy confusa. Miramos atrás en la historia y decimos: este momento fue terrible, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil española… pero ella fue muy lúcida en sus argumentos. ¿Cómo concibes el fracaso al hablar de personajes exitosos?


Uno de los objetivos del libro es socavar la distinción convencional entre éxito y fracaso. Le doy la vuelta completamente, desmonto esa dicotomía. Así que es complicado. Pero, desde cierto punto de vista, ella fue un fracaso; desde una perspectiva social general. No tenía un trabajo estable –no le importaba–, no seguía las reglas del juego en su país en esa época. En ese sentido, fue un fracaso. Quizás no le importaba ese juego social, o quizá no encajaba. Eso, por un lado.

Pero, además, hay algo más profundo ahí, en el sentido de que no se puede conectar su existencia corporal, su relación con su cuerpo, con este mundo fallido. Hablo de la “de-creación”. Este cosmos como algo imperfecto. Por tanto, hay una forma más profunda, más seria, en la que podemos hablar de fracaso en el caso de Simone Weil. La cito en un momento donde dice: “Soy un fracaso”. Así que hay una conversación sobre su propia “condición cíclica”. Es la expresión que usa. Ella misma consideraba su condición en esos términos. Pero, repito, el libro intenta resignificar el éxito y el fracaso, sacarlos de la conversación convencional que tenemos sobre ellos.

Por ejemplo, Cioran, el poeta rumano, dice algo así como que su mayor éxito fue no tener trabajo.

Exacto. Lo invierte completamente. Donde otros verían fracaso, él ve éxito.

En cuanto a tener trabajo, creo que las concepciones del éxito están cambiando. No sé si estabas en EE. UU. cuando ocurrió la Gran Dimisión. También se habla mucho de la Renta Básica Universal; hay gente que la ve necesaria frente a los cambios que puede traer la inteligencia artificial. ¿Cómo crees que esta resignificación del éxito, especialmente en lo referente al trabajo, puede informar el mundo de hoy?

Es un tema importante, porque lo que hacemos nos define. Llevamos definidos por nuestras ocupaciones desde que surgió la humanidad. Nos hemos convertido en esclavos de la forma en que pensamos sobre el trabajo, el ocio, etc. Seguimos buscando la autorrealización en el trabajo; no estamos preparados para entrar en una fase histórica en la que el trabajo ya no nos defina. Es justamente lo que insinúas con la IA. Vemos sus efectos devastadores. Es una conversación que definitivamente vamos a tener, porque ya estamos viendo que las máquinas están desplazando algunos empleos. Hay un cambio interesante aquí.

En el siglo XIX, Marx decía que las máquinas nos liberarían y haríamos lo que quisiéramos: criticar al gobierno por la mañana, pescar por la tarde… Había una visión optimista de ese futuro post-trabajo. Ahora es complicado. El trabajo nos define, y no creo que estemos preparados para desprendernos de eso. Lo he estado pensando bastante… Está bien si eres escritor, artista –realmente no te afecta, porque vas a seguir haciendo tu trabajo–. Pero, ¿qué pasa si eres un operario de fábrica, médica o enfermera, y tu trabajo desaparece? Recibirás algo del gobierno, como una renta mínima, pero eso puede ser degradante. Mucha gente no quiere vivir de ese tipo de ayuda…

¿Lo ves como un vacío en el alma de las personas? 

Sí. Demasiado trabajo puede destrozarte. Trabajar en una mina, por ejemplo, o en el campo. Ése es el tipo de trabajo degradante del que queremos librarnos. Pero luego está el trabajo del que no quieres prescindir, como escribir una novela, o componer música. La Gran Dimisión fue una moda. Entiendo por qué ocurrió, con la Covid. Hace unos años habría respondido de forma diferente a esta pregunta. Te habría dicho que es propio del capitalismo explotarnos, ponernos a trabajar. Pero ahora vemos otra cosa. Lo que le interesa al capitalismo no es el empleo, es el beneficio. Así que, si es rentable que la IA haga todo tipo de trabajos, la usarán, sin importar el coste humano. Estaremos en una situación muy irónica. Durante mucho tiempo nos hemos quejado de que el capitalismo nos explota, y pronto nos quejaremos de que el capitalismo no nos da trabajo.

Dices que el consumismo es el motor del mundo; que el miedo al fracaso –equivalente a no tener dinero para comprar cosas– lo impulsa todo. Estoy pensando que, si un día nos pareciera bien ser unos perdedores, eso afectaría totalmente al sistema económico…

Si un día abrazáramos el fracaso –como presumir de no tener cosas: “no tengo coche, no necesito coche”–; el sistema colapsaría. Eso requeriría una transformación mental de la sociedad. Pero no va a ocurrir. La sociedad tendrá que darnos un sistema, dinero para gastar… Porque seguirán creando cosas con IA, y esas cosas necesitarán a gente que las compre, alguien querrá ganar dinero vendiéndolas. ¿Quién va a comprar todas esas cosas, si los consumidores limitan la cantidad de lo que pueden adquirir? Esta competencia que existe desde hace tanto, ¿cómo sobrevivirá?

En los círculos ecologistas, esta noción de acumular cosas, consumir, tener un coche, ya está desapareciendo. Obviamente, la mayoría de las personas no piensa así, pero existen algunos movimientos y activistas luchando contra ese derroche.

Es una minoría. Para que eso se convierta en algo mayoritario necesitamos una revolución. Es un estilo de vida, lo entiendo, lo comparto. Pero sigue siendo una minoría.

También hablas sobre el fracaso político. Lo mencionas de muchas maneras, desde la Revolución Rusa al Holocausto. ¿Qué crees que tu noción de fracaso político puede aportar a la contemporaneidad? ¿Crees que tu libro puede iluminar el mundo en el que vivimos, que está creando tanta incertidumbre en tantas personas?

Este libro lleva un tiempo publicado. Lo he presentado en diferentes lugares, y siempre me hacen preguntas políticas. Hay mucha decepción en mucha gente. El libro explica por qué nuestras democracias fracasaron. Describo la democracia como algo frágil, precario, excepcional; luego paso a la Revolución Francesa, a la Revolución Bolchevique y, al final, no propongo nada. Y la gente está increíblemente frustrada por eso. “¿Cuál es la salida? ¿Qué solución propones?” ¡No sé qué decir! Es una situación muy frustrante. Tengo que ser honesto.

Sé que, hoy en día, está de moda en muchos pensadores proponer todo tipo de regímenes mejores… Pero, basándome en lo que he visto, mi solución es lograr menos mal, una sociedad con menos crueldad… Eso sería realmente maravilloso. Así que lo que propongo es: vamos a lograr algo alcanzable. Ése es mi mayor problema. Por responder a tu pregunta: el libro no fue hecho para proponer algo; eso no formaba parte del plan. Intento entender mejor por qué estamos en un estado tan lamentable. Por eso cuento esas historias sobre la Antigua Grecia, la Francia del siglo XVIII, Rusia, etc., para echar un vistazo cercano a diferentes momentos políticos y ver que la transformación radical es utópica. Es casi imposible. Además, viene con un precio muy alto. Hubo un breve momento en Francia, podríamos llamarlo de “pureza”, durante unos días en la Revolución Francesa, pero luego fue devorado por el terror, por los fundamentalistas, por Robespierre.

El mayor fracaso es la muerte.

Sí, el mayor, y también es el último. Después de eso, no tenemos capacidad de fracasar.

¿Podemos transformar eso? ¿Cómo cambiaría el mundo si aceptáramos la muerte como algo natural? Estoy pensando en Séneca, por ejemplo, el filósofo cordobés… Él no creía que fuese una gran tragedia.

Sí, desde luego. Por eso el estoicismo está de moda. Aunque, en realidad, lo que Séneca proponía no era necesariamente estoico. No es suyo, es de Sócrates; es mucho más antigua esa actitud filosófica de aprender a morir. Eso es bastante estándar. Primero tienes a Sócrates, luego a Platón, Cicerón, Séneca, Montaigne, y todos dicen más o menos lo mismo: filosofar es aprender a morir. Intentar vencer tu miedo, domesticar tus pasiones, imaginarte siendo ya nada; es una especie de receta, un conjunto de ejercicios espirituales. Hay una tendencia ahora, especialmente entre los ricos, de idear una transformación posthumana. La muerte, según ellos, estaría obsoleta, si tenemos suficiente dinero, claro.

Sí, ésa es la tendencia transhumanista. Elon Musk quiere dos planetas, por ejemplo. A mí me parece que han perdido el juicio. 

Sí, son una clase muy particular; acabas de mencionar al tío… “Si lo rompes, no pasa nada, probamos otra cosa”. Si rompes la Tierra, no pasa nada, volamos a otro sitio. Así funcionan los negocios, la tecnología… Como una startup: si se hunde, probamos otra cosa. Pero hay cosas a las que no puedes aplicarles ese criterio, como la Tierra o la vida humana. Es imposible, sólo pasan una vez. Así que no puedes jugar con las mismas reglas en todas partes. Eso deja entrever la estrechez de sus mentes. Tienen enormes cantidades de dinero, pero tienen una visión tan limitada de todo… y con tanta arrogancia.

Paradójicamente, su noción de ser inmortal, porque de alguna manera es una especie de inmortalidad, está produciendo más muerte.

Sí. Las personas con un poder desmesurado –poder político, financiero– tienen dificultades para entender su propia mortalidad, precisamente por esta sensación de poder absoluto. Eres la persona más rica del mundo: ¿cómo puedes ser mortal? No pueden verse a sí mismos como simples mortales. Hay un cambio en algún momento, un umbral, a partir del cual comienzan a verse a sí mismos como una especie de semidiós o algún tipo de criatura especial. Todo proviene de ese trasfondo… No se trata sólo de la cantidad de dinero que tienen, sino también de la capacidad de hacer cosas: pueden cambiar la historia, y han cambiado la historia. Esa capacidad hace que te veas a ti mismo como una especie de ubermensch. Por supuesto, son simples seres humanos, y lo descubrirán algún día.

Como lo descubrió Steve Jobs. El problema es que ellos tienen el poder de cambiar civilizaciones enteras, de actuar a nivel global. No sé si otros “superhombres” de la historia pudieron hacer eso. Por ejemplo: Alejandro Magno. 

Mmm… Ése es un buen ejemplo. Alejandro Magno fue el primero en tener un impacto global. Siempre hemos tenido dictadores, figuras políticas, reyes, etc., pero los cambios que podían hacer eran a pequeña escala. Con Alejandro Magno ya tienes un sentido de algo mucho más grande. En un corto período de tiempo viajó hasta la India y cambió la historia. Existe una teoría que afirma, aunque no sea cierta, que el vestido femenino indio, el sari, viene de la Antigua Grecia. Es una idea interesante. Y luego tienes otros, el Imperio Romano y demás, pero los cambios globales empezarían con Alejandro. Eso afecta a su comportamiento político, porque, si se creen inmortales, van más allá del bien y del mal, y empiezan a crear cosas realmente locas. Pueden hacer un daño serio.

¿Qué esperas que la gente aprenda de este libro? Muchas cosas, obviamente, pero ¿alguna en particular?

Espero que la gente aprenda algo sobre sí misma. Encontrarán su camino hacia quiénes son. No tengo grandes expectativas, en realidad. Cada uno de nosotros está solo en el mundo; tenemos que descubrir casi todo por nuestra cuenta. Algo quizás sobre sí mismos, o incluso sobre la humildad. La humildad es una de las virtudes más infravaloradas. Cambié toda la conversación sobre la humildad; la veo como una virtud epistémica y no simplemente como una moral.

Ésa sería una gran conclusión: pensar más sobre nuestra humildad.

En este mundo, donde todo tiene que ser “lo más grande”, “lo mejor” … hay que empezar a pensar en las cosas pequeñas, humildes, invisibles… lo que no sale en las noticias. Ahí ocurren cosas importantes.

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Comentarios
  1. Chorche dice:
    10/07/2025 a las 17:03

    El capitalismo no puede funcionar sin crecer. Su lógica exige expansión constante, aumento del consumo y acumulación de capital. Las energías renovables, por eficientes que sean, no pueden sostener ese ritmo de expansión. Así lo advierte el físico Antonio Turiel: el «crecimiento verde» es una contradicción en los términos. No hay suficiente litio, cobre o tierras raras para sostener una economía global basada en crecimiento ilimitado.
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    Imprescindible escuchar a Antonio Turiel. (vídeo 17 mint.)
    https://canarias-semanal.org/art/37691/cuando-oriente-medio-hizo-temblar-a-canarias-la-trampa-del-petroleo

    Responder
  2. Chorche dice:
    10/07/2025 a las 15:59

    Bajo una dictadura comunista?
    Y ahora, crees que vives en democracia?.
    EEUU, la cuna del sistema imperialista capitalista/consumista, la peor de todas las dictaduras, la del capital. La más injusta y carente de escrúpulos, egoísta, genocida, destructora, expoliadora…
    El comunismo!, que sacó a los pueblos del analfabetismo y de la hambruna…
    El capitalismo es incompatible con la Madre Naturaleza a la que ha enfermado hasta tal punto que está en la UVI.
    La inconsciencia humana por lo visto cree que podemos prescindir de ella.
    Va a ser la Madre Naturaleza quien nos va a poner en nuestro lugar. Vamos a tener que despabilar o estaremos destinados a sucumbir.
    Va a poner en su lugar tanto a este sistema exterminador y depredador como a los seres vivos. Lo peor es que no sólo los seres inconscientes van a padecer la injusticia, la sinrazón y la ceguera de la dictadura del capital.

    Responder
  3. Carmen C. dice:
    10/07/2025 a las 10:05

    Tenemos lo que nos merecemos. Menos quejas y más lucha.

    Responder

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