Opinión
Elon Musk, Sócrates y el Partido América
Como los artesanos de Platón, Musk cree que dominar un oficio le autoriza a opinar de todo. Ahora quiere un partido político. Pero el poder no se disputa en X (Twitter) ni en mítines. Se negocia en despachos donde él no está invitado.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
Elon Musk anunció la creación de una nueva formación política en Estados Unidos: el Partido América. Con este proyecto, Musk pretende desafiar el sistema bipartidista y ocupar un espacio político propio, decepcionado, según sus palabras, por la deriva fiscal y de gasto del presidente Trump y por el clima político general.
En La apología de Sócrates, Platón narra cómo el filósofo, tras escuchar del oráculo de Delfos que él era el más sabio entre los hombres, decide comprobarlo buscando a alguien que lo supere en sabiduría. Primero interroga a políticos, que descarta enseguida, y después a artesanos, de quienes reconoce que saben mucho sobre su oficio, pero advierte un defecto común:
“Para terminar, me fui en busca de los artesanos, plenamente convencido de que yo no sabía nada y que en estos encontraría muchos y útiles conocimientos. Y ciertamente que no me equivoqué: ellos entendían en cosas que yo desconocía, por tanto, en este aspecto, eran mucho más expertos que yo, sin duda. Pero pronto descubrí que los artesanos adolecían del mismo defecto que los poetas: por el hecho de que dominaban bien una técnica y realizaban bien un oficio, cada uno de ellos se creía entendido no sólo en esto, sino en el resto de las profesiones, aunque se tratara de cosas muy complicadas”.
El caso de Elon Musk ilustra bien ese mismo fenómeno. Su éxito los campos de la ingeniería y el diseño industrial parece haberle conducido a la idea de que su capacidad para resolver problemas técnicos le permite también gestionar con solvencia los asuntos políticos. Musk, como aquellos artesanos descritos por Platón, se cree autorizado a opinar y actuar sobre el conjunto del mundo social y político por el hecho de dominar una parte de él, y haciéndolo manifiesta un tipo particular de ignorancia, aquella que se disfraza de soberbia.
A estas alturas no es descartable que el movimiento de Musk no sea más que otra pataleta infantil propia de un multi-billonario excéntrico. Es, de hecho, lo más probable. El comportamiento de Musk en política no puede llamarse precisamente estratégico. ¿Por qué el partido de Musk es una quimera (casi) imposible de llevar a cabo?
El sistema bipartidista, la gran dificultad para Musk
El Partido América de Elon Musk choca contra un muro institucional diseñado durante siglos para bloquear alternativas al duopolio Demócrata-Republicano. Estas son las barreras estructurales que condenan a cualquier tercer partido a la irrelevancia:
Trampas electorales escritas en la ley
El sistema winner-takes-all (el ganador se lleva todo) en distritos uninominales convierte el voto a terceros en un suicidio estratégico. Cuando en 1992 Ross Perot obtuvo el 19% del voto popular, no logró ni un solo elector en el Colegio Electoral.
El monopolio de los debates
La Comisión de Debates Presidenciales, controlada por demócratas y republicanos, exige un 15% en encuestas nacionales para participar. Un umbral imposible: cuando Gary Johnson (Partido Libertario) alcanzó el 13% en 2016, CNN y Fox dejaron de incluirlo en sus sondeos.
Financiamiento como arma de exclusión
El sistema de matching funds federales solo libera dinero para terceros partidos tras las elecciones (y si superan el 5% del voto). Mientras tanto, Demócratas y Republicanos reciben fondos por adelantado. Peor aún: los grandes donantes evitan terceros partidos por miedo a represalias.
La “dictadura” de las primarias
El sistema de primarias abiertas en estados como California permite a votantes de un partido sabotear al otro. En 2022, demócratas organizaron campañas para votar por los candidatos republicanos más extremos. Un tercer partido quedaría atrapado en esta guerra sucia sin recursos para defenderse.
La trampa de los 50 estados
Mientras Demócratas y Republicanos tienen estructuras locales consolidadas, un nuevo partido debe construir 50 organizaciones estatales distintas, cada una con sus propias leyes. El Partido Verde lleva 30 años intentándolo y solo tiene presencia real en 15 estados.
El poder real se esconde entre la maleza
A estas alturas no merece la pena tomar muy en serio la “propuesta” de Elon Musk. Si algo demostró durante los largos meses en los que se convirtió en la sombra de Trump, fue una incapacidad manifiesta para la política –con discusiones continuas con miembros del gabinete de Trump y embarazosas participaciones públicas– que afectó duramente su reputación y, consecuentemente, la de sus empresas.
Se podría argumentar que con este gesto Musk busca conseguir el poder real para proteger su imperio empresarial, pero la verdadera influencia en Washington del poder económico (aquel que representa Musk) no se ejerce desde un escenario, sino desde oficinas discretas donde los lobbies empresariales moldean legislación a puerta cerrada. No requiere anuncios estridentes, sino donaciones estratégicas a comités del Congreso. No se mide en seguidores, sino en enmiendas introducidas silenciosamente en proyectos de ley.
BlackRock y Vanguard controlan participaciones mayoritarias en casi todas las empresas del S&P 500, pero sus CEO evitan aparecer en portadas. Prefieren influir mediante informes técnicos que legisladores adoptan como propios. La Heritage Foundation, el lobby de extrema derecha que hay detrás de Trump ha redactado aproximadamente un tercio de su agenda legislativa en su primer año sin que ninguno de sus investigadores fuera un rostro público.
Musk, obsesionado con el reconocimiento público, parece ignorar esta dinámica. Su Partido América será sin duda un fenómeno mediático, pero difícilmente logrará lo que el Corporate America consigue cada día sin hacer ruido: reescribir las reglas del juego desde dentro, sin que nadie les ponga cara. Y es que como ignorante soberbio que es, desconoce las inmensas dificultados para que un tercer partido se haga un espacio en un sistema bipartidista.
Al final, la paradoja es reveladora: los que realmente mandan prefieren que no se hable de ellos. Y Musk, por primera vez en su carrera, podría descubrir que el poder no está donde más se ve.