Internacional
Hind Meddeb: “La guerra de Sudán empezó para acabar con la revolución de 2019, como Ucrania está pagando por la suya de 2014”
La directora francesa-tunecina-argelina-marroquí gana el Premio del Público del Festival de Cine Africano Tarifa-Tánger con un documental sobre la revolución sudanesa. “Los movimientos de la Hermandad Musulmana son muy parecidos a los de la extrema derecha de Europa, Trump y Putin”, nos dice esta defensora del laicismo.
Hind Meddeb es una periodista y documentalista francesa-tunecina-argelina-marroquí que se ha especializado en realizar documentales sobre revueltas y movimientos sociales árabes en los que la poesía, el hip hop y el spoken word juegan un papel protagonista. Todo ello es resultado de nuestra historia colonial y de su historia familiar. Es decir, la conjunción de lo colectivo y lo individual, como también aparece reflejado en su obra.
Meddeb es hija de la lingüista marroquí-argelina Amina Maya Khelladi y del reconocido intelectual poeta, ensayista y profesor de literatura comparada de la Universidad de Paris X Nanterre, el francés- tunecino Abdelwahab Meddeb. Su libro La enfermedad del islam (Galaxia Gutenberg), traducido a numerosos idiomas, condensa sus reflexiones contra el islam político y a favor de la secularización de las sociedades árabes.
Tras trabajar como periodista en varios canales de televisión, Meddeb ha dirigido varios documentales, entre los que destacan Electro Chaabi, sobre un género de música electrónica surgido en Egipto llamado Mahraganat; Tunisia Clash, sobre los raperos que reclaman libertad de expresión en Túnez; y París Stalingrado, sobre refugiados sudaneses en Francia.
En 2024, estrenó Soudan, Souviens-toi, en el que acompaña a un grupo de veinteañeros desde la revolución que comenzó en 2019 y que acabó con el sangriento dictador Omar al-Bashir hasta el golpe de Estado con el que los militares intentaron sepultar la transición democrática y que, según Meddeb, ante su incapacidad para acabar con la determinación del pueblo sudanés a librarse de regímenes militares, terminaron declarando una guerra. Un documental que retrata desde dentro y durante varios años la revolución de Sudán, una de las más inesperadas, épicas y transversales de las que se han vivido en el último siglo y que nos permite conocer la valentía, el talento y la inteligencia del pueblo sudanés, frente a los relatos estereotipados que los reducen a víctimas de la guerra y el hambre. Una cinta que ha sido reconocida con el Premio del Público en el Festival de Cine Africano Tarifa-Tánger, entre otros galardones.
Entrevistamos a Meddeb coincidiendo con su estancia en esta cita cultural que, desde hace dos décadas, une las orillas europea y africana a través del cine.
La revolución sudanesa tiene muchos paralelismos con la visión que su padre tenía sobre la liberación de los pueblos árabes.
Sí, mi padre estaba en contra del islam político, de quienes emplean la religión para oprimir a la gente, y encontraba muchas similitudes entre este movimiento y la extrema derecha europea.
Los Hermanos Musulmanes en Túnez, Erdogan en Turquía, Morsi en Egipto e, incluso, en Irán, aunque sean chiíes, todos ellos quieren que la religión esté contemplada como parte de la Constitución y mi padre alertaba sobre el peligro que supone esto, ya que convierte en criminales a quienes no son musulmanes, lo que es el principio de una dictadura.
Mi padre soñaba con que el mundo árabe aceptara que la religión es algo privado y que se puede vivir con gente de creencias muy diversas. Y ese fue exactamente el mensaje que encontré en la revolución sudanesa. “Madania”, la palabra que coreaban continuamente los manifestantes y que condensaba el sueño del pueblo sudanés, significa en árabe “el gobierno civil”, es decir, el gobierno de la ciudadanía, la democracia. Cuando llegué y vi que su reivindicación era acabar con el régimen militar e islamista, que la gente era consciente de los derechos de las mujeres, de la importancia de convivir con todas nuestras diferencias, sentía que estaba asistiendo al sueño de mi padre.
¿Cómo fueron los viajes a Sudán para rodar el documental?
Creo que hice cinco viajes a Sudán entre mayo de 2019 y la primavera de 2022, cuando la gente seguía enfrentándose a los golpistas que acabaron con la transición. De hecho, el objetivo de la guerra que vino después fue frenar la revolución. La única forma que encontraron los militares para detener a la sociedad civil que seguía luchando contra ellos fue iniciar la guerra, bombardear a la gente, destruir y matar a todos los que podían, como siguen haciendo hoy.
¿Qué fue lo que más le sorprendió de esta revolución?
Lo más sorprendente e inspirador de la revolución sudanesa fue la belleza. Era la primera vez que veía luz y oscuridad, amor por la vida, alegría, belleza, muerte y destrucción en la misma escena.
Durante la sentada revolucionaria (que tuvo lugar en 2019 y que terminó precipitando la caída de Bashir) cientos de miles de personas ocupaban cada rincón de los alrededores del Palacio Presidencial, en Jartum. Era el Sudán utópico con el que soñaban todas aquellas personas y que demostraron que era posible en una especie de ciudad en miniatura en la que todas estaban muy bien organizadas, para llevar comida, para mantener todo limpio. Crearon una biblioteca, un hospital y una escuela para los niños de la calle. Allí se pudo ver reunida la diversidad de colores de las 500 tribus que hay en Sudán y que hablan 117 idiomas, además del árabe.
Nueve millones de personas marcharon a Jartum desde todo el país para celebrar esa sentada democrática. Así fue como consiguieron derribar al dictador Omar Bashir. Uno tras otro te decían que no querían más guerras, que querían vivir juntos con sus diferencias y que no querían ni un régimen militar ni uno religoso, que querían que gobernasen los ciudadanos. Me sorprendió la belleza del mensaje de paz, de unión, de democracia mientras al otro lado de la ciudad, cientos de milicianos se acercaban con armas pesadas para cometer la masacre.
Vi en los ojos de estos soldados y milicianos que mataron a tanta gente en la masacre del 13 de junio que habían sido también ellos los que cometieron el genocidio de Darfur. Así que, en la misma ciudad y en el mismo momento, teníamos a dos facetas de la humanidad enfrentadas: por un lado, los hombres armados que representaban la muerte y la destrucción, y por el otro, los sudaneses que querían vivir en paz y con derechos.
En su documental vemos cómo una de las formas que adopta esa belleza es la poesía, el spoken word con el que hombres y mujeres narraban lo que estaban viviendo y lo que deseaban.
Hice una película sobre refugiados sudaneses en París con los que aprendí que la poesía es parte de la cultura sudanesa; recitan como quien respira, es algo absolutamente natural para ellos.
Como hija de un poeta y de una lingüista, este uso de la palabra para la transformación social tiene que ser muy emocionante.
Sí, crecí rodeada de poesía y quizá me reconocí en el pueblo sudanés. Vi en la revolución sudanesa el futuro de mis países –Marruecos, Túnez y Argelia– porque son dictaduras y espero que algún día les llegue la madania.
¿Cree que en estos países podría haber una revolución que acabe con sus regímenes?
No lo sé… No, no sería posible porque las sociedades de Marruecos, Argelia y Túnez están muy influidas por los Hermanos Musulmanes y si hubiese elecciones libres o una revolución terminarían gobernando ellos. Y no es lo que quiero. Durante 30 años, el pueblo sudanés tuvo a Omar al-Bashir, un dictador horrible que usaba el islam para oprimir, matar y encarcelar, por lo que ya sabían lo que significa el islam político. Espero que algún día todos los musulmanes del mundo árabe entiendan lo terrible que es usar el islam para la opresión política.
En cualquier caso, los movimientos de la Hermandad Musulmana son muy parecidos a los de la extrema derecha de Europa, Trump y Putin, que también están obsesionados con la religión, con ser cristianos, blancos, heterosexuales… Donde hay una obsesión por la religión y por la creencia de que solo hay una identidad pura, aflora una guerra de violencia y opresión en nombre de algo más grande. En Francia, el Frente Nacional es un movimiento cristiano y no deberíamos admitirlo porque la democracia solo es posible cuando la religión no está mezclada con la política.
¿Cuál es su opinión sobre la representación mediática mayoritaria de la guerra de Sudán?
El problema de los medios tradicionales es que solo muestran lo que está ocurriendo: los muertos, las matanzas, la situación humanitaria, el hambre, pero pocos explican el porqué de esta guerra, y así no se puede concienciar a las audiencias. La gente ve morir a personas en la televisión y no saben por qué se mueren, así que no les genera interés.
Esta guerra tiene lugar porque Emiratos Árabes Unidos está quedándose con las tierras de Sudán para arrebatarle su rica agricultura. Sustenta con armas a los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido [RSF, por sus siglas en inglés] porque lo que va a terminar pasando es que Sudán va a quedar dividido en dos partes, y ellos se van a quedar con Darfur.
Cuando los paramilitares asesinan a cientos de personas y otras miles huyen a los países del entorno como refugiadas, es Emiratos Árabes Unidos el que se queda con las tierras. Por eso, hace unas semanas, la sociedad civil sudanesa acusó ante el Tribunal Penal Internacional a Emiratos por complicidad en el genocidio. La demanda no fue aceptada, pero volverán a hacerlo porque es fundamental que se entienda el papel que está jugando.
Los medios también deberían explicar que la guerra de Sudán empezó para acabar con la revolución de 2019, como Ucrania está pagando por la suya de 2014. Entonces, el pueblo ucraniano expulsó al dictador prorruso y Putin ha lanzado esta guerra para destruir su sociedad civil, quitar a Zelenski y colocar a un dictador como el que tiene en Bielorrusia. También allí hubo una revolución en 2020 que fue respondida con represión, arrestos y torturas a mucha gente. Es el destino de la humanidad, luchar por la libertad porque nunca la regalan.
Lo que odio de los medios es que nunca dicen que Sudán es un país muy rico. Lo muestran como uno muy pobre cuando tiene grandes reservas de oro, uranio, petróleo y una gran agricultura. Los colonos británicos solían decir que con la agricultura sudanesa se podía alimentar a todo el continente. Deberíamos representar al pueblo sudanés como lo que es: un pueblo muy orgulloso, con conciencia política y con un país muy rico.
¿Cómo cree está respondiendo Francia al genocidio de Gaza?
En general, el problema que tenemos en Europa, Estados Unidos y en todos los países blancos (llamo así, por ejemplo, a Nueva Zelanda, Australia, Canadá…) es que están dominados por europeos que fueron allí, cometieron genocidios y luego actuaron como si nada hubiera pasado. Así que la mitad del planeta está controlada por estos blancos que cometen genocidios. Como los israelíes, que son blancos que cometen genocidios. Y los medios franceses no quieren hablar del genocidio porque solo mueren árabes y, en general, si quienes mueren son árabes o africanos a nadie le importa.