Opinión
¿Filantropía “moderna”? Uf…
"Bienvenidas sean las actuaciones que, como el caso del chef José Andrés, sirven para paliar el sufrimiento de tantas personas, pero cuidado con que ese sea el modelo filantrópico a imponer, aparentemente bondadoso", opina Marc Cabanilles.
Vivimos en un mundo en el que, en todos los aspectos, las sensaciones superficiales predominan y son ya más determinantes que las propias evidencias objetivas. También, por supuesto, en lo que se refiere a la pobreza.
Con un capitalismo rampante sobre el que nos hacen creer, por todos los frentes (gobiernos, universidades, medios de comunicación, escuela, etc.), que no hay alternativa hoy en día, nunca hubo en este castigado planeta tantas organizaciones (gubernamentales, religiosas, infinitas ONG), cuyo objetivo, dicen, es acabar con la pobreza. Y, sin embargo, vemos que la pobreza no para de crecer, con un añadido que muchas veces no se tiene en cuenta, y que la hace más cruel: la desigualdad, o sea, la distancia que hay entre quienes cada vez tienen más (que son los menos) y quienes cada vez tienen menos (que son los más).
Constatado ese aumento real de pobreza y desigualdad, sin salir del ámbito capitalista, cabe preguntarse algunas cuestiones como, por ejemplo, si las ayudas son o no suficientes, si van o no destinadas a los fines que se publicitan, si la gestión de esas ayudas es o no la correcta, si sirven para acabar o solo para mantener el estatus de pobreza y, también, si se aprovecha la situación para conseguir un modus vivendi y promocionar la imagen pública, bien sea de una persona concreta, de una organización, de una empresa.
De la cantidad de ayudas, su finalidad real y gestión realizada, habría que remitirse a los presupuestos e informes oficiales, o a los que publican periódicamente las diversas organizaciones, para dejar claro el uso y destino de unas cifras millonarias que ya han demostrado, con creces, la incapacidad para conseguir sus objetivos.
El otro aspecto mencionado anteriormente (el modus vivendi y la promoción de la imagen pública), resulta menos noble y más controvertido, y existen muchos ejemplos de esa “filantropía moderna”, esa peculiar forma de ejercer una supuesta solidaridad que, para mí, no lo es.
Uno de ellos (hay muchos), es el del cocinero José Andrés. Reside en Estados Unidos, donde se ha forjado una imagen de sencillo, campechano y un modelo a seguir de gran éxito empresarial. Muchas veces ha expresado su compromiso de erradicar el hambre, y lo ha demostrado acudiendo a lugares con desastres naturales, como fue el caso del huracán María a su paso por Puerto Rico en 2017 o la dana en València.
Pero otras veces, sus actuaciones tienen un indisimulado sesgo ideológico y apuntan más bien a una pose o una especie de marketing que agrade a sus patrocinadores y potenciales clientes, cosa que naturalmente repercute muy positivamente en su negocio culinario.
Me refiero a que sus actuaciones siempre se llevan a cabo entre cientos de cámaras y en lugares donde están los “buenos”, como es el caso de Ucrania, donde acudió en 2022 a alimentar a los refugiados ucranianos, pero donde no se le vio en 2014, cuando el ejército ucraniano bombardeaba les regiones del Donbás (Donetsk y Lugansk) provocando, según la ONU, el desplazamiento de más de medio millón de personas.
O si se prefiere, yéndonos a su actuación en Palestina, donde lo mismo daba de comer a la hambrienta y bombardeada población palestina, que a los soldados israelíes que los asesinaban.
Hay más ejemplos de unas contradicciones que, para el afamado chef, o no lo son o, peor todavía, las ignora. Antes de finalizar su mandato, el presidente Biden le concedió la más alta distinción de los Estados Unidos, cosa que el chef aceptó sin pestañear, demostrando el poco escrúpulo que hay que tener para codearse y recibir medallas de quienes, pudiendo impedirlo, contribuyen, alientan y apoyan genocidios por todo el mundo, como es el caso de Gaza.
En mis actividades en regiones de Mali o Etiopía, castigadas por guerras y hambrunas, nunca vi a la ONG del chef, como tampoco apareció en los numerosos conflictos africanos. Estudiando sus movimientos, imagino que esa ausencia se debe a la poca simpatía que muchos gobiernos africanos tienen por sus antiguas potencias coloniales, o sea, por “los buenos”.
Siguiendo con el postureo, el marketing y su alineación con los “buenos”, hay que recordar que en 2022 el chef recibió sin pestañear la medalla de Oro de Madrid, de manos de Ayuso, a quien vienen pidiendo responsabilidades las familias de las personas mayores fallecidas en las residencias durante el peor mes de la pandemia y cuyos exaltos cargos están siendo investigados.
Un año después, el chef, haciendo gala de su curioso concepto del respeto, elogió el discurso de Ayuso en la Universidad Complutense al tuitear: “Qué buen discurso ha dado Díaz Ayuso sobre que el respeto al prójimo no se debe perder nunca”. Ni rastro, ni un milímetro de empatía por los 7.291 fallecidos.
A todo lo anterior, habría que añadir lo tocante a la fiscalidad y la procedencia de las subvenciones. En cuanto a la fiscalidad, el mecenazgo en los Estados Unidos, por ley, está libre de impuestos y, además, permite cuantiosas deducciones fiscales, lo cual ya nos da una pista.
En cuanto a las subvenciones, baste con recordar que el dueño de Amazon (otro buen filántropo “moderno”), es uno de los principales contribuyentes del chef, siendo su última donación de 100 millones de dólares, que, por supuesto, también le habrán servido para contabilizar supuestamente una fuerte deducción fiscal.
Y por último, señalar la perenne controversia entre caridad y solidaridad.
Conviene recordar que actuando únicamente con caridad, se acostumbra a la gente a la beneficencia y se la torna pasiva, asumiendo que la existencia de ricos y pobres es consecuencia de una ley natural, como una condena inamovible, que deja a las personas beneficiadas en la misma situación que tenían anteriormente. La caridad sóoo rinde cuentas internamente a las asociaciones que la practican.
En cambio, la solidaridad, a diferencia de la caridad, parte del hecho que la idea de justicia social es universal, es decir, aplicable a todos, creando condiciones para que se desarrollen sociedades en igualdad de oportunidades. La solidaridad rinde cuentas externamente a las personas a quienes se dirige, para que sean ellas quienes se expresen, y si supone un retorno económico a quien la ejerce, ya no es tal solidaridad.
Resumiendo, bienvenidas sean las actuaciones que, como el caso del chef José Andrés, sirven para paliar el sufrimiento de tantas personas, pero no olvidemos otros aspectos muy importantes y que no son tan evidentes, que no son publicitados, que no son estudiados o que se ocultan, tales como el contexto en que se producen, quienes promocionan las actuaciones, dónde se desarrollan, a quien se dirigen, quien las subvenciona, qué beneficio obtienen quienes las ejecutan, las condiciones de los activistas en las ONG… no vaya a ser que esa forma de actuar, mezcla de vanidad y éxito empresarial, sea el modelo filantrópico a imponer, aparentemente bondadoso, pero que sólo supone un trampolín para desenvolverse mejor en ese mundo competitivo y cruel de los negocios, del éxito y del crecimiento, en definitiva, del capitalismo.
Yo recomendaría a todos esos personajes amantes de ese modelo filantrópico “moderno” que se leyeran y meditaran sobre la extraordinaria novela de Saint-Exupéry, El principito, donde hay reflexiones tan simples y maravillosas como cuando el zorro le dice al protagonista: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Marc Cabanilles. Ateneo Libertario Al Margen de Valencia.
Muchas gracias Durruti por tus comentarios,
De verdad que merecerían estar incluidos en mi artículo.
Salut.
Lo de este chef es una muestra más de la época en la que vivimos, como bien lo refleja este buen artículo .
Muy mediático , siempre del bando de los » buenos» , un fiel reflejo de esta » izquierda bien pensante» , es decir el reformismo político.
Todo queda en estar en el lugar adecuado , en el momento adecuado, hacer una operación de chapa y pintura vendida a bombo y platillo , y se acabó cuando se apagan las luces de las cámaras.
El apoyo mutuo es otra cosa, es mi amiga Pepa y su comedor social autogestiónado que lleva casi 20 años dando de comer a diario a más de 200 personas , son los profes voluntarixs que vienen a dar clases de alfabetización a lxs hermanxs inmigrantes, son el colectivo anarquista de la bahía que monta huertas solidarias ,para que lxs niñxs de las barriadas obreras puedan comer verduras ecológicas, son tanta gente sencilla haciendo cosas a diario sin mucho ruido, y además sembrando ideología de valores profundos ,frente a la bazofia fascista que supura por todos lados.
Así que muy bien el chef de los pobres o de lo que sea, pero hay muchxs chefs de gran corazón y humanidad que dedican toda su vida en apoyar y dar dignidad a lxs pobres de nuestra clase obrera.
Salud y anarkia