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David Bellos: “La IA podría ser el fin del ‘copyright’… o de la civilización”

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Cultura | Sociedad

David Bellos: “La IA podría ser el fin del ‘copyright’… o de la civilización”

¿Cómo terminó el ‘copyright’, originalmente concebido para proteger a los autores, en manos de las grandes corporaciones? Bellos, profesor en la Universidad de Princeton, lo explica en el libro ‘Copyright: la industria que mueve el mundo’.

David Bellos, profesor en la Universidad de Princeton. FOTO CEDIDA
Guillem Pujol
03 junio 2025 Una lectura de 8 minutos
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Desde los monopolios venecianos del siglo XV hasta el copyright en los softwares informáticos, el copyright ha sido una herramienta de poder, creatividad y conflicto. David Bellos, profesor en la Universidad de Princeton y coautor, junto a Alexandre Montagu, del libro Copyright: la industria que mueve el mundo (editado por Península), desarrolla la senda histórica de los llamados derechos de autor, un mecanismo legal que supuestamente debía proteger a los autores de obras escritas y que con el tiempo ha devenido un mecanismo de lucro por parte de las grandes corporaciones: «Hubo un momento en el siglo XVIII, durante la Ilustración europea, en que surgió la idea de que los intereses corporativos se habían vuelto demasiado poderosos…Pero en el siglo XX, esos principios se desvanecieron».

En esta entrevista, desentrañamos cómo una ley pensada para proteger a los creadores terminó en manos de corporaciones, por qué surgieron las iniciativas como la licencia Creative Commons, y cómo la batalla por el control de los algoritmos podría decidir quién –o qué– escribe las reglas del siglo XXI. –

Tu libro comienza con una frase interesante: «El copyright es la historia del copyright». ¿Podrías explicar esta idea?

Lo que quiero decir con esa frase que citas es que no existe una manera abstracta, lógica o incluso basada en el sentido común para explicar por qué el copyright se ha convertido en lo que es hoy, excepto a través del estudio de su historia real: los numerosos pasos, casi aleatorios, a menudo extraños, que llevaron a consecuencias imprevistas. Estos pequeños cambios acumulativos resultaron en giros asombrosos en la naturaleza del copyright, particularmente en los últimos 50 años, aunque el proceso se remonta a unos 200 años atrás. En otras palabras, estoy rechazando cualquier intento de definir el copyright en términos abstractos o filosóficos y, en cambio, lo presento como una acumulación de eventos históricos, lo que podríamos llamar una «historia de ruta crítica».

Trasladémonos a la Venecia renacentista, identificada para ti como la ciudad que dio origen temprano del copyright. ¿Qué motivó a una ciudad-estado del siglo XV a establecer los llamados «privilegios», y cómo difiere de nuestra concepción actual del copyright?

Según mi entendimiento de los orígenes de la propiedad intelectual en la Venecia del siglo XV, surgió de una conjunción fortuita de dos factores muy distintos. Por un lado, Venecia tenía el deseo de atraer mano de obra cualificada del extranjero para producir bienes que en ese momento eran casi misteriosos en Occidente, como la seda, el vidrio coloreado o el cobre martillado. En lugar de limitarse a importar estos productos, querían convertirse en un centro manufacturero. Para lograrlo, implementaron lo que hoy llamaríamos un «programa de visas doradas»: ofrecían a artesanos y trabajadores especializados del Este derechos exclusivos sobre sus oficios durante siete años –el tiempo que se consideraba necesario para formar a un aprendiz y transferir tecnología–. Esto comenzó a mediados del siglo XV y funcionó tan bien que, por ejemplo, el vidrio de Murano sigue siendo hoy un legado directo de esa política.

El segundo factor fue la llegada de la imprenta desde el norte de Europa. Johannes von Speyer, el primer impresor en establecerse en Venecia, recibió un privilegio similar. Así, cuando la imprenta se expandió a otros países, llevó consigo la idea del monopolio sobre la producción de libros. Primero se aplicó a categorías enteras, como libros de leyes o teología, y luego a obras individuales. No era exactamente un derecho de propiedad, pero en la práctica funcionaba igual: si tenías el privilegio exclusivo de imprimir un libro, tenías el mismo control que si fueras su dueño.

Llama la atención que el copyright veneciano protegía intereses comerciales, no autores individuales. ¿Dirías que la protección al creador ha sido más una excepción que la norma en esta historia?

Sí, lamentablemente así es. Porque, más allá de la cultura oral o performática, los objetos culturales tienen una dimensión material. Una novela no es realmente una novela hasta que alguien la imprime, la publica y la distribuye. En otras palabras, la circulación de estos objetos siempre ha dependido de estructuras industriales, y las leyes han reflejado ese hecho. Sin embargo, hubo un momento en el siglo XVIII, durante la Ilustración europea, en que surgió la idea de que los intereses corporativos se habían vuelto demasiado poderosos. Fue entonces cuando se introdujo la noción de proteger no solo a los editores, sino también a los creadores y al público, garantizando que los autores recibieran una compensación justa y que la cultura fuera accesible. Pero en el siglo XX, esos principios se desvanecieron. Hoy son poco más que una nota al pie en las discusiones sobre copyright.

Hablando de capacidad de monopolizar el mercado, la Stationers’ Company parece ser un caso paradigmático. ¿Cómo funcionaba este gremio editorial fundado a finales del siglo XIV y qué consecuencias tuvo para la circulación de ideas?

Era esencialmente un cártel. En Londres, el número de imprentas estaba limitado por ley a solo 80, y estas operaban como un gremio medieval: controlaban precios, regulaban la calidad e incluso tenían sus propios tribunales internos. Con el tiempo, la Corona delegó en ellos la autoridad para otorgar privilegios de impresión, lo que los convirtió en los reguladores de facto del comercio de libros. Esto generó un sistema corrupto: los precios de los libros eran artificialmente altos, las imprentas se heredaban como bienes familiares, y obras fundamentales de la literatura inglesa, como las de Shakespeare, quedaban en manos de unos pocos impresores que podían decidir si publicarlas o no. Fue este abuso lo que llevó, en parte, al Estatuto de Ana en 1710, el primer intento serio de reconocer los derechos de los autores. Aunque, como suele pasar, la aplicación real de la ley tardó décadas.

David Bellos: “La IA podría ser el fin del ‘copyright’... o de la civilización”
Portada de ‘Copyright: la industria que mueve el mundo’. PENÍNSULA

Saltemos a 1909, porque se produce un salto decisivo en la historia del copyright con la ley estadounidense de dicha fecha, en la que el concepto de «autor» se equiparó al de «empleador». ¿Fue este un cambio técnico o el inicio de una estrategia empresarial para que las compañías pudieran ir absorbiendo los derechos creativos de los autores?

Sí, ciertamente fue un punto y aparte en la historia del copyright, pero dudo que quienes redactaron esa cláusula previeran sus consecuencias. Originalmente, la ley buscaba resolver un problema práctico: obras como mapas, tablas logarítmicas o manuales escolares no tenían un autor claro, pero requerían inversión y protección. Sin embargo, el resultado fue que las corporaciones pasaron a controlar los derechos durante plazos absurdamente largos. Hoy, la mayoría de la cultura comercialmente viable está en manos de empresas, no de individuos.

Y en el mismo siglo, con la ley de 1976, el copyright se extendió también a las innovaciones de los softwares informáticos.

La reforma buscaba modernizar el sistema, pero incluir el código informático tuvo efectos inesperados. Distorsionó la relación entre tecnología y software. El resultado es que el software propietario se volvió mucho más valioso. MS-DOS, el sistema operativo de IBM creado por Bill Gates, se benefició enormemente del copyright –no de las patentes–. Si hubiera sido patentado, sería código abierto hace décadas. Pero bajo el copyright, seguirá protegido hasta 70 años después de la muerte de Gates.

Como reacción a esto, surgieron iniciativas como Creative Commons o el software libre. Parece que cada movimiento en la historia del copyright genera una contrarreacción.

Absolutamente. Vivimos en una era donde los bienes inmateriales dominan: consumimos más canciones, películas y poemas que patatas fritas. La economía gira en torno a esto. Creative Commons y el movimiento de código abierto –como Wikipedia– son reacciones válidas. Pero hay una diferencia clave: Creative Commons es un acuerdo voluntario, no la ley. Bajo la ley, el copyright surge automáticamente al crear algo –incluso un garabato en una servilleta–. Creative Commons existe junto al copyright, pero no la reemplaza.

Una alternativa que se entiende también políticamente, en tanto que defiende una visión coral de la propiedad en los derechos de autor…

Sí, ese es el conflicto. En los siglos XVIII y XIX, el copyright creó un dominio público amplio. Pero en el siglo XX, las leyes se expandieron y el dominio público se redujo. Creative Commons intenta recuperar ese espacio, pero no es una solución definitiva. Necesitamos un debate serio sobre los límites del dominio público. La gente quizá acepte que los autores merecen un ingreso, pero el copyright no es la única forma de lograrlo.

Última pregunta: ¿Cómo afecta la IA al copyright? ¿Quién es dueño de un texto generado por un chatbot?

Es una frontera crítica. Podría ser el fin del copyright… o de la civilización. Recientemente, la Oficina de Copyright de Estados Unidos aclaró que solo los humanos pueden ser autores.No puedes registrar una obra a nombre de una IA.

Pero hay un vacío: en Estados Unidos (y quizá en la Unión Europea), puedes registrar una obra bajo un nombre sin probar que esa persona la creó. ¿Qué pasa si el dueño de un sistema de IA registra obras como «Marco Aurelio»? Legalmente, sería un caos. Si la ley decide que los dueños de las IA son dueños de sus creaciones, el juego se acaba. Si no, nos inundará con contenido imposible de distinguir entre protegido y libre. Ya convivimos con cosas fuera del copyright –leyes, mapas–, pero con la IA será mucho más confuso.

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Comentarios
  1. Chorche dice:
    04/06/2025 a las 13:22

    Por suerte, otros, apuestan por la civilización:
    Por primera vez en la historia, los Pueblos Indígenas y las comunidades locales de todas las grandes cuencas forestales del mundo —la Amazonía, Mesoamérica, la Cuenca del Congo y Papúa— se reunieron en la República del Congo para el Congreso Mundial de Pueblos Indígenas y Comunidades Locales de las Cuencas Forestales.
    Es más que un Congreso.
    Es un momento crucial de solidaridad, coraje y resiliencia de Sur a Sur.
    A medida que la deforestación arrasa sus tierras y pone en peligro a sus seres queridos, con efectos devastadores en todos nuestros futuros, las comunidades indígenas están alzando sus voces.
    Durante demasiado tiempo, las comunidades indígenas han sido dejadas de lado y obligadas a esperar a que se tomen decisiones sobre ellas, sin ellas. Todo ello mientras luchan contra las industrias destructivas que derriban los bosques, como los imperios industriales de la carne, la tala y la minería de oro.
    Han terminado de esperar.
    Han terminado de preguntar.
    Están aumentando. Juntos.
    Se están colocando a sí mismos en el centro de las soluciones climáticas que el mundo necesita tan desesperadamente.
    Desde el Congo hasta la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima COP30, que se celebrará en el corazón de la Amazonía a finales de este año, están aportando soluciones reales. Arraigados en la tradición. Impulsados por la justicia. Liderados por quienes mejor conocen el bosque.
    Ahora es el momento de que el mundo dé testimonio. Y estar con ellos.
    ¿Te unirás a ellos para proteger los bosques que dan vida de los que todos dependemos, añadiendo tu nombre a esta petición que exige que se detenga la destrucción?. Gracias por solidarizarse con los verdaderos guardianes del bosque, los Pueblos Indígenas y las comunidades locales.
    https://www.greenpeace.org/international/act/respect-amazon/?utm_campaign=respect-amazon&utm_source=hs-email&utm_medium=email&utm_content=2025-06-03-amazon-fs-3basin-iplc-email&utm_term=am

    Responder
  2. Ahmed dice:
    03/06/2025 a las 08:58

    Hara unos 47 años que el cantante Roberto Carlos dijo que no eramos tan civilizados

    Responder

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