Cultura
Arte bajo presión: creación y resistencia contra Trump
El activismo busca nuevas formas de expresión en Estados Unidos. La extensión de los ataques de la Administración Trump a las libertades civiles ha llevado a un auge del ‘subvertising’, intervenciones artísticas anónimas que se apropian de soportes publicitarios para transmitir mensajes políticos.
El reportaje ‘Arte bajo presión: creación y resistencia contra Trump’ se ha publicado originalmente en El Periscopio, el suplemento cultural de La Marea. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.
Si estos días estás intentando moverte en transporte público por Nueva York, podrías notar algo distinto en las paradas de autobús. En las marquesinas, en el espacio normalmente dedicado a anuncios publicitarios, no encontrarás promociones de una nueva exposición del Museo de Historia Natural, ni ofertas de zapatos o estrenos de películas. En su lugar te toparás con vívidos carteles de protesta que invitan al rechazo de las políticas del actual Gobierno estadounidense, con frases como «Los inmigrantes no son los enemigos. Los ricos son el enemigo» en letras negras prominentes sobre fondos multicolores. También mensajes como «NO DEI NO DOLLARS» que cuestionan la decisión de grandes grupos empresariales de secundar las presiones de la administración en la supresión de sus políticas de diversidad, equidad e inclusión.
Los autores de estas intervenciones artísticas, que permanecen en el anonimato, transforman espacios urbanos en lienzos para el activismo, apropiándose de soportes publicitarios para transmitir mensajes políticos. Un fenómeno también conocido como culture jamming o subvertising (esta última, una fusión entre ‘subvertir’ y ‘publicidad’ en inglés).
La extensión de los ataques de la actual Administración Trump hacia las libertades civiles, la independencia de las instituciones culturales y las iniciativas para la lucha contra el cambio climático sorprendieron incluso a quienes se dedican al arte político. «Creo que quedamos impactados y sorprendidos por la magnitud del propósito», comenta a La Marea Natasha Mayers, artista visual radicada en Maine y cofundadora de Artists’ Rapid Response Team! (ARRT!), un colectivo artístico dedicado a la producción de pancartas e imágenes para protestas. «Todos los temas que nos importan están siendo atacados».
Del lienzo a la calle
ARRT! (‘Equipo de Respuesta Rápida de Artistas’) es un grupo que se reúne mensualmente para crear materiales en colaboración con organizaciones progresistas sin ánimo de lucro del estado de Maine. Su trabajo continúa una larga tradición americana, la del arte político y comprometido que ha emergido en muchos momentos de crisis social en Estados Unidos.
Mayers tiene una extensa carrera en la intersección entre arte y activismo. Es reconocida a nivel nacional por su trabajo en comunidades tanto dentro como fuera de su estado, incluso en el extranjero: por ejemplo, ha colaborado en proyectos de murales en escuelas de Nicaragua y El Salvador. Con pocas excepciones, su trabajo se centra en la lucha contra las injusticias raciales, sociales y ambientales. Por ello, cuenta con amplia experiencia en la organización de protestas, que ahora ayuda a coordinar en Whitefield, el pequeño pueblo de Maine donde reside.
«Muchas personas que nunca antes se habían manifestado están acudiendo a estas primeras protestas –explica Mayers–. Y nos dan las gracias por organizarlas, porque les hace sentir mucho mejor hacer algo que quedarse simplemente en la desesperación».
La presencia de artistas en manifestaciones se evidenció también el pasado 5 de abril, cuando se produjeron protestas masivas por todo el país bajo el lema «Hands Off» (‘Las manos fuera’). Durante la manifestación de Washington, 17.000 pares de zapatos infantiles fueron alineados en la avenida Pensilvania, la calle que conecta la Casa Blanca con el Capitolio, en una instalación del colectivo Artists Against Apartheid. La obra conmemoraba a los niños y niñas que, según las autoridades palestinas, han muerto en Gaza por los ataques de Israel durante los últimos 18 meses. La estrecha relación de apoyo de la Administración Trump con el primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu –sobre el que pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra–, es solo una de las múltiples controversias que moviliza a los artistas.
Entre la multitud de manifestantes, miembros del People’s Forum, un espacio cultural de Nueva York, mostraron un títere gigante de Trump con las manos ensangrentadas, simbolizando la responsabilidad del mandatario en diversas crisis humanitarias.
«No es sólo que los artistas estén organizando una resistencia contra el Gobierno, sino que cada vez más los pintores, escultores, músicos, cineastas y otros trabajadores culturales se están uniendo a un movimiento más amplio por todo el país», explicó en un correo a La Marea Valentina Di Liscia, editora de noticias de la revista especializada Hyperallergic.
Precedente significativo: 2017
En 2017, la respuesta del mundo artístico al clima político fue inmediata. El 20 de enero, día de la primera investidura de Trump, creadores y comisarios de exposiciones participaron en una huelga inspirada en la protesta de 1970, cuando artistas neoyorquinos se manifestaron contra el racismo, el sexismo, la represión y la guerra de Vietnam provocando el cierre temporal de galerías, museos y espacios culturales. Instituciones destacadas como el Museo Whitney de Arte Moderno o el Museo de Artes y Diseño ofrecieron entrada gratuita o con aportaciones voluntarias. «Esto es América. Y realmente necesitamos expresar aquello en lo que creemos. Nuestro papel es no dejarles apropiarse de lo que es América y mostrar lo que nosotros creemos que es el país», declaró entonces Adam Weinberg, director del Museo Whitney.
Ese mismo año, el reconocido artista Christo, famoso por sus intervenciones ambientales, tomó una decisión significativa al cancelar su último proyecto. Su razonamiento: la instalación se realizaría en un terreno público, es decir, bajo la jurisdicción de la Administración Trump. Una situación que el artista consideró «intolerable».
Otros creadores incorporaron al presidente directamente en sus obras. Robert Cenedella, prominente artista neoyorquino, presentó en 2017 una pintura apocalíptica a gran escala titulada Fin del mundo, que mostraba a Trump con rostro anaranjado sosteniendo un tridente en el centro de la composición. Paul Ramírez Jonas desarrolló una performance conceptual titulada Hechos alternativos, donde, actuando como notario público, invitaba a los participantes a presentar una mentira que él luego certificaba como verdadera. Robin Bell, artista especializado en proyecciones nocturnas sobre edificios públicos, lanzó mensajes como «Impúgnenlo», «Arresten al presidente» o «Los expertos coinciden: Trump es un cerdo».
Galerías: ¿respuesta distinta?
Hoy en día, todavía hay pocos ejemplos de arte politizado en las galerías de Nueva York. Algunas exposiciones recientes han incluido obras de Sadie Benning, artista visual de Brooklyn que en 2018 elaboró una serie de pinturas que reflejan la constante tensión que la extrema derecha establece entre lo natural y lo artificial, ignorando el medioambiente. «En aquel momento estaba pensando en las inundaciones y el cambio climático, y en la realidad desestabilizadora de las estructuras de poder neofascistas que Trump implementó durante su primer mandato», describió Benning sobre su obra.
Otra exposición reciente incluyó trabajos de Clare Kambhu. Su obra Studio Art, I Can Draw a Monster forma parte de su serie «The Project of Schooling» de pinturas observacionales. «La pintura comenzó con una hoja de trabajo descartada de una lección de noveno grado que impartí en la primavera de 2016, durante la preparación para las elecciones. Hablamos sobre lo que los zombis, vampiros y otros monstruos podrían connotar. El centro en el que trabajaba era una escuela pública de Secundaria para inmigrantes recién llegados. De esta lección surgieron muchos dibujos monstruosos de Trump», relata Kambhu.
En cualquier caso, el arte explícitamente político, en general, es hoy más difícil de encontrar en las galerías respecto a años anteriores. Un cambio fundamental podría haberse dado en octubre de 2024 cuando, pocas semanas antes de las elecciones y en medio de un clima de creciente tensión, el artista neoyorquino Brian Andrew Whiteley presentó su obra Legacy Stone (‘Piedra conmemorativa’) en la galería Satellite. La obra consistía en una lápida con el nombre de Trump, su año de nacimiento y las palabras «Make America Hate Again», una variación del eslogan republicano traducible como «Haz que América odie de nuevo». La tumba está decorada con un corazón con los colores de la bandera estadounidense. No aparece la fecha del supuesto fallecimiento, dejando abierta la interpretación sobre el legado presidencial. La exposición de esta obra, originalmente concebida en 2016 e instalada en Central Park, tuvo que cerrar anticipadamente debido a las amenazas de muerte que recibió el artista.
«Estamos viviendo en una sociedad muy condicionada por el miedo», dijo a La Marea Morgan Everhart, artista y curadora en Nueva York. «Ha habido un aumento muy pronunciado de gente que evita mencionar el nombre de Trump, incluso en los comunicados de prensa». De acuerdo con Everhart, actualmente los artistas que exponen en las galerías neoyorquinas parecen menos enfocados en temas explícitamente políticos y más interesados en cuestiones relacionadas con la identidad y la reflexión. «Es como si la gente estuviera pensando: “Vaya, no podemos creer que esta elección realmente sucedió. ¿Cómo estamos hablando con las personas que amamos? ¿Cómo nos estamos relacionando con las personas que nos rodean? ¿Cómo nos estamos cuidando a nosotros mismos?”».
En este sentido, Everhart menciona como particularmente relevante una muestra reciente del artista Tavares Strachan en la galería Marian Goodman. Su exposición «Starless Midnight» rescata narrativas de individuos, lugares y eventos históricamente marginados a través de múltiples medios artísticos (pintura, sonido, neón, mármol). La obra invita a reflexionar sobre la invisibilidad histórica mientras construye puentes entre arte, ciencia e historia mediante instalaciones inmersivas que desafían nuestra comprensión de lo conocido. «Encarna dos grandes tendencias actuales en la forma en que la gente está reflexionando sobre el mundo», comenta Everhart respecto a la obra de Strachan. «La gente está recurriendo al conceptualismo profundo, a la abstracción profunda, y también a obras decorativas. Y están aprendiendo de la mezcla de esas cosas».
No esta capacitado para derigir in pais como EEUU, seria mejor in impeachment.