Opinión
Tú también puedes acabar durmiendo en un aeropuerto
"El sistema triunfa haciendo llegar la idea de que estamos más cerca de ser el próximo multimillonario salido de un barrio obrero que el siguiente que dormirá en la calle", analiza Arantxa Tirado. "Y ese es nuestro fracaso como humanidad".
La presencia de centenares de personas sin hogar durmiendo en el aeropuerto de Barajas ha desencadenado la enésima disputa política entre el Gobierno de España y las autoridades del Ayuntamiento de Madrid por la gestión de la situación. Pero ha mostrado, también, la aporofobia mal disimulada de algunos de los principales medios de la derecha, que han instrumentalizado esta lamentable situación a la que se ven abocadas cada vez más personas en nuestras opulentas –pero desiguales– sociedades, para hacer pasar por delincuentes a las víctimas del sistema.
Así, el ABC dedicaba su portada del 15 de mayo a estigmatizar a las personas sintecho, insinuando conductas delictivas y realizando un ejercicio característico de las fuerzas conservadoras cuando quieren criticar a las progresistas: tratar de pasarles por la izquierda instrumentalizando las reivindicaciones de la clase trabajadora. En este caso, enfrentando a los trabajadores de la limpieza de la Terminal 4 con las personas que allí duermen y que están todavía más abajo en el escalafón social.
En una aproximación distinta, algunos medios se han dedicado a otra de sus actividades preferidas cuando se enfrentan a la pobreza que genera de manera natural el funcionamiento del capitalismo: la pornografía sentimental. Este enfoque en las historias individuales no es, en realidad, un gesto de humanismo. Tiene como propósito aislar de su entorno inmediato a la persona entrevistada, pero también abstraer su caso de las estructuras económicas y sociales que explican su situación particular.
Además, cuando va de la mano de un cambio de rumbo en la vida del entrevistado, sirve para que el público pueda ejercer su papel redentor en forma de una caridad que reconforta las conciencias, porque permite creer que se interviene para mejorar la vida de la gente, aunque sea salvando el destino de una persona, sin la exigencia de cuestionar el orden de cosas existente que permite a quien despliega su ayuda disfrutar de una situación jerárquica superior.
Sin embargo, no estamos ante situaciones que se expliquen por variables individuales, como cierta gente quiere pensar cuando afirma que las personas que acaban viviendo en la calle lo hacen por “sus malas decisiones”. En realidad, todas podemos acabar durmiendo en un aeropuerto, en un cajero o debajo de un puente. Sólo hace falta que nos suban más el alquiler y que no podamos pagarlo, que nos quedemos sin trabajo y no tengamos un colchón económico, ni una red familiar, para subsistir sin ingresos o, incluso, que tengamos uno o varios trabajos, pero nos enfrentemos a un mercado inmobiliario especulativo que impide, de facto, el acceso a una vivienda digna.
Éste es el caso de muchos de los que han dormido en Barajas, como antes en El Prat, y que ya no podrán hacerlo por el acuerdo alcanzado por la empresa estatal que gestiona los aeropuertos, Aena, y el Ayuntamiento de Madrid, para impedir el acceso en horas nocturnas a quienes no vayan a volar. Pero también es el caso de todos los trabajadores que en las islas Baleares se ven abocados a vivir en caravanas ante unos alquileres por las nubes que absorben los salarios incluso de los funcionarios mejor pagados. Trabajadores que también son perseguidos como si fueran delincuentes en lugares como Ibiza o Palma de Mallorca por el simple hecho de no poder asumir siquiera el costo del alquiler de un camping en el que establecer sus caravanas.
Ninguna prohibición va a hacer que el problema desaparezca. Las 1.100 personas sinhogar que existen en Madrid, según datos del Ayuntamiento, 400 más que hace seis años, no van a dejar de existir, aunque no las veamos. Ningún parche cosmético va a solucionar un capitalismo que empuja a la pobreza incluso a gente con trabajo.
Investigadores con años de experiencia, seguimiento y gestión de este tema, como Albert Sales, alertan de la relación existente entre la situación del mercado laboral y el sinhogarismo. En un informe de 2022, coordinado por el propio Sales, los datos eran claros: el 27,6% de las personas sintecho encuestadas, y el 21,3% de quienes dormían en equipamientos residenciales de la Red de Atención a las Personas Sin Hogar de Barcelona (XAPSLL), estaban realizando actividades laborales. El 14%, de hecho, había recibido ingresos provenientes de una actividad laboral.
En este contexto de pauperización de la clase trabajadora, en que trabajar puede ser sinónimo de subsistencia ante unos salarios insuficientes para poder pagar el alquiler de un piso, la inflación de los alimentos o el alto costo de la vida derivado de vivir en una gran ciudad, el sistema triunfa haciendo llegar la idea de que estamos más cerca de ser el próximo multimillonario salido de un barrio obrero que el siguiente hombre o mujer fracasado que dormirá en un colchón desplegado en la calle. Ese es su gran triunfo, pero también es nuestro fracaso como humanidad.