Crónicas | Internacional
Regreso a la masacre de Odesa
El reportero Unai Aranzadi ha vuelto en varias ocasiones a la Casa de los Sindicatos, en Odesa, donde el 2 de mayo de 2014 se produjo "la mayor matanza de izquierdistas europeos desde el final de la II Guerra Mundial", explica. Y apunta que "hasta hoy nadie ha sido juzgado o condenado por estos hechos, pese a los cientos de testigos disponibles para declarar".
No hay ni una placa en su memoria, mucho menos una estatua o panteón. Sólo un edificio enorme e ineludible que por sí sólo se significa como un mausoleo a la injusticia. La gran explanada que lo rodea, fría y desangelada, refleja a la perfección el silencio y la indiferencia que generaron los crímenes que en este lugar de Odesa se cometieron. Corría el 2 de mayo del 2014 y Ucrania llevaba dos meses y medio gobernada por la Junta resultante del Euromaidán. Crimea acababa de ser anexionada por Rusia y en el Donbás la tensión entre las sensibilidades ucranianas y rusas iba germinando hacia lo que sería el inicio de la presente guerra.
Sin embargo, Odesa, pese a ser una ciudad levantada por la Rusia imperial, se mantenía relativamente al margen de la violencia desatada en el Euromaidán y sus consecuencias de Crimea o Donbás. En aquella primavera del 2014 Odesa parecía ser como siempre se había dicho que era: un lugar, que salvo bajo la ocupación nazi, había conseguido preservar cierta identidad cosmopolita, y en la que griegos, ucranianos, rusos, judíos, búlgaros o turcos -entre muchos otros pueblos- se relacionaban libres de conflictividades ideológicas, religiosas y étnicas. Nada más lejos de lo que sucedería poco más tarde.
La fiesta del Primero de Mayo del 2014 (Día de los Trabajadores) discurrió ordenadamente por la ciudad de Odesa. Primero hubo una manifestación en la que una de las pancartas principales decía, “el fascismo no pasará”, y después un encuentro pacífico entre las diferentes sensibilidades de izquierda, viéndose una mezcla de banderas rusas, ucranianas y comunistas (diversidad que desde ese día no se ha vuelto a ver más). Sin embargo, aquellas horas tan sólo serían la calma previa a la tormenta. El día después, el Chornomorest de Odesa jugaba en casa un partido contra el Metalist de Járkov. Ambos equipos, como la mayoría de los que componen la liga de fútbol ucraniana, estaban formados por hinchadas de ultraderecha. Además, en aquellos días casi todas las aficiones del país se habían unido bajo un manifiesto para defender “la integridad territorial de Ucrania”, idea que dicha así suena legítima, pero que en realidad también quería decir arrinconar social y políticamente a la población rusófona o de izquierdas, tal y como el tiempo demostraría.
El plan de los hooligans, los grupos ultraderechistas y nacionalistas ucranianos era llevar a cabo una marcha por la ciudad antes del partido que se celebraba aquel 2 de mayo. Como era de esperar, se produjo un choque entre estos y la población prorrusa e izquierdista de la ciudad. Los primeros enfrentamientos se dieron en el centro de Odesa, cuando los disconformes con el Euromaidán fueron a encontrarse cara a cara con la llegada de los paramilitares de Pravy Sektor, el grupo ultraderechista que desde el 2013 lideró las protestas de Kiev. Se produjeron heridos en los dos bandos y hasta murió un manifestante promaidán.
Todo comenzó a dar un vuelco cuando resultó evidente que la buena planificación del sector ultranacionalista ucraniano, sumada a toda la gente venida de fuera para apoyarlos, dejaba en rotunda minoría a una fuerza de choque izquierdista y prorrusa que, comparativamente, actuó de forma espontánea y desorganizada. Prueba de la buena planificación de los ultranacionalistas son los vehículos que se vieron articulando su ofensiva (y quedaron filmados) tanto en la ciudad como posteriormente frente a la Casa de los Sindicatos.
Poco a poco, los ultraderechistas, armados con hachas, cascos y chalecos antibalas fueron descendiendo por las calles Ekaterinenskaya, Rishelyevskay, Alexandrovsky y Bunina, confluyendo finalmente en la explanada de Kulinovo. Dicha explanada, situada muy cerca de la estación central de tren, es un lugar céntrico pero algo desolado, con una plaza enorme y casi ningún edificio alrededor más allá de la Casa de los Sindicatos. En ese espacio abierto, y al pie de este edificio, se estaban recogiendo firmas para varios asuntos políticos relacionados con la izquierda y la población rusófona, los cuales incluían la liberación de varios compañeros arrestados (el Partido Comunista fue ilegalizado tras el Euromaidán), la propuesta de un referéndum de autonomía para las zonas de mayoría rusófona (una Ucrania federal) y el regreso al reconocimiento de las lenguas minoritarias (abolido tras el Euromaidán).
Cuando los ciudadanos izquierdistas y prorrusos se vieron totalmente cercados (varios de ellos eran pensionistas que simplemente estaban sentados en las mesas y carpas de la plaza), optaron por refugiarse dentro de la Casa de los Sindicatos, no sólo porque algunos de los presentes trabajaban allí, sino porque es la única construcción en todo ese gran espacio. Según fue desarrollándose el ataque, los sindicalistas del local establecieron barricadas para que los ultraderechistas, que estaban accediendo -ya incluso al vestíbulo- no pudieran ascender a los pisos superiores en los que se parapetaban. Desde las ventanas de arriba y el tejado trataron, en vano, frenar la embestida de los asaltantes mediante el lanzamiento de objetos.
El número de heridos entre los prorrusos e izquierdistas fue tan elevado que en el segundo piso del edificio se improvisó un hospital de campaña con un botiquín que encontraron. A partir de ahí, la masacre se consumó a una velocidad pavorosa gracias al fuego de los cócteles molotov que se lanzaron al interior de la Casa de los Sindicatos. A los diez minutos de verse las primeras llamas se produjeron numerosas llamadas de auxilio a los bomberos. Varias de ellas avisaban de que la gente estaba saltando al vacío para no perecer pasto del fuego. Según registros incluidos en el sumario, hubo una llamada de socorro al servicio de bomberos y estos denegaron el auxilio.
Casi al mismo tiempo de producirse esa llamada llegó por fin la policía antidisturbios, pero no actuó de ninguna forma. En varios vídeos disponibles en Internet se puede ver cómo la gente se va lanzando de las ventanas en caída libre. Otras imágenes son aún peores. Se ve a gente lanzándose por las ventanas y siendo rematada en el suelo con palos y armas blancas. Por último, a los supervivientes que no estaban inconscientes se les hizo un pasillo en el que fueron nuevamente apaleados según abandonaban el edificio. El balance terminó con 46 asesinados y más de 200 heridos. Es la mayor matanza de izquierdistas europeos desde el final de la II Guerra Mundial.
Hasta hoy nadie ha sido juzgado o condenado por estos hechos, pese a los cientos de testigos disponibles para declarar, la amplia presencia policial que fue desplegada y los numerosos testimonios videográficos y fotográficos que han quedado disponibles al público. Es más, muchos ultraderechistas de Pravy Sektor han sido laureados por el Gobierno ucraniano al tiempo que se han diseminado todo tipo de disparatadas teorías como cortina de humo, incluyendo varias que dicen que los izquierdistas se inmolaron para causar estruendo.
Contrariamente, aquellos que sí han trabajado para la resolución de estos hechos, como es el caso del periodista ucraniano Anatoly Shary, se han tenido que exiliar del país para salvar la vida, aunque peor suerte corrieron otros reconocidos investigadores como Oles Buzina, un escritor de Kiev -étnicamente ucraniano- que fue asesinado tras señalar los abusos de las autoridades ucranianas y defender la buena vecindad con la ciudadanía rusa. Como en el caso de Odesa, su crimen tampoco ha sido resuelto pese a las pistas que precipitaron la detención de dos sujetos del grupo neonazi C14 (las pruebas para poder iniciar el juicio desaparecieron en manos de la Fiscalía). Más de una década después, lo único que queda al pie de la Casa de los Sindicatos es una pintada que a modo de siniestra mofa, dice: “En dirección a la muerte”. Ningún ciudadano se ha atrevido a borrarla ni las autoridades han hecho nada por quitarla.