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¿Aumento del gasto en Defensa? Pero ¿cómo y para qué?

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Opinión

¿Aumento del gasto en Defensa? Pero ¿cómo y para qué?

"Primero fue la economía; ahora, la política de Defensa. Si se sigue sin cimentar una identidad política y cultural común, estas políticas europeas están condenadas al desgaste, con el riesgo de que aumente el euroescepticismo", analiza Francisco J. Leira-Castiñeira.

Pedro Sánchez y Emmanuel Macron, en la reunión en París para hablar del papel de Europa en Ucrania. EFE / EPA / TERESA SUÁREZ
Francisco Leira
04 abril 2025 Una lectura de 4 minutos
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¿Estamos realmente convencidos de aumentar el gasto militar? ¿Estamos a favor de crear un ejército europeo? Antes de responder con los eslóganes habituales de nuestros dirigentes, sería conveniente examinar con calma los fundamentos de esta política de incremento en el gasto de Defensa, que modifica radicalmente el marco económico de austeridad impuesto durante años por esas mismas instituciones que ahora lo exigen. Podemos endeudarnos para incrementar la inversión en Defensa –un giro llamativo– cuando durante años se nos negó esa posibilidad para aplicar políticas sociales, mientras la pobreza afectaba a miles de ciudadanos, la misma doctrina económica de endeudamiento.

Este giro resulta, cuanto menos, contradictorio y convendría que nuestros líderes explicaran con claridad el coste real de este aumento del gasto en Defensa. El presupuesto estatal es limitado: si se incrementan unas partidas, necesariamente se reducirán en otras áreas. ¿Estamos dispuestos a asumir un recorte en educación, sanidad o infraestructuras públicas a cambio de una modernización armamentística? 

Con estas preguntas –planteadas no desde la oposición frontal, sino desde el deseo de transparencia–, no pretendo rechazar de plano una política que parece ya decidida por instancias superiores y asumida con entusiasmo por parte de nuestros gobernantes. Pero considero imprescindible esa transparencia, para conocer cuánto y en qué se invertirá, y de qué partidas presupuestarias se retirarán esos fondos. Solo con toda la información sobre la mesa, como ciudadanos, podremos valorar si ese es el camino que deseamos recorrer como país. Ese debate –ineludible– debe llegar a la casa de la soberanía popular, el Parlamento, para que nuestros representantes lo discutan, lo voten y lo legitimen.

Esta exigencia democrática pone en evidencia uno de los grandes desafíos del proyecto europeo: construir una política común sin haber construido previamente una identidad política compartida. La vieja aspiración de unos “Estados Unidos de Europa” nunca llegó a materializarse. Existe una unión económica –frágil en muchos aspectos–, pero seguimos sin una verdadera unión política y social.

No se ha generado un sentimiento real de pertenencia a Europa como entidad supranacional, por lo que los riesgos e intereses se perciben desde lógicas nacionales. El nacionalismo y el marco del Estado Nación siguen condicionando la mirada de la ciudadanía de los distintos países que conforman la Unión Europea: los peligros que intuyen los polacos no son los que perciben los portugueses o los españoles.

De nuevo, la Unión Europea –a la que muchos nos sentimos vinculados– decide construir su unidad desde el tejado: primero fue la economía; ahora, la política de Defensa. Si se sigue sin cimentar una identidad política y cultural común, estas políticas europeas están condenadas al desgaste, con el riesgo de que aumente el euroescepticismo.

Es cierto que el miedo, históricamente, ha servido para cohesionar sociedades, pero no es una base sólida para construir comunidades cohesionadas a largo plazo. La identidad europea no puede construirse en base a la construcción de un supuesto enemigo exterior. El euroescepticismo no solo avanza desde la derecha, también desde sectores de la izquierda que, con razón, han desconfiado de las políticas económicas impuestas por Bruselas. Ahora, los “hombres de negro” –antes portadores de recortes– nos piden gastar más en “armas”.

Además, sigue sin resolverse una contradicción clave: si Estados Unidos, bajo una posible presidencia de Donald Trump, deja de ser un socio fiable, ¿tiene sentido seguir incrementando el gasto militar dentro de la OTAN? ¿Por qué no replantearnos primero nuestra permanencia en la alianza atlántica, antes de asumir mayores compromisos militares? ¿Qué sentido tiene construir un ejército europeo que siga subordinado al mando estadounidense? ¿Va aceptar Donald Trump que salgan sus tropas del continente europeo?

El riesgo no solo está en el exterior: también lo encontramos dentro de nuestras fronteras. Primero, debemos reforzar nuestras democracias, los derechos sociales y evitar que crezca el populismo de extrema derecha (si, defender eso que llaman “woke”).  Porque, ¿qué ocurrirá si incrementamos el gasto en defensa y, en pocos años, fuerzas de extrema derecha como las que lideran Marine Le Pen, Giorgia Meloni, Viktor Orbán, AfD o Vox, acceden al poder? ¿Queremos entregar ese poder militar a partidos con tendencias antidemocráticas (favorables a Putin y Trump), abiertamente euroescépticas y nostálgicas del orden autoritario? ¿Queremos que sean ellos quienes tengan la posibilidad de “aprieten el botón rojo” en el futuro? 

Estas preguntas, lejos de expresar una postura cerrada, apelan a una reflexión colectiva. Muchos ciudadanos no tienen aún una opinión formada. A priori, personalmente, preferiría reforzar la capacidad diplomática de la Unión Europea antes que asumir el lenguaje de la fuerza. La palabra, el diálogo y la mediación deben seguir siendo nuestros primeros recursos frente a los conflictos o acaso, ¿no aprendimos nada de nuestro siglo XX?

Si, como parece, el rumbo está decidido, entonces el proceso debe hacerse bien. No se trata solo de un rearme militar, sino de un rearme con un fin: una estrategia clara, unas amenazas concretas, y reforzando los valores democráticos para que no pueda convertirse en realidad esa posibilidad de que nuestros líderes europeos sean los mismos que apoyan a Trump y quieren recortar derechos sociales.

Si este proyecto continúa –y todo apunta a que lo hará–, solo podremos evitar una deriva peligrosa blindando nuestras democracias frente al populismo autoritario. De lo contrario, podríamos encontrarnos en un escenario en el que –en nombre de Europa– se vuelvan a abrir ante nosotros, como a principios del siglo XX, las puertas del infierno.

Francisco J. Leira-Castiñeira. Instituto de Política y Gobernanza de la Universidad Carlos III de Madrid.

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Comentarios
  1. Chorche dice:
    04/04/2025 a las 18:54

    NO OBEDEZCAS A TU VERDUGO.
    ¿Por qué el miedo se ha convertido en la herramienta favorita del poder? ¿Estamos aceptando la opresión disfrazada de protección?. (Sara Rosenberg, Canarias Semanal)
    ¿De verdad nos están protegiendo o simplemente nos están preparando para obedecer? ¿Qué se esconde detrás de los kits de emergencia y los discursos apocalípticos? ¿Podemos resistir colectivamente o estamos condenados a la sumisión individual?
    Almacena, compra un kit, sálvate de tus asesinos que son los que elegiste para que nos masacren cada día mientras te inyectan el miedo en nombre de la “seguridad”. Esa es y ha sido siempre la política colonial e imperialista: el terror. No olvidamos ni perdonamos. Algún día los crímenes del USA, Gran Bretaña, Israel, Japón y la UE serán juzgados.
    No necesitamos ese macabro kit ni su guerra que agita el viejo fantasma contra Rusia como antes lo hizo contra la URSS. Rusia ha pedido muchas veces que no sigan sembrando de bases nucleares sus fronteras, que no alimenten la guerra de la colonia nazi ucraniana, también ha propuesto una paz estable y la solución diplomática a los conflictos. Pero crear un enemigo consolida el nazi fascismo occidental que gana millones en operaciones de rearme que solo beneficia a las élites que manejan el gran banco del crimen.
    ¿A que clase de “ciudadano” le hablan los dueños de las corporaciones narco armamentísticas? ¿A quién le hablan los medios? Al que suponen ya domesticado: corre al supermercado, compra y muere como un cobarde, de rodillas…
    …lo desolador es que antes no hayas hecho nada para rebelarte, ya cubierto por la costra de la apatía, el miedo y la indiferencia.
    ¿Adónde se fue la hermosa rebeldía? ¿Cómo te convencieron de que ser esclavo era inevitable? ¿Qué rincón hediondo y sin humanidad te ofrecieron y aceptaste? Distraído en lo inmediato (trabajar ocho horas o más y pagar la deuda eterna) fuiste despojado de la Esperanza y la Dignidad y de un objetivo humano – fraterno, solidario, socialista- y así te robaron al mismo tiempo la idea y el deseo de un futuro diferente.
    Lo cierto es que nadie podrá salvarse solo, aunque hayas comprado toneladas de individualismo. Para eso la podrida sociedad de consumo te sometió y a cambio te dio la única libertad de comprar. Sobrevivir teniendo y no siendo. Esclavizándote.
    …Civilización occidental la llaman, esa que sabe diluir el olor amargo de la sangre derramada porque ha abandonado y olvidado el olfato de la Verdad y todos los derechos de ser Humano.
    «Te venden odio y cada guerra como una nueva guerra, cuando es la misma: guerra para saquear y explotar, para colonizar y generar el caos y la destrucción».
    …»En la “civilizada” Europa no hemos conseguido ni siquiera hacer una huelga general, un tribunal de conciencia contra los criminales, una movilización capaz de unir todos los frentes… Divididos, distraídos, anestesiados somos pasto del demonio del capital que se devora y devora a sus hijos»
    Entonces, cuando están arrasándote, cuál ha de ser la pregunta. O vencer o entregarte, o despertar, o seguir en la inercia y la obediencia. Y depende de nosotros, de despertar y de luchar con firmeza para detener la guerra que nos impone una clase criminal que se disfraza de demócrata y de civilizada y que gana inmensas cantidades de dinero con las guerras mientras destruye todas las conquistas sociales.
    https://canarias-semanal.org/art/37588/no-obedezcas-a-tu-verdugo

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