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Víctimas en son de paz, un alegato sobre el reconocimiento

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Crónicas | Política

Víctimas en son de paz, un alegato sobre el reconocimiento

A través de voces como Pilar Manjón, Guillem Agulló, Fermín Rodríguez o Sara Buesa, el periodista Àlex Romaguera explora en 'Víctimas en son de paz' qué significa ser víctima de violencia política.

El periodista Àlex Romaguera.
Alba Formoso
12 noviembre 2021 Una lectura de 4 minutos
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Víctimas en son de paz (Pagès Editors) es un libro que, como describe su autor, el periodista Àlex Romaguera, trata de aproximarse a “las consecuencias de la violencia política registrada dentro del Estado español durante los últimos 50 años”. Historias para escuchar, o leer, que le han servido para contextualizar unos hechos que ha enmarcado entre el fin de la dictadura franquista hasta el cese definitivo de ETA, en 2011. Según destaca Romaguera en las primeras páginas, “podemos contabilizar unos mil asesinatos de esta naturaleza”. 

La obra, publicada por el momento en catalán –próximamente saldrá en castellano–, recoge testimonios de diferentes generaciones y contextos políticos. También de diferentes actores armados, desde de víctimas de ETA, de los GAL, de grupos fascistas o de la masacre del 11-M en Madrid perpetrada por los yihadistas. Tampoco faltan familiares de víctimas de la ultraderecha o de funcionarios del Estado. Desde Merçona Puig Antich, hermana de Salvador Puig Antich, miembro del Movimiento Ibérico de Liberación y uno de los últimos ejecutados por la dictadura franquista en 1974, hasta Mavi Muñoz, madre de Carlos Palomino, asesinado por un radical de ultraderecha en 2007.

Y, ¿por qué estas personas y no otras? “No todas las víctimas han vivido el mismo proceso. Tampoco todas quieren ocupar un primer plano. He querido hablar con las que, lejos de quedarse instaladas en el odio y en el rencor, han experimentado un proceso de resiliencia; han asimilado su realidad y después de otro proceso, el de sanación, han querido compartir su experiencia para que nadie pase por su mismo sufrimiento. Personas que han huido también de la instrumentalización política”. Todas ellas tienen algo en común, tal y como se destaca en muchas de las páginas del libro, su lucha por exigir verdad, justicia y reparación. 

¿Qué implica que no todas ellas sean conocidas? El periodista señala la principal asignatura pendiente: “El reconocimiento” y pone el foco en una doble victimización. “Primero, el daño emocional ocasionado por la pérdida y, después, el daño generado por la falta de ese reconocimiento, que impide iniciar un proceso judicial, sin ir más lejos. Para estas personas, víctimas indirectas de la violencia, es necesario el mismo respeto y, sobre todo, la misma reparación, independientemente de su actitud, trayectoria o posición política”. 

El camino pendiente

En Víctimas en son de paz, también se incide en la doble vara de medir que, según Romaguera, ha existido y aún queda pendiente zanjar. “Se han reconocido, sobre todo, a víctimas de ETA o de los GRAPO, a la vez que se han silenciado muchas otras”. En el libro se insiste en esa palabra, reconocimiento, ya que, según el periodista, “todas ellas remarcan que un proceso de paz, convivencia y reconciliación pasa por que todas y cada de ellas sean reconocidas”. 

“No se puede pasar de página si antes no se ha leído esa página. Según algunas de las últimas encuestas, casi el 70% de los jóvenes menores de 35 años no han tratado nunca el tema de ETA en institutos o universidades, el 60% de los jóvenes no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco; incluso entre alumnos de la propia Universidad de Deusto, las encuestas muestran, una vez tras otra, ese desconocimiento sobre la violencia política que se ha vivido en España. Hay que transmitir que detrás de todo acto violento hay un gran drama. Conocer la historia para no repetirla es básico”.

Dentro de ese camino que queda por recorrer, Romaguera vuelve a señalar esa “doble vara de medir” en cuanto al reconocimiento, que también considera un asunto pendiente: “Quedan más de 500 crímenes sin esclarecer y eso es algo indispensable para reparar el daño. Las víctimas necesitan del reconocimiento porque hace visible la injusticia padecida”. Para ejemplificarlo en el libro, el testimonio de Aitziber Berrueta, hija de Ángel, un panadero de Pamplona que murió a manos de un policía nacional en 2004. 

El germen de Víctimas en son de paz fueron los Encuentros Restaurativos, en los que Àlex Romaguera profundizó a través de los casos de Maixabel Lasa y Mari Carmen Hernández, ambas viudas, que se reunieron con los etarras responsables de los crímenes de sus maridos. Esas jornadas sirvieron de empuje para relatar el periplo vivido por las víctimas y cómo se han implicado socialmente en favor de la convivencia, lejos del rencor o la venganza. 

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Comentarios
  1. Carmen C. dice:
    12/11/2021 a las 15:30

    VICTIMAS DE UN CRIMINAL SISTEMA QUE NO ADMITE TESTIGOS.
    Si vamos a liberar al mundo tenemos que liberar a Assange, Edward Snowden.

    …Nos dicen que tenemos que creer que el Estado tiene poderes para decidir qué se puede decir y qué no, pero lo que pasa es que si lo toleramos, ¿hacia dónde nos lleva eso?, ¿qué somos?, ¿podemos decir que somos libres? Si hasta nuestro derecho para expresarnos, para comprender la realidad de nuestro mundo puede ser cercenado, podríamos mirar a través del velo y ver lo que podría ser la realidad del mundo, pero no se nos permitiría obtenerla.
    Julian Assange no estaba de acuerdo, y los cargos en su contra se reducen a alegar que ha cometido el delito del periodismo, en primer grado. Es lo mismo, la publicación de materiales clasificados, que hemos visto en The New York Times o The Washington Post, pero añadiéndole una conspiración para conseguir lo mismo, que no es otra cosa que desvelar una verdad incómoda.
    Pero algo diferencia a Julian Assange de los grandes periódicos de nuestro tiempo: su independencia. Julian Assange no es una persona a la que se le pueda decir “no” tan fácilmente. Recuerdo cuando hice mi denuncia en 2013, y presenté las pruebas de una vigilancia masiva: el gobierno de mi país había diseñado un mecanismo de vigilancia masiva, un sistema que se extendía por todo el mundo con la participación de Australia, Nueva Zelanda, Canadá y también el Reino Unido. Entre los periódicos de todos estos países que comenzaron a publicar todo esto, estaba uno que poseía los archivos originales, el Guardian, que tenía, y sigue teniendo, su sede en el Reino Unido. Y recuerdo leer un artículo (lógicamente no estaba allí en persona y con las informaciones de segunda mano nunca se sabe si te puedes fiar, dado el estado en que está hoy el periodismo), que decía que les contactó el gobierno del Reino Unido y les dijo: ya está bien, ya os habéis divertido bastante, pero ahora se acabó. Y tuvieron que mandar todo el material que tenían a Estados Unidos, a otro periódico amigo porque ya no tenían la total seguridad de poder continuar publicando sin temor a sufrir represalias. Y tenían razón: unos agentes británicos fueron al Guardian y destruyeron sus ordenadores (está todo grabado), pasaron amoladoras por las CPU para borrar cualquier rastro de que se hubieran publicado esas historias en el interior de la sala de redacción….
    En la búsqueda por alumbrar los corredores del poder, todos compartimos ese deseo prohibido de que se haga justicia no solo con los instrumentos de estas situaciones oscuras de la condición humana que hemos escuchado durante todo el día: torturas, asesinatos extrajudiciales, guerras de agresión…, sino de ver cómo se hace justicia con sus promotores. Y debo decir, hoy aquí, que todos nosotros seremos responsables, y en mi caso sin el menor remordimiento, de su destino final si no detenemos lo que está sucediendo ahora. Lo que le está sucediendo a Julian Assange es un delito y hay que conseguir su liberación.
    https://ctxt.es/es/20211001/Firmas/37692/Edward-Snowden-libertad-Julian-Assange-Reino-Unido-Estados-Unidos.htm

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