Cultura
Y así reabrió Paula Bonet La Madriguera: con focos
El taller La Madriguera vuelve a ser localizable en el mapa de Barcelona tras un año y medio de anonimato por el caso de acoso denunciado por Bonet.
Viernes 5 de noviembre. Paula Bonet reabre al público su taller La Madriguera después de un año y medio trabajando de espaldas al barrio del Eixample, ajeno por completo a lo que sucedía delante y detrás de esa persiana del número 23 en el Pasaje Valeri Serra de Barcelona.
El caso de acoso sufrido por la artista durante más de dos años la había hecho trabajar a escondidas y con todo tipo de filtros de seguridad, hasta esa mañana. Una hora antes de la cita, lanzada a través de las redes sociales, ya habían llegado las primeras personas que formarían parte de las más de 400 que pasaron por el naranjo que da entrada a La Madriguera, para disfrutar de una mañana de arte, libros y reivindicación en forma de telas serigrafiadas.
El taller es un proyecto dedicado a la pintura, al grabado, a la cerámica y a la palabra. Un espacio de mujeres para mujeres, con cuatro años de recorrido y que al igual que la obra y vida personal de Paula Bonet, se ha visto condicionado y limitado por este caso de acoso, denunciado por la propia artista hace un año. En un intento de protección, junto a su denuncia pública, decidió bajar el cartel y mudarse a una nueva localización en la que trató de ser invisible junto a sus alumnas. Cambiaron los pinceles, los rodillos y todos sus bártulos a otro punto de la ciudad y decidieron dejar su exterior tal y como lo habían encontrado para que siguiera pareciendo un local abandonado. Establecieron nuevos protocolos de seguridad. También instalaron cámaras y alarma. Pero ese intento de protección resultó inútil.
El pasado 13 de septiembre y un año después de esa denuncia pública y de su traslado, volvía, muy a su pesar, según ella misma recalca, a utilizar su altavoz en la esfera digital para comunicar que su acosador había descubierto la ubicación de su nuevo taller y había vuelto a “imponer su presencia” en su día a día.
“No podemos callarnos ante algo que no es nuestra responsabilidad”
Después de varias denuncias por saltarse la orden de alejamiento concedida por la jueza a la espera de juicio, el hombre que la acosaba entró en prisión el pasado octubre. Un punto y aparte en un proceso judicial abierto del que Bonet no quiere ahondar en ningún detalle que pueda perjudicar el caso: “Nos ha costado mucho llegar hasta aquí y lo último que queremos es dar pasos atrás”, afirma, y remite a su abogada, Carla Vall, para cualquier aspecto legal del proceso. La abogada también acudió a media mañana a la reapertura de La Madriguera y, tras un abrazo con la artista –uno de los momentos más emotivos–, se retiró a un segundo plano en las instalaciones del taller.
En lo personal, es muy palpable que la herida también está abierta, aunque haya decidido romper el silencio y reabrir La Madriguera. “Es una situación muy compleja de asimilar, pero llega un momento en el que entiendes que la protección no es hacerte invisible, la protección es poner focos, visibilizar y nombrar unos hechos que lamentablemente sufren a diario miles de mujeres. No podemos callarnos ante algo que no es nuestra responsabilidad. No es normal tener que llevar gas pimienta en tu bolso. Tal y como estampamos hoy en las camisetas y telas que nos están trayendo, ‘tu silencio no te protegerá’, porque el silencio solo protege al agresor”, decía en un breve descanso entre firma y estampa para hablar con La Marea.
Bonet tomó así la decisión de dejar de esconderse, encender el cartel de su taller, pintar la persiana y “fardar de naranjo”. La celebración que estaba en marcha empezó a coger forma hace menos de un mes. “Nos sabemos dueñas de nosotras mismas”, decía anunciando la reapertura. El entusiasmo en redes fue notable. “Hay muchas mujeres que habitan La Madriguera. No queremos escondernos más, queremos vivir con la mayor libertad posible y por eso esta celebración”, dice antes de volver a la primera línea del evento.
La celebración
A las 11 en punto, la persiana metálica empezó a subir. La propia Paula Bonet abría por primera vez las puertas blancas de su taller sin protocolos previos de seguridad. Esta vez, ante una cola ordenada de seguidoras –en su mayoría– y seguidores, que habían acudido cargadas de trabajos de la artista, telas y regalos. A su lado, Jana, Helena, Mapi, Duna, Chelo, Silvia, Isa y Tatiana, sus “ratonas incombustibles”, como las llama Bonet, encargadas de las más de 300 prendas y telas que acabarían estampadas al final de la mañana.
También Núria, desde su librería de Mataró vino con un cargamento de La anguila (Anagrama, 2021), la última novela de Paula Bonet, y que se fue firmada y dedicada a más de 140 casas. Todas ellas lucían camisetas con las frases de cuatro autoras elegidas para la ocasión y que son máximas en la filosofía madriguera. Louise Bourgeois, Marlene Dumas, Marguerite Duras y Audre Lorde: «Tu silencio no te protegerá», mantra de la jornada.
“Me he pedido fiesta en el trabajo para venir”, decía Carme, que ha traído uno de los primeros trabajos de Bonet para que le firme la artista. Nos cuenta que también guarda un recorte de periódico en el que aparece el cartel que realizó la artista en 2013 para un festival de cortos en Valencia y que la gente arrancaba de las calles para llevarse a sus casas. “Como soy de Barcelona y no lo iba a ver en persona, lo recorté de un periódico”, relata. Desde entonces no ha dejado de seguir la obra de Bonet. Alejandra y Macarena se han hecho “amigas de cola”, como ellas mismas dicen. Alejandra, chilena, se enteró de que la reapertura coincidía con su visita a Barcelona y no ha querido perderse la oportunidad de conseguir La anguila. Carlota cuenta que también ha sido “madriguera”, haciendo referencia a un aborto espontáneo que vivió: «Gracias a su trabajo me di cuenta de que somos muchas las que atravesamos ese dolor, me sirvió de refugio y me ayudó a entenderlo, y hoy nos toca a nosotras devolverle el apoyo que hemos sentido a través de su obra”, dice antes cruzar las puertas del taller.
Para las vecinas y vecinos con los que sí consiguieron ser invisibles, fue una sorpresa descubrir La Madriguera. En el transcurso de la mañana, varios se acercaron a curiosear cuál era el motivo de una cola que llegaba a la calle Diputació. Todos manifestaban perplejidad al haber pasado infinidad de veces por delante sin percatarse de la existencia del taller. “¿Qué han abierto ahí?”. “Nunca había visto ese cartel”. “¿Estás segura de que llevan un año por aquí?”, preguntaban unos y otros.
A las dos de la tarde terminaba la celebración y volvíamos a leer Las niñas cambian, de la pintora y grabadora catalana Roser Bru, declaración de principios de La Madriguera y que está pintada en la persiana que tres horas antes se abría al público. Dentro, empezaron a digerir todo el apoyo vivido entre abrazos y algún brindis. Al día siguiente, hubo clase de pintura al óleo detrás del naranjo, ya por fin ocupadas en la normalidad de sus talleres y residencias.