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Opinión

No es normal

"No es normal sentir una opresión en el pecho que no se vaya en minutos. Digo que no es normal, pero ya sé que la pregunta es que qué es lo normal. Pues un estado natural; primera acepción de la RAE. Así que normal no es", escribe Ignacio Pato.

Un trabajador de Deliveroo recorre las Ramblas de Barcelona. PACO FREIRE/SOPA IMAGES
Ignacio Pato
16 abril 2021 Una lectura de 3 minutos
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No es normal sentir una opresión en el pecho que no se vaya en minutos. Digo que no es normal, pero ya sé que la pregunta es que qué es lo normal. Pues un estado natural; primera acepción de la RAE. Así que normal no es.

Como no es normal un sistema que vaya deslizando la idea de una jubilación activa. Vamos, que trabajemos aun después de haber cumplido. Hay globos sonda que solo deberían arder. Normal tampoco me parece, por barato, que solo el 5% de personas presas lo estén por delitos financieros. 

Nada de normal tiene necesitar varios empleos porque no es normal que no salgan las cuentas con uno. Normal, si me apuras, no debería ser andar siempre haciendo cuentas.

Este miedo manto sobre la ciudad no es normal. Es contagioso y exponencial porque muchas veces hace ser injusto con quien rodea y suelta los codos cuando no toca y contra quien no es. Poco de normal tiene que, ante la escasez material y afectiva, algunas relaciones adquieran tintes estratégicos. La incertidumbre y la soledad, la pinza de las ausencias, ponen caro el resbalón.

Ni una pizca de normal tiene quien te diga que tú eres tu principal rival a batir. Ese vende y nosotros no compramos, huyamos. Ni deberíamos normalizar que las personas podamos aspirar a ser marcas. Entre otras cosas, porque a poco que te aproximes entras en combustión como un Ícaro por flipao.

Normal no es tanto ruido. Hablo del sensorial, no del digital. El que contribuye, además de a desorientar, a matar. Concretamente a 130 personas al año por enfermedades cardiovasculares relacionadas con la contaminación acústica, solo en Barcelona y según un estudio municipal. 

Aceptar la provisionalidad para nuestras habitaciones, remiendos, temblores y desvelos, y a la vez la condición de eterno del capitalismo, normal no me acaba de parecer, no cierra la cosa. Que sea más problemático llegar tarde a una cita que a una oficina siento que tampoco. Ni que ser pesado sea rentable.

Cero de normal tiene el sermón de salir de la zona de confort cuando percibes que fuera solo hay una jungla. O cuando no es todavía el momento, o las dos a la vez. O cuando lo que alguien llama zona de confort es lo que has construido, siempre cuidadosamente y a menudo en colectivo, precisamente contra gente como quien da esas lecciones.

Ni los CIE ni las vallas. Ni las redadas racistas. Ni la transfobia. Ni confundir compartir frustración con proyectarla. Ni utilizar el trabajo colectivo ajeno para un beneficio personal. Ni opinar desde la distancia como no lo harías en una asamblea o simplemente en presencia de las personas interpeladas. No es normal anticipar un vacío si das un paso a un lado.

Que las redes sean como el extractor de la cocina, cuya estruendosa actividad solo notamos apagado, muy normal no sé si es. Siniestro, más bien, es uno de los efectos de la máquina. El de quebrar un mínimo suelo emocional a escala humana. El necesario para hacer pie en el que además es un inmenso camino que la propia máquina desprecia: el que separa el achicharramiento de la renuncia, la sobreexposición y el repliegue, el entusiasmo y el agotamiento. 

O estás en todo o no estás nada. Como si esa fuera hoy una elección libre. Y como si todo lo que hay en medio no fuera, precisamente, donde está casi toda la chicha, la vida.

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Comentarios
  1. ArroyoClaro dice:
    22/04/2021 a las 15:05

    Lo que mayormente hay es una crisis de valores y lo peor es que los de abajo no somos mejores que los de arriba. Hacemos todo lo que podemos para satisfacer nuestro egoismo que no es lo mismo que nuestras necesidades aunque para ello haya que perjudicar al prójimo.
    La dictadura del capital que se impuso con Reagan/Thatcher nos puso a prueba y con la ayuda de sus poderosos y constantes medios manipuladores la sociedad ha sucumbido a ella.
    Si esta sociedad, enganchada a mil entretenimientos y dormida, no recobramos pronto la lucidez, habremos hecho tarde para lograr un mundo más justo y cooperativo.

    Responder

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