La astucia de la mala gente

Eso de la astucia de la mala gente no es una cosa que se me haya ocurrido a  mí. Hace dos mil años que lo dijo Jesús de Nazaret y lo recoge el evangelio de Lucas en el capítulo 16-8, donde podemos leer que “los hijos de las tinieblas son más astutos en sus relaciones que los hijos de la luz”. Hoy resultaría extraño hablar de los hijos de la luz o de las tinieblas, pero poniendo lo de buena gente o mala gente queda muy claro.

A lo largo de la historia habrá cambiado la forma de decirlo, pero la realidad sigue siendo la misma: la mala gente es muy astuta.  Y eso podemos verlo en cuanto abramos una ventana al mundo. ¿Cómo es posible, si no, que el uno por ciento más rico de la humanidad logre configurar un mundo favorable a sus intereses frente a la inmensa mayoría de la humanidad? Una parte de la cual, mucho más del uno por ciento, se muere de hambre.

Los ricos, sencillamente, compran a un pequeño porcentaje con un buen trabajo o una pequeña empresa.  Es  bastante agradable dejarse comprar: es fácil y te pagan bien. Además, por si tienes una conciencia muy delicada,  para que no vayas a tener remordimientos, te montan una iglesia que llaman evangélica y en la cual un pastor, también muy bien pagado, te asegura con gran elocuencia que la riqueza es la recompensa con que Dios premia a los que le son más fieles. Lo cual resulta bastante satisfactorio de creer –cuando se tiene riqueza, claro–.

Pero, naturalmente, no compran a todo el que está dispuesto a venderse. Eso supondría un gasto demasiado grande. Con un 12 o un 15 por ciento tienen bastante. Queda por lo menos un 80 por ciento que no son comprados sino, más bien, explotados. Y lo lógico sería que esa gran masa  se pusiera en contra de los riquísimos y, a poca democracia que hubiera, le dieran un vuelco radical a la situación. Pero es evidente que eso no ocurre.  ¿Por qué no ocurre? ¡Ah! aquí entra la astucia de la mala gente.

Ellos son propietarios de la inmensa mayoría de los grandes medios de comunicación. No sólo periódicos, revistas, radios y cadenas de televisión, también de las productoras de la mayoría de las series y películas. Y no nos olvidemos de los clubes de fútbol.  En todos estos medios la sociedad capitalista aparece como lo más natural del mundo. La idea de cambiarla ni se le ocurre a nadie. En la página Cultura Filosófica nos hablan del entretenimiento vacío que promueven todos esos medios: 

Una de las claves más importantes para la progresiva idiotización y “adormecimiento” de la sociedad es el entretenimiento vacío.
El objetivo del entretenimiento vacío es abotagar nuestra sensibilidad social y mantenernos dormidos, volviéndonos incapaces de pensar, reflexionar e investigar, para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad.
El entretenimiento vacío existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las catástrofes que asolan al mundo. Específicamente para que no nos cuestionemos nuestros modos de vivir ni cuestionemos al sistema en el cual nos vemos inmersos. Es decir, que todo está pensado para que el individuo sea funcional y soporte estoicamente, el sistema establecido sin rechistar.

Realmente han sido muy astutos ideando esta forma de mantenernos sumidos en sueños placenteros y realidad cruel. Por otra parte, aseguran que, si hay personas que son muy ricas, es porque se lo merecen por su trabajo e inteligencia. Ellos son los que crean riqueza, y ya irá llegando a todos esa riqueza.

Cuando la falsedad de esta última afirmación es demasiado evidente –porque la desigualdad es cada vez mayor–, recurren a su última trinchera: un sistema de extrema derecha, autoritario, con muchos tonos fascistas y, si es necesario, abiertamente dictatorial. Pero, siempre, claramente capitalista.

Aquí la astucia está en conseguir que mucha gente que sufre la explotación del capitalismo vea esta opción de extrema derecha como una salida a su situación cada vez más penosa. Para ello recurren a fomentar un nacionalismo excluyente. Se apela al sentimiento patriótico, al orgullo nacional, a la protección de nuestra identidad común. Y para eso es muy importante crear un enemigo: son los otros los que  impiden salir adelante a nuestra nación. Y frente a eso es necesario un gobierno fuerte que imponga ley y orden y nos defienda de ese enemigo que ellos han diseñado; en nuestro caso que nos defienda de la masiva invasión de los emigrantes que nos quitan el trabajo y se llevan todas las ayudas sociales. 

Muy astuto, y parece que en toda Europa les da bastante buen resultado.