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‘Las tres revoluciones que viví’. Capítulo 26.

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‘Las tres revoluciones que viví’. Capítulo 26.

Vigesimosexta entrega de la serie distópica de Alejandro Gaita 'Las tres revoluciones que viví'.

Escuela comunitaria Kaarlo Uskela, en Turku, en julio de 2098. PIXABAY / Licencia CC0
Alejandro Gaita
08 junio 2020 Una lectura de 4 minutos
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Mientras Rosario monta escuelas por el sur, decidí viajar un poco. Las compañeras que me acogen me han convencido para que vuelva a impartir mi serie de seminarios de ciencia para jóvenes, ya que aquí no los conocen. Se supone que les estimula tener a alguien tan viajado, una especie de celebridad de la ciencia. Y es positivo para despertar vocaciones también entre las niñas, dicen, que sea una científica quien de las charlas.

Creo que en parte me dejé convencer por la ilusión con la que me lo pidió Danielle. No me termino de creer lo guapa que es. La textura de su piel y forma de su cara me parecen perfectas hasta lo inverosímil, el cabello recogido y las gafas redondas contribuyen a la ilusión de esfericidad. Como un qubit, como una forma geométrica ideal, su cara me parece incompatible con la realidad granulosa que sé que hay por debajo: átomos, moléculas, células, tejidos. Sin duda una ilusión óptica, una acumulación injusta y pasajera de juventud y cosméticos, pero una ilusión convincente.

Acepté, pero cambiando totalmente el temario y la intención del curso. En lugar de estimular a las niñas para la ciencia, como llevamos haciendo 100 años, estimularé a los niños para las tareas de la casa. Pienso enfocarlo por el lado de las relaciones entre ciencia y tequios, el cómo, en la práctica, encargarse de los tequios es resolver problemas científicos.

Ya tengo un montón de temas preparados, desde lo más obvio a lo más complejo. Pasar el mocho en una zona común en uso será la primera tarea que combina geometría y el decaimiento exponencial de la humedad del suelo: determinar la partición y el orden en el que hay que recorrer el suelo dejando siempre una franja seca para cruzar la habitación. Una escoba levanta nubes de polvo y ahí entra la mecánica de fluidos, un tema mucho más delicado. Lavar los platos se va a otro nivel, porque mezcla la química (qué disuelve qué) y la microbiología: cómo esterilizar, qué crece a qué velocidad, en qué nutrientes y temperatura. Y ¿qué hacemos con los residuos de agua jabonosa sucia? ¿cuánto estamos ensuciando, al limpiar los platos? Aquí conectaré con el principio del temario, porque pasar el mocho también es mucho más que recubrir secuencialmente una superficie. Para contar todo esto bien tengo para cuatro meses, calculo. En cocina (nutrición) apenas podré entrar, y en tejer (ciencia de materiales) tampoco.

Naturalmente, mi objetivo real es meterles en la cabeza a los chavos de aquí la idea de que las tareas de la casa existen. Los tequios en general, y las tareas de la casa en particular. He visto que ese es el problema real aquí de la supuesta falta de vocaciones científicas en las mujeres, que alguien tiene que hacer las tareas de la casa y los hombres no hacen su parte. Pasan los siglos, se apilan las revoluciones, y seguimos cayendo en los mismos vicios sociales. Los hombres siguen delegando la mayor parte de las tareas «del hogar» y «de la familia» y se ocupan de asuntos más prestigiosos. Mis compañeras han decidido que esto se va a acabar, y yo estoy encantada de formar parte de su movimiento, desde las reuniones políticas pero también desde el trabajo de docente. A ver qué tal nos sale.


De vuelta en Uppsala, noviembre de 2099

Estoy llorando de alegría, hoy me ha llegado una carta de Rosario. A falta de más luz en el cielo, algo que me ilumina la semana, por fín.

Me platica de que pasó por Guillem Agulló, nuestra aldea, pero que ahora vive itinerante, facilitando talleres de buenas prácticas asamblearias y ayudando en los primerísimos pasos de un montón de colectivos. Dice que están saliendo como setas: carpintería, corte y confección, agroecología, mecánica de vehículos, medicina preventiva, herrería, ladrillos, panadería, apicultura, música, teatro… pero de ser competente en un oficio a saber integrarlo en una economía que funcione hay un camino largo y penoso. Sin salarios, muchos descubren que no soportan su oficio y no están dispuestos a ejercerlo más. Sin jefes, muchos se demuestran incapaces de organizarse con sus compañeros. Sin lucro personal, muchos no se quieren responsabilizar de las tareas de gestión y organización, y quienes no están preparados o acostumbrados a esas tareas tienen dificultades para encargarse de forma eficaz. Será tarea para más de una generación el revertir la inercia de siglos de ideología basada en el lucro, la obediencia y la picaresca. 

Por lo que cuenta en la carta, Rosario está especialmente feliz con las escuelas primarias y departamentos universitarios. Está proponiendo nombres conmemorativos para los distintos colectivos de enseñanza: Olympe de Gouges, Louise Michel, Sojourner Truth, Flora Tristán, Emma Goldman, Simone de Bevoir, Teresa Claramunt, María de Maeztu, María Moliner, Celia Amorós, Berta Zúñiga Cáceres, Chimamanda Ngozi Adichie, Greta Thunberg. Se le nota joven otra vez, qué envidia y cómo me alegro. Me hace recordar la ilusión de los proyectos que empiezan, revivir las sensaciones de Nuevo Tecpatán, de Nezahualcóyotl, de Chivela.

Espero que Rosario vuelva pronto. El invierno aquí es frío y oscuro, nunca se llega a hacer de día, la comida es triste y la casa es silenciosa. Danielle fue ilusionante pero pasajera, una flor de trébol que se hiela en la primera noche fría. Te extraño mucho, compañere. La vida sin ti es menos.

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