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Quién salva Venecia

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Quién salva Venecia

"Los residentes patrullan la ciudad con sus altas botas de pescar hasta la cintura, reparando los cables eléctricos, sofocando los incendios provocados por los cortocircuitos", cuenta la escritora desde Venecia.

Un hombre achica agua de su restaurante en Venecia (REUTERS/Manuel Silvestri)
Eugenia Rico
15 noviembre 2019 Una lectura de 5 minutos
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Nunca amo tanto Venecia y a sus habitantes como cuando sube la marea y la ciudad se inunda. Nunca amo tanto a los que construyeron esta ciudad y a los que viven en ella.

Después de varios días de Acqua Alta, los supermercados están cerrados y no tienen comida. Las personas trabajan día y noche para reparar su negocios, sin una queja, todos a una. La marea se retira y vuelve a subir una y otra vez y los habitantes se levantan una y otra vez al amanecer para activar las pompas que bombean el agua fuera de su casas. Los residentes salvan Venecia todos los días.

Es importante recordarlo porque una inundación como esta fue el comienzo de la despoblación de Venecia. Los residentes patrullan la ciudad con sus altas botas de pescar hasta la cintura, reparando los cables eléctricos, sofocando los incendios provocados por los cortocircuitos.

Si no ha muerto nadie, si nadie se ha ahogado, es porque estos son los resistentes venecianos. Sus antepasados levantaron una ciudad sobre la niebla y el agua y ellos ahora levantan las toneladas de basura y troncos caídos una y otra vez, incansables como la marea. Es importante recordarlo porque en Venecia hay un alcalde que proclama que todos deben abandonar la ciudad y dejarla a los hoteles y a los turistas. Sin residentes/ resistentes la ciudad no tiene esperanza.

Más de quinientos estudiantes universitarios de menos de veinte años se han ofrecido de manera voluntaria para ayudar en las tareas de desescombro. De toda la región están llegando fontaneros, electricistas y mecánicos voluntarios para reparar las conexiones de agua y luz que han
dejado la ciudad a oscuras.

La laguna acaba de sufrir el Acqua Granda más alta desde 1966, la Basílica de San Marcos se ha inundado por segunda vez en más de mil doscientos años.

Y aquí está la ciudad de nuevo en pie, como la marea.

Una de las librerías más bonitas del mundo que se llama con ironía Acqua Alta ha perdido casi todos sus volúmenes, convertidos en una masa de barro en las que las palabras ya no se leen, sólo se adivinan. Muchos preciosos manuscritos de Vivaldi se han perdido en el Conservatorio. Y los venecianos a pesar de todo siguen cantando, siguen leyendo. Entre las ráfagas de viento se oye tocar el piano.

En el pasado me asombraba cuando oía contar que Thomas Mann presentaba sus novelas bajo los bombardeos. Y ahora acabo de presentar mi novela La muerte blanca con más de cien personas reunidas en un palacio veneciano mientras las sirenas de la Segunda Guerra Mundial anunciaban el Agua Alta: Un pitido, más de 110 centímetros; dos pitidos 120; tres pitido 130; más de cuatro pitidos: el Apocalipsis. Sonaron más
de cuatro pitidos y todas las campanas de Venecia se echaron al vuelo.

Fuera rugían la tormenta y los helicópteros. Dentro, los venecianos sabían que sólo se puede luchar contra el temporal con el sonido dulce de las copas de prosecco al chocar. Carpe diem.

Carpe Venetia. El valor está en seguir día a día como si nada hubiese ocurrido. Invencibles como el mar. ¿ Y de dónde viene la Acqua Alta? No se debe a la crisis climática, aunque esta intensifique sus efectos, sino a la avaricia y a la corrupción de los seres humanos.

En el S.XV los ingenieros venecianos idearon un sistema perfecto de respiración en el que el agua del mar entraba dos veces al día llevándose todo lo sucio y volvía otras dos veces trayendo agua limpieza, vida. El equilibrio era perfecto.

Las inundaciones comienzan cuando en los años 50 se excava en la laguna un gran canal muy profundo para que puedan entrar los barcos petroleros a Marghera. Con ese canal aumenta muchísimo el volumen del agua salada en la laguna. De ese canal vienen las grandes Acquas Altas y la Acqua Granda de 1966 que comienza la despoblación de Venecia.

Es importante recordar esto porque ahora se habla de excavar un nuevo canal para llevar las Grandes Naves de Crucero a Marghera, una barbaridad porque con un nuevo canal se aumentaría todavía más el volumen de agua del mar que entra en la laguna y el problema del Acqua Alta se agravaría haciendo imposible la vida en Venecia.

A pesar de ello, el alcalde y los políticos abogan por ese canal que costaría millones de euros y que en Italia recuerda el desastre del MOSE, el sistema multimillonario que debía servir para acabar con el Acqua Alta y que solo ha servido para enriquecer a los sucesivos gobernantes vénetos. Muchos de sus miembros están ahora en la cárcel por el escándalo de las comisiones millonarias que se llevaron a cambio de un sistema que no ha ayudado a
nadie más que a sus cuentas bancarias en Suiza.

Mientras que las naves de crucero agravan la erosión de los cimientos de una ciudad que literalmente flota sobre troncos invertidos, el Acqual Alta más peligrosa es la avaricia y la corrupción. La marea que puede salvar, que está salvando Venecia son sus habitantes, que levantan barricadas contra el mar y contra la indiferencia de los políticos.

Salvar Venecia es luchar contra las grandes naves de crucero (más de veinte al día) que contaminan más que todas las ciudades europeas y que ahondan ese canal que hace ahora entrar el agua a borbotones. Salvar Venecia es decir la verdad y la verdad es que una ciudad se hunde sin sus habitantes o se salva gracias a ellos y a ellas. Ayudar a Venecia hoy más que nunca es ayudar a los venecianos y venecianas.

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