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Los jóvenes contra el cambio climático

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Los jóvenes contra el cambio climático

"Los mayores llevamos muchos años oyendo llamadas cada vez más apremiantes para afrontar el amenazante cambio climático y parecemos insensibles a todo lo que nos dicen".

Manifestación jóvenes en Madrid por el 15M climático. Foto: Eduardo Robaina.
Antonio Zugasti
26 marzo 2019 Una lectura de 3 minutos
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Una adolescente de 16 años ha puesto en pie de guerra contra el cambio climático a millones de jóvenes en todo el mundo. Los mayores llevamos muchos años oyendo llamadas cada vez más apremiantes para afrontar el amenazante calentamiento global y parecemos insensibles a todo lo que nos dicen, y a lo que nosotros mismos empezamos ver en nuestro medio ambiente.

Quizás ‘El Monstruo Amable’ nos proporcione una explicación razonable de unas posturas tan diferentes. ‘El Monstruo Amable’ es el título de un clarividente libro de Raffaele Simone en el que expone cómo el capitalismo ha conseguido dar una imagen tan atractiva que ha subyugado incluso a sus víctimas. La época dorada de esa imagen fueron los años del Estado de Bienestar en la Europa Occidental, que en España se han prolongado hasta el comienzo de la crisis económica en el 2008. La época del consumo abundante y el porvenir risueño.

Esto ha permitido que la mentalidad capitalista penetre profundamente en la  sociedad, de tal manera que el imaginario colectivo de nuestro mundo es el imaginario colectivo burgués propio del capitalismo. Para este imaginario el crecimiento económico es algo fundamental, es la panacea para todos los males, lo que garantiza un bienestar creciente. Un bienestar que se compra, pues está basado en el consumo. Un consumo insaciable,  ya que insaciable es la aspiración humana al bienestar. Otro elemento básico de este  imaginario es la ‘meritocracia’: todos tenemos lo que nos merecemos. Es la manera de justificar el que tantas personas no lleguen a un mínimo de bienestar y ni siquiera a una vida humana mínimamente digna. Tienen lo que se merecen: no han sido suficientemente trabajadores o suficientemente inteligentes, no han tenido la iniciativa necesaria para alcanzar un puesto en la sociedad del bienestar. Es su culpa, no la del sistema. Y, por supuesto, los fracasos de todos los esfuerzos para construir un sistema distinto a la economía capitalista han afianzado un dogma clave del capitalismo: no hay alternativa.

En este clima mental hemos desarrollado nuestra vida las personas mayores. Ahora vemos que esa cultura choca frontalmente con las exigencias que impone una lucha eficaz contra el cambio climático. Pero no somos capaces de renunciar a la sociedad de consumo, no podemos imaginar un bienestar basado en el desarrollo de nuestras cualidades humanas más elevadas. Ante el último llamamiento de las Naciones Unidas para evitar lo peor del cambio climático: «Es necesario adoptar medidas urgentes a una escala sin precedentes para detener y revertir esta situación y proteger así la salud humana y ambiental”, se sigue metiendo la cabeza debajo del ala pensando que “no será para tanto” o “ya inventarán algo para evitar eso” y en último caso “a mí eso ya no me pilla”.

El caso de los jóvenes es muy diferente. Han llegado a la vida cuando el monstruo ya no puede mantener la máscara de amabilidad. Cuando del Estado de Bienestar se ha pasado al ‘Estado de Precariedad’, y la sugestiva publicidad que empuja a un consumo incesante se puede ver como una burla para todas las personas que se debaten ansiosas en el pantano de los trabajos eventuales y mal pagados. Ven que la meritocracia es una falsedad evidente: muchos jóvenes terminan con éxito sus estudios, tienen un título universitario y quizás un master (de verdad) y hasta un doctorado… pero tienen que irse al extranjero y agarrarse a cualquier trabajo que se les presente. Al mismo tiempo, los que se dedican a la especulación financiera acumulan millones y millones. Ven que los grandes bancos y empresas que han realizado una gestión desastrosa y tienen pérdidas millonarias son rescatados con dinero público y los ciudadanos soportamos la deuda. ¿Dónde está la meritocracia?

Tienen la mirada suficientemente limpia para darse cuenta de que un desarrollo económico indefinido en un planeta limitado es una quimera terriblemente peligrosa. Tienen imaginación en para darse cuenta de que esta civilización consumista, en la que el egoísmo individualista es la motivación última de la actividad humana, no es el único ni del mejor de los mundos posibles, y que la necesidad de hacer frente al cambio climático puede llevarnos a un gran paso adelante en la evolución humana. Ellas y ellos son la gran esperanza de la humanidad.

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Comentarios
  1. Daniel L. dice:
    17/04/2019 a las 13:36

    protesta controlada made in Soros, en la que los jóvenes se manifestarán cuando y como les digan, con permiso de los centros educativos para que lo hagan y también para que preparen sus pancartas y demás.

    Responder
  2. Chorche dice:
    05/04/2019 a las 17:56

    A tener en cuenta que el bienestar material de parte de la sociedad capitalista es obtenido de crear el caos, las guerras, y rapiñar los recursos a otros pueblos.
    Sólo con ésto, debería ser suficiente para que, si nos consideramos personas, aborreciéramos a un sistema genocida, una sutil dictadura, ésto es el capitalismo/consumismo.

    Responder

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