lamarea.com
  • La Marea
  • Kiosco
  • Climática
DONA SUSCRÍBETE
SUSCRÍBETE
Iniciar sesión
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
ANTERIOR

El paseo a ninguna parte

SIGUIENTE
SUSCRÍBETE DESDE 17€. Además, si verificas que eres humano con el código HUMANA, te llevas un 10% de descuento en tu suscripción a la revista

DESTACADOS 2LVL | Opinión

El paseo a ninguna parte

"Si nuestro capitalismo tiene un problema no es el de la desigualdad, sino lo aleatoria que resulta esa desigualdad", sostiene el autor.

Daniel Bernabé
22 marzo 2017 Una lectura de 5 minutos
Telegram Linkedin Url

Una calle comercial en una ciudad mediana del sur de España, sábado por la mañana, la gente pasea en los últimos días del invierno. Más que interesados en los escaparates parecen dejarse llevar por lo conocido, por esa placidez que nos sitúa a todos en un punto medio donde nos hacemos indistinguibles, seguros en nuestras identidades compartidas. La cría con los patines nuevos, cara de cumpleaños reciente, pasos todavía torpes. Los adolescentes atolondrados probándose los atractivos con miradas y carreras. Parejas de la mano, parejas con carrito, parejas con bastón. El hombre del kiosko colocando unas revistas con la lentitud de quien hace algo tan sólo para llenar el tiempo. Algunos grupos de cuatro personas detenidos, saludos casuales de quien se vio hace un par de semanas, de quien se lleva viendo toda la vida. Pronto llegará el aperitivo.

Fuera de allí, al otro lado de la avenida que corta este mundo, un hombre al lado del semáforo. Por el pelo, largo y canoso, su cuerpo encorvado y sus manos, ya arrugadas, hace tiempo que pasó los sesenta años. Va vestido de payaso. Vestido ni siquiera con un uniforme profesional de ex-actor de circo, sino con un disfraz barato de esos que traen a los bazares orientales para carnaval y luego, sin venderse, acaban esquinados en la tienda. Un sombrerillo de plástico, la nariz de goma, un maquillaje aplicado sin maestría. Ha construido un tenderete con un par de cajas y una tela. Encima un piano electrónico de los que se regalaban en las comuniones de los ochenta. A pilas, apenas se oye. Da igual porque ni siquiera toca, ha puesto una de las melodías pregrabadas y pasa los dedos por el teclado sin convicción.

Nadie le mira, él mira al infinito. A su alrededor un hueco, distancia de seguridad, cordón sanitario. Ni siquiera los municipales, detenidos allí para evitar a los manteros, se atreven a decirle nada. Cuando el semáforo se pone en verde los peatones cruzan aliviados, él deja de fingir que toca aunque la música permanece. La visión es lamentable, toda ella, tanto que dudo si puedo escribirla, si el episodio pasará el sesgo de lo plausible. Recuerdo que hará unos cinco años me cruzaba a menudo con un personaje similar en la Gran Vía de Madrid. Tanto que a ese pude verle los ojos, por lo que dejó de ser personaje para pasar a ser persona. Nunca tuve la intención de convertir su historia en un objeto de consumo periodístico, de exponer la intimidad de su trayecto a todos, de saciar mi curiosidad de prosista. Supongo que por algo se disfrazaba. Las cosas se joden, no hay que saber más.

No hay que saber más porque las historias personales son la excusa a los engranajes rotos que están muy por encima del individuo. Es más fácil atribuir el tropezón al que anda que al firme deteriorado, más cómodo pensar que el náufrago social se ha caído del barco por impericia que por un empujón: no cabía nadie más. Tampoco me encuentro con capacidad moral para afear los silencios y las cegueras. En aquel semáforo no se encontraban los responsables de que un jubilado buscara unas monedas con las que llegar al final del día. Sí afirmar que pasar al lado de la miseria sin inmutarse, además de costumbre aprendida a la desigualdad, tiene que ver con ese miedo profundo que sienten las presas frente a los depredadores, con esa esperanza de que permaneciendo quietos se harán invisibles al peligro. El hombre disfrazado de payaso recordaba que toda esa normalidad de la que disfrutaban los paseantes era algo quebradizo y momentáneo. Que cualquiera de ellos podría acabar siendo él.

Si nuestro capitalismo tiene un problema no es el de la desigualdad, sino lo aleatoria que resulta esa desigualdad. Suena crudo, poco humano, pero es así. Un sistema como el actual pervive por representar los intereses de una minoría con un enorme poder acumulado. Un poder basado en el control de las mediaciones culturales que no sólo justifican un estado determinado de las cosas, sino que presentan ese estado como el único posible. Un poder respecto a los resortes de la economía, la política y las instituciones y en último término el poder efectivo de las armas. Pero no solo. Un sistema necesita la connivencia de un grupo, que aunque minoritario en el conjunto de la sociedad, sea lo suficientemente amplio para servir de correa de transmisión a los designios que vienen desde arriba, esto es, la clase media. Una clase existente como realidad material, que ocupa puestos ejecutivos y sirve, también como idea, para construir la gelatina que da forma a la estructura y al futuro como aspiración de los que están más abajo.

El problema es que mientras que durante una gran parte del siglo XX las certezas, no solo ideológicas, sino materiales eran moneda común en la vida de las personas, hoy esto ha dejado de ser así. Y no por un suceso impredecible, por una coyuntura o una etapa negativa, sino por la propia forma especulativa, de casino, que el capitalismo ha tomado. Un ejecutivo o un mando intermedio de una gran compañía tenía no sólo una posición, sino también la seguridad de mantener un nivel de renta y propiedades estable o creciente. Incluso un trabajador, hasta bien entrados los ochenta, tenía, dentro de su escala, esa misma estabilidad. Y es más, una esperanza de que sus hijos mantendrían o incluso superarían su posición. Actualmente ya no es sólo la clase trabajadora la que carece por completo de presente y futuro, sino la clase media la que ha visto quebrada su posición y aspiraciones. Y todo parece indicar que es un camino sin retorno.

Cualquier estructura favorece a quien más la sustenta. Pero si existe una forma de seguir manteniendo las complicidades, cuando esos favores empiezan a ser escasos, es inducir el miedo. Ya que no se puede eliminar la incertidumbre se asume introduciendo nuevas divisiones, siempre como amenaza, basadas en la nacionalidad, la raza, la religión o incluso la capacidad. De igual forma que el capitalismo pudo coquetear con la democracia, los derechos humanos y el estado del bienestar, la clase media pudo mantener un idilio con el progresismo. Hoy la clase media abjura de socialdemócratas y mira a la ultraderecha, la declarada y la que aún se excusa en el liberalismo pero comparte objetivos, métodos y programa. La amenaza sistémica a su posición, inasumible -hasta desde un punto de vista psicológico- pasa a ser una amenaza de extranjeros, musulmanes o quien toque. Incluso pobres, que ya son todos los que están por debajo de ellos.

Vivimos tiempos extraños donde compensamos el malestar con consumibles, la inseguridad con miedo, la indeterminación con retroceso. Donde los que más daño han hecho son los que se apresuran a ofrecernos las recetas de la cura. Donde un hombre vestido de payaso, parado en un semáforo, puede recordarnos que nuestros paseos nunca conducen a ninguna parte. Gracias por la actuación.

Telegram Linkedin Url

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

€
  • #capitalismo
  • #Desigualdad
  • #pobreza

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Suscríbete dona
Comentarios

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Lo más leído

  • Pedro Sánchez pide perdón a la ciudadanía y descarta elecciones: "Hasta esta misma mañana yo estaba convencido de la integridad de Santos Cerdán"
  • Ni reyes ni césares: al desplegar a las Fuerzas Armadas para sofocar la disidencia, Trump ha cruzado el Rubicón
  • Irán responde al ataque israelí con el lanzamiento de cientos de misiles
  • [Vídeo] Mensaje institucional de Bob Pop a Pedro Sánchez: "Lo que tienes que hacer es..."
  • Israel ataca Irán y extiende la tensión en Oriente Próximo

Actualidad

  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Clima
  • Sociedad

Conócenos

  • La Marea
  • Cooperativistas
  • Transparencia
  • Política de cookies
  • Política de privacidad

Kiosco

  • Suscripciones
  • Revistas
  • Libros
  • Cursos
  • Descuentos
  • Contacto

Síguenos

Apúntate a nuestra newsletter

Apúntate
La Marea

La Marea es un medio editado por la cooperativa Más Público. Sin accionistas detrás. Sin publirreportajes. Colabora con una suscripción o una donación

MásPúblico sociedad cooperativa. Licencia CC BY-SA 3.0.

Compartir a través de

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos. Leer más

AceptarResumen de privacidad
Política de Cookies

Resumen de privacidad

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.
Funcionales
Siempre habilitado

Las cookies funcionales son esenciales para garantizar el correcto funcionamiento de nuestro sitio web, ya que proporcionan funcionalidades necesarias. Desactivarlas podría afectar negativamente a la experiencia de navegación y a la operatividad del sitio.

Guardar y aceptar